Es una cuestión muy presente en la sociedad, incluso normalizada. Es de lo más habitual ver en la calle personas con exceso de peso o incluso obesidad. Un problema que, más alla de la imagen, afecta a la salud y que es mejor zanjar lo más pronto posible. “Cuanto antes se revierte la obesidad, mejor”, consideran Amaia Perales, Garbiñe Aizpuru, Irene Ozcoidi y Elena Alustiza. Las dos primeras son nutricionistas y las dos últimas, pediatras. Y entre las cuatro diseñaron hace diez años un programa para el tratamiento del exceso de peso infantil, programa que logró un reconocimiento a nivel estatal en 2021 y que desde el año pasado está apoyado desde el Ayuntamiento de Donostia, en colaboración con Osakidetza, con la denominación Pausoz Pauso.

“Queríamos abordar la obesidad infantil de otra forma que no se hacía. Nuestra idea se fundamenta en tres vías de actuación: un cambio en los hábitos de alimentación, actividad física y cuidar la emocionalidad del niño, que quiere decir, por ejemplo, que no siempre coma cuando está triste. Son los tres pilares”, explica Amaia Perales, a los que cabe añadir otro aspecto fundamental: “Revertir el exceso de peso en edades tempranas no es sencillo, pero es mucho más factible que cuando pasan a ser adolescentes o incluso adultos, cuando cambiar los hábitos es más complicado, hay más resistencia”. Por eso la edad ideal para empezar a trabajar con los niños es “antes de los 13 años”.

Según los datos ofrecidos por el Plan estratégico nacional para la reducción de la obesidad infantil, 4 de cada 10 niños tienen exceso de peso. La cifra corresponde al Estado, aunque la pediatra Irene Ozcoidi puntualiza que en Euskadi este porcentaje baja del 40% a “alrededor del 30%”. Pero, a su vez, alerta de que “en general va subiendo”. “No es algo que sea tan visible como en Estados Unidos, que llama la atención en la calle, pero ese porcentaje está ahí. Más que pensar en peso, porque depende también del tipo de cuerpo, sería acumulación de grasa en zonas como las caderas, la tripa y los muslos”. Otro factor que hace que el problema esté tan extendido es que “el 70% de las familias que tienen niños con sobrepeso no son conscientes de ello. El clásico comentario de que ya estirará, o ya crecerá, muchas veces no es real”.

Pelear contra el entorno es complicado. “Todo lo que nos rodea es obesogénico, es decir, nos incita a la obesidad”, comenta Garbiñe. “Fíjate a nuestro alrededor”, invita a observar Irene. Alrededor del iglú, situado entre las casetas navideñas del Paseo Urumea, donde estos días han estado informando sobre el programa Pausoz Pauso, las casetas anuncian refrescos, pizza, hamburguesas, quesadillas, dulces y chocolate con churros. “Es lo contrario a lo que intentamos trabajar y es un hándicap”, reconocen: “Los chavales, cuando quedan, van al McDonald’s, a una pizzeria. Cuanto más grandes las raciones mejor, y los refrescos igual. Son marcas que invierten mucho en publicidad”.

Comer mejor es “por ejemplo, comer más fruta y verdura”. “Intentamos no decir generalidades, sino ir a lo concreto, a los datos. No es lo mismo decir que hay que comer tres raciones de fruta al día, sino 21 a la semana. No se trata de hacerlo un día, sino de coger un hábito, comer todas las semanas 21 raciones de fruta y 14 de verdura. Para eso hay que comprar la fruta y la verdura. Si el frutero está vacío, es imposible para los niños, por eso los padres tienen que colaborar”.

No es "prohibir", sino "crear un hábito"

Las nutricionistas aclaran que “no hay nada prohibido, aunque sí cosas que no deben ser habituales”. Explican que “un niño puede comer gusanitos de vez en cuando o tomar un zumo envasado, pero no de forma habitual. No se trata de prohibir, sino de crear un hábito, algo que sea para toda la vida, y mantenerlo. Si es ocasional, se puede tomar lo que se quiera. Lo de las chuches el viernes se dice mucho, pero no sabemos cuántas chuches comen el resto de días”.

También está muy vinculado el dulce con los premios a los niños. “Ni se premia ni se castiga con la comida. Es algo que tratamos en los talleres. Eso entra dentro de la parte emocional. Muchos niños con sobrepeso comen cuando tienen emociones