El fiscal de Sala contra los Delitos de Odio y Discriminación, Miguel Ángel Aguilar, considera necesario revisar la legislación para reservar la prisión solo a los delitos más graves y graduar las penas con medidas alternativas, como los trabajos en beneficio de la comunidad, para los más leves. En la actualidad, el artículo 510 del Código Penal establece penas de uno a cuatro años de prisión para todos los casos y fija que se imponga esta condena en su mitad superior –de tres a cuatro– cuando los hechos se lleven a cabo a través de Internet, recuerda el fiscal.

Miguel Ángel Aguilar (Remscheid, Alemania, 1965) es, desde el pasado mes de junio, el primer fiscal de Sala contra los Delitos de Odio y Discriminación, un cargo de nueva creación desde el que coordina todas las fiscalías provinciales especializadas en este tipo de infracciones. En su opinión, el “armazón jurídico” del que dispone el Estado para perseguir este tipo de delitos es “válido”, pero se debería “establecer un principio de proporcionalidad de la pena” en función de cada caso, tal y como recoge la jurisprudencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos.

“No es lo mismo el discurso de odio más industrializado que el discurso de odio que puede hacer una persona concreta, con una publicación concreta, en su cuenta de red social”, argumenta. Por ello, aboga por “establecer penas alternativas a la prisión para los casos que, siendo delictivos, no son tan graves”: inhabilitación, trabajos en beneficio de la comunidad o multas. En este sentido, valora positivamente los “programas de tratamiento” para aquellos condenados a dos años o menos de prisión sin antecedentes que no tienen que ingresar en la cárcel y que están destinados a controlar la agresividad y a concienciar sobre la aceptación de la diversidad.

Aguilar urge también a que se ponga en marcha cuanto antes la Autoridad Independiente para la Igualdad de Trato prevista en la Ley Integral para la Igualdad de Trato y la No Discriminación para sancionar por la vía administrativa los comportamientos que no son constitutivos de delito pero que “tienen que tener una respuesta”.

Hacer pedagogía

Hechos como los insultos racistas a los futbolistas Iñaki Williams o Vinicius Júnior tienen una “proyección colectiva importante”, pues no son solo una “ofensa” a su “honor”, sino también una “lesión a la dignidad del colectivo de personas al que pertenecen”, y denunciarlos “contribuye a hacer pedagogía”.

“Tenemos comportamientos racistas, pero no se puede decir que España sea un país racista”, sostiene Aguilar, a quien le preocupa especialmente este tipo de conductas en el deporte infantil y juvenil. Como fórmula para evitar que se lleguen a cometer este tipo de delitos, Aguilar aboga por la “educación” y “las campañas de sensibilización” y también por que cada ciudadano ponga su granito de arena, al “no aceptar determinados chistes o comentarios que son micromachistas, microrracistas o microhomófobos”.

Más delitos

Según el último informe sobre la evolución de los delitos de odio en España del Ministerio del Interior, el año pasado se denunciaron 1.869 delitos de odio, un 3,72% más que en 2021, lo que para Aguilar “no es un crecimiento alarmante”. De todos modos, pide “prudencia” a la hora de analizar estas cifras, ya que, a falta de un estudio sociológico en profundidad, este alza puede responder a un aumento de las denuncias en un ámbito en el que, recuerda, ocho de cada diez víctimas no acude a la policía. “También hay personas que antes, digamos, estaban dentro del armario, que ahora no lo están, que viven su orientación sexual con plena normalidad, que van cogidas de la mano, que muestran su afecto en público, como no puede ser de otra manera, y eso las pone en contra de lo que siempre se ha pensado”. Por su experiencia de quince años como fiscal especializado en delitos de odio, Aguilar asegura: “Solamente una minoría son cometidos por personas que obedecen a perfiles extremistas. Normalmente, el prototipo de persona que comete delito de odio es una persona que actúa por prejuicios y estereotipos”.

Vox

Línea fina. En el caso de Vox y sus mensajes antimigración, Miguel Ángel Aguilar reconoce la dificultad de “establecer una frontera” entre la defensa de “posiciones políticas que son legítimas dentro de la Constitución” y la lesión a la dignidad de la persona: “Quizá es el delito al que nos enfrentamos más difícil de todos”, apunta. Recuerda que ha habido ocasiones en las que el Ministerio Público ya ha tenido una labor “proinvestigación” y ha sido el juez el que no ha visto delito, como en el caso del cartel en el que Vox comparaba el dinero que supuestamente percibía del Estado un joven migrante con la pensión de una anciana y que fue archivado.