“La era de los alimentos baratos se ha terminado”. La frase suena catastrofista y le cuesta verbalizarla incluso a su autor, en este caso el economista Eduardo Malagón (UPV/EHU), experto en sistemas alimentarios. Pero su reflexión es compartida por el primer sector y otros agentes, que inciden en el tremendo aumento de los costes de producción de los alimentos. La subida del 15,5% en los precios de lo del comer en un año no tiene vuelta atrás, según coinciden los dos economistas consultados, y los precios se “instalarán en una elevada explanada” el próximo año. Es decir, sin encarecimientos añadidos a estos niveles, pero caros.

“Una cosa es que baje la inflación y otra que el escalón de precios que hemos subido ahora vayamos a bajarlo y retroceder”. Eso difícilmente ocurrirá. Comer nos va a salir más caro. Según Massimo Cermelli, economista de la Universidad de Deusto, la analogía que se puede establecer es cuando “pasamos de la peseta al euro”.

Este experto asegura que “nos iremos adaptando”, que “asimilaremos” muchos de los precios que hoy nos parecen difícilmente asumibles y sugiere que habrá que poner el foco en cómo ayudar al 17% de la población vulnerable que no puede asumir ni la compra.

Los dos economistas consultados para este reportaje coinciden en que no hay fórmulas mágicas para bajar los precios y que medidas como topar precios u ofrecer listas de la compra con productos cerrados a precios más bajos entran casi en el terreno de la “innovación”, generan otras tensiones y no es fácil augurar su efectividad.

Lo que sí tienen claro es que reducir el IVA de algunos productos básicos, además dejando frescos como la carne fuera, y el bono de 200 euros para las personas vulnerables no parecen medidas suficientes para apagar la luz de alarma encendida por una inflación desconocida que ha subido en doce meses más de un 15% el precio de los alimentos y deja la inflación general en el 5,8% en Euskadi.

¿Qué está pasando? ¿Era esperable este repunte de la inflación cuando parecía que remitía en los meses previos? ¿Dónde terminará el año? Consultamos con la distribución, el primer sector y dos economistas.

Cermelli se aventura a poner precio a 2023, a fijar un horizonte, y si hoy la inflación se sitúa cerca del 6% (5,8%) en Euskadi, teniendo en cuenta que la “subyacente está en el 7,6%”, la general podría terminar el año “más cerca del 7% que del 5%”, augura. Para Eduardo Malagón, economista de la UPV/EHU, 2023 seguirá siendo un año de IPC disparado y los índices más normales regresarán en 2024.

“La inflación no puede subir de forma permanente”, coinciden ambos. Eso sí, costará regresar a la cifra ideal, un aumento del 2% interanual en el índice general del IPC. Hoy es del 5,8%, después de moderarse a final de 2022 y cerrar el año en un 5,4%.

Menos alimentos y más población

Pero lo más inquietante, volviendo al terreno de la alimentación, es que todos advierten de las tensiones que se vislumbran en el horizonte de la producción mundial de las cosas del comer. El futuro amenaza con menor producción mundial por el cambio climático y un aumento creciente de la población. La ecuación se resuelve fácil: menos alimentos para repartir entre más personas y más dinero necesario para hacerse con esos alimentos. Oferta y demanda.

Xabier Iraola, secretario general del sindicato agrario Enba, pone voz al primer sector. Tiene claro que “los precios no bajan porque lo diga un ministro o una ministra” y asegura que este repunte inflacionista tiene una base sólida. “Lo que notamos es que mientras los costes sigan así, y teniendo en cuenta que el baserritarra tendría que cobrar lo suficiente para cubrir los costes, los precios seguirán muy arriba. Y en nuestro caso no hay datos para pensar que tendrían que bajar”, señala.

“El gasoil ha bajado algo, pero sigue por las nubes y la logística y el transporte están muy caros. Los porcentajes de las empresas transformadoras han bajado y pequeños ajustes igual se pueden hacer, pero venimos de una época en que la cadena de producción de alimentos ha soportado en base a pérdidas. Datos objetivos para una bajada de precios no hay”, lamenta.

Admite, eso sí, que las tensiones son palpables en toda la cadena, también en la distribución y que fruto de la carestía de los alimentos, “el consumo ha bajado” en las grandes superficies y especialmente se está produciendo un traslado de los productos de marca hacia marcas blancas o propias. Fuentes de Eroski confirman este extremo.

Iraola va más allá. Asegura que productores de carne de vacuno guipuzcoanos auguran incluso una “falta de producto” en un horizonte temporal sin definir aún. Hace un año, asegura el portavoz de Enba, los productores forzaron a la cooperativa Urkaiko a subir un euro el kilo de carne que pagaba a los baserritarras, pero en todo un año, Urkaiko “no ha sido capaz de repercutírselo a la distribución y ha estado soportándolo”. Así están las cosas.

¿Y topar los precios?

No son los únicos que han estado asumiendo esas pérdidas. “Igual nos hemos acostumbrado a producir a tutiplén, y todo barato. Y ahora, con el tema del cambio climático, la geoestrategia para no depender de un solo proveedor, y la diversificación han hecho que se pueda dar por terminado ese periodo de materia prima barata”, afirma Iraola.

La tensión para los productores se ha reducido en todo caso. “En muchos productos han empezado a tener un pequeño beneficio, pero llevaban dos o tres años en pérdidas y se han comido todo el patrimonio”, explica el representante de Enba.

La Ley de Cadena Alimentaria aprobada en diciembre de 2021 por el Gobierno español les ha ayudado en ese aspecto. “Aunque no funcione bien, hemos interiorizado todos que, por lo menos, hay que cubrir los costes de producción; no solo a nivel de industria, sino muchos consumidores también lo han interiorizado”, indica Iraola.

