“Aita, ama, me aburro. ¿Me dejáis el móvil? –pregunta que se puede repetir intercambiando esta última palabra por tablet, ver la televisión, jugar con un videojuego...–”. Con las vacaciones de verano esta frase se vuelve todavía más recurrente y no es fácil no caer en la tentación de concederles su deseo para tener unos minutos de paz y descanso, sobre todo cuando llegas a casa después de un largo día de trabajo. Alicia Peñalva Vélez, profesora titular del departamento de Ciencias Humanas y de la Educación de la UPNA y miembro del grupo de investigación Aprendizaje a la largo de la vida, y David Recio Moreno, licenciado en Psicopedagogia, doctor en Educación por la UNED e investigador postdoctoral en el citado grupo, nos dan claves para aprender a gestionar el ocio y tiempo libre evitando el uso excesivo de pantallas. “Es duro decir no, pero estás invirtiendo”, alienta la experta.

Para empezar, Peñalva considera “fundamental” tener “súper claro que las pantallas no son la única alternativa para el ocio, ni para el aburrimiento”. “Son un instrumento más para paliar” esa sensación de tedio y entretener a los peques, pero “no es el único, ni el exclusivo”, recalca. No obstante, apunta que “hay espacios en los que no hay tele, ni pantalla, y no existe problema de aburrimiento”. La segunda clave o punto, prosigue, es que “el acceso a las pantallas tiene que ser gradual”. “Ahora ves incluso a bebés que tienen acceso al móvil de los papás para ver los dibujos animados. ¿Qué necesidad hay?”, cuestiona y, al respecto, recomienda “evitar la exposición temprana”. En tercer lugar, una vez que acceden a estas nuevas tecnologías, “los adultos tienen una responsabilidad grande para educarles en el uso responsable”, una formación y acompañamiento que debe comenzar “desde el minuto cero”.

Planificación: rutinas

“La mejor recomendación es organizar el día, los hábitos”

Teniendo en cuenta estos tres puntos y siendo conscientes de que el verano “es muy largo”, sobre todo cuando son “más pequeños”, Peñalva recomienda “organizar el día en espacios, en tiempos”, porque “los hábitos son buenísimos para todo el mundo, pero sobre todo para los niños y niñas y cuanto más chiquitines son, cuanto más estructurado tienen todo, mejor responden, porque saben a qué atenerse, conocen qué viene antes, después, qué pasa si algo sucede... Las rutinas –que deben ser flexibles, porque no hay que olvidar que estamos en periodo estival– te dan una estabilidad”. De este modo, una vez organizado el tiempo libre, “veremos también los espacios en los que podemos tener el recurso, porque no es cuestión de eliminarlo totalmente; sino de hacer un uso adecuado”, señala la investigadora de la UPNA.

Así, se puede pautar destinar una parte del día a ejercitar el cerebro –preferiblemente a primera hora, cuando los menores están más frescos–, haciendo tareas, leyendo, ya que es una buena época para fomentar este hábito, teniendo momentos de escritura, dibujo, resolución de problemas, cálculo... En esta línea, Recio invita a “valorar junto con el niño o la niña qué opciones tenemos a nuestro alrededor y, a partir de ahí, elegir. Disponemos de este tiempo libre, ¿qué es lo que podemos hacer? Podemos ir a las bibliotecas, que a veces las tenemos abandonadas y llevan a cabo actividades interesantes, podemos salir al monte, ir al parque, a la piscina, dar un paseo, luego hay asociaciones que también organizan actividades de ocio y tiempo libre... Alternativas que hay que ir buscando para ir colocando en esa organización diaria”.

Asimismo, aconsejan limitar el tiempo dedicado a la utilización de dispositivos tecnológicos en función de la edad y hacen suyas las recomendaciones para un “uso saludable” de la Asociación Americana de Pediatría, que indica que los bebés de 0 a 2 años no deben exponerse a las pantallas; los niños y niñas de 2 a 5 años pueden estar entre media hora y una hora al día; los de 7 a 12 años, una hora con un adulto delante y evitando las horas de comidas; los de 12 a 15 años, una hora y media y con especial cuidado con las redes sociales; y los mayores de 16 años, un máximo de 2 horas diarias y sin pantallas en los dormitorios.

Poner normas y límites claros

“Hay que educar en el uso responsable de la tecnología”

Como sostiene David Recio, “el primer uso que se hace del dispositivo hay que retrasarlo cuanto más, mejor”. En este sentido, su compañera añade que “las van a usar, las tienen que usar, pero démosles todos un uso racional y responsable”.

Para conseguirlo, “tiene que haber unas reglas, unas normas de uso y unos límites claros y firmes. Los ponen los adultos y se intentan consensuar –cuando son más mayores, aunque no es imprescindible– porque eso también les hace ser responsables y conscientes de la necesidad de delimitar el uso, no porque sea bueno o malo, sino porque todo tiene un límite”, expone Peñalva, que también menciona que el “exceso de uso conlleva problemas de salud de todo tipo”.

Estos expertos recomiendan pactar espacios y momentos libres de conexión de pantallas en casa, como la hora de comer o las habitaciones, e inciden en que “el aprendizaje es por imitación. Los adultos debemos ser el mejor ejemplo que puedan tener, evitando que nos vean todo el día enganchados al portátil o al teléfono”. Y es que, afirma Peñalva, “tenemos que acompañarles, explicarles y enseñarles a pensar críticamente”. Para conseguirlo, consideran que no hace falta saber mucho de tecnología, sino escuchar y razonar con ellos, enseñándoles por ejemplo a proteger su privacidad, su intimidad y reputación en Internet. “Que los padres o las madres no conozcan cómo funciona TikTok no significa que no les deban preguntar qué hacen en esa plataforma, qué vídeos suben... Interesarse”, señala la profesora. “Porque hay que educarles, al igual que educas en hábitos de estudio y en tratar y respetar a las personas”, sostiene Recio.

Un acompañamiento que, como reiteran, “hay que comenzar cuanto antes, porque llega una edad en la que no es posible ejercer control sobre su actividad. Si aprenden a realizar un uso seguro y adecuado desde las primeras edades, será más fácil que luego sean capaces de autorregularse y estarán alfabetizados. Sabrán usar los dispositivos de manera crítica y segura, con responsabilidad y conciencia de qué están haciendo”.

Peñalva concluye que “la tecnología no es mala per se. ¿El uso inadecuado es malo? Sí, porque tiene muchas consecuencias, tanto en el presente como a futuro. Cuando mandas a tu peque a comprar el pan por primera vez, seguramente vas con él de la mano, le explicas cómo hacerlo, después le dejas que vaya y lo vigilas y, luego, ya va solo. La autonomía se va adquiriendo con la edad y tú vas soltando porque le has enseñado previamente a ir de la forma adecuada”.