Por eso, ahora “el foco se ha puesto en otro lado. Y se dice que los que nos roban es la distribución, pero eso no es verdad. Toda la cadena estamos con el culo prieto, pero es más fácil señalar a las empresas grandes”, añade Iraola.

Era previsible

En este sentido, el economista Eduardo Malagón apunta que en Euskadi “tenemos una estructura de distribución de las más atomizadas de Europa, con seis, siete u ocho grupos, mientras que en Europa son tres o cuatro grandes grupos”. Y recuerda que el mayor de los que operan en Gipuzkoa apenas supera el 20% de la cuota de mercado, lo que alimenta la competencia.

Pero los precios siguen disparados. Y la distribución reconoce que “a tenor de los informes públicos que ya se manejaban (por ejemplo Funcas)”, este repunte de la inflación era previsible. “También porque las bajadas que se están dando en algunas materias primas (índice de costos) se trasladan a un menor ritmo a los precios de los alimentos y éstos a un menor ritmo a los PVP (precios venta al público)”. Así lo confirman fuentes de Eroski, el grupo de distribución que esta semana ha lanzado la llamativa campaña con 1.000 productos básicos a precio reducido.

“Es decir, todavía hay mucho costo que no se ha trasladado al precio de venta. Aunque ahora el índice de costos ha empezado a ser más pequeño y permite ver una esperanza. Además, ya vamos a comparar los precios de este año con el año anterior cuando ya habían subido”, añaden estas fuentes.

El poder adquisitivo de 1996

Y esa es la clave. Los precios no subirán tanto respecto a ahora, porque ya han dado un subidón importante. Eso sí, el escalón subido, subido está. Y la pérdida de poder adquisitivo se percibe en la mayoría de los hogares. Un reciente informe de Adecco, precisamente, asegura que el poder adquisitivo de los salarios españoles (por debajo de la media vasca) están el nivel de 1996.

La pérdida de poder adquisitivo ya se ha trasladado a nuestra compra diaria. Así lo atestiguan en Eroski: “Observamos que el cliente sigue adaptando sus hábitos de compra a sus necesidades actuales. Por ejemplo, acude con mayor frecuencia a comprar (un 3,2% más) pero adquiere menos volumen (un 2,1% menos). Esto quiere decir que hace compras más pequeñas o de menos valor, sustituyendo productos que pueden tener un valor más elevado en precio por otros de menor valor (ejemplo: carne roja versus pollo). También se observa un crecimiento de la participación de la marca propia en las cestas de los consumidores”.

El economista Massimo Cermelli, por su parte, cree que al final “todo se readaptará, es cuestión de una transición, pero al principio es dolorosa”, añade. Recuerda que entre 2014 y 2016 “tuvimos incluso deflación” y que “los niveles de inflación elevada parecía que era una cosa del pasado”, pero la realidad ha sido otra.

La rebaja francesa

Este economista confía en recuperar aumentos del IPC en torno al 2% a partir del próximo año y recuerda que “los bancos centrales han empezado una guerra” para conseguirlo. Lo importante, dice, es “mantenernos firmes”, aunque la subida de tipos también genera daños en la economía: “La subida del euríbor y la hipoteca”, las más palpables, pero asegura que el remedio es mejor que la enfermedad en este caso.

Cermelli no es partidario de intervenciones en los precios de la alimentación, aunque sí admite que topar el gas era más fácil y que ha tenido un efecto positivo. Recuerda que en Francia finalmente la rebaja antiinflación pactada entre la distribución y el Gobierno sobre alimentos ha sido voluntaria y que es cada grupo el que determina qué productos abaratar y el descuento a aplicar.

Lo contrario, dice, sería “transformarse en Corea del Norte o Cuba. La idea de rebajar los precios de los alimentos claro que es buena, pero no es realista y generaría otros descontentos. ¿Cómo vas a hacerlo? Eso no te lo permite la UE. Y si tú dices que el pollo no puede valer más de diez euros, tendrías que topar también el pienso, el agua, la luz, etcétera, todo lo que se utiliza para producir un pollo”, explica.

Malagón también cuestiona el topar los precios. “Antes de toda esta crisis, se aprobó una Ley de la Cadena Alimentaria, que pretendía lo contrario, que no se pudiera vender por debajo de los costes de producción, que no se podía vender a pérdidas. Se hizo para defender al pequeño productor, y ahora estamos diciendo que alguien tiene que reducir”, señala.

En todo caso, los economistas no ven una solución fácil. Cermelli afirma que “cuando hay fracturas como esta, todo se recoloca con el tiempo y luego funciona igual, pero lo que has perdido, cuesta recuperarlo. Tendremos índices del IPC más normales y nos iremos acercando al 2%”, afirma, pero costará al menos un año más.

Por su lado, Eduardo Malagón añade que este estallido de precios tiene un origen “multifactorial”. Recuerda que a nivel mundial algunos productos se han visto afectados por la guerra de Ucrania y Rusia, “porque son los principales exportadores de trigo. También apunta que “está habiendo problemas en lineales en Gran Bretaña, sobre todo en frutas y hortalizas”, porque la producción de invernadero de Bélgica y Holanda se ha visto muy afectada por su elevada dependencia del gas.

Tampoco llega ahora a nuestros mercados, como lo hacía antes, el producto marroquí, porque el país vecino “está dirigiendo su producción al mercado interno”, víctima también de una inflación que tiene carácter internacional y afecta a EEUU y el resto de Europa.

Según Malagón, no hay respuestas absolutas a estas cuestiones. En su opinión, la situación es “consecuencia de la complejidad del mundo en que vivimos” y “es complejo intervenir y corregir”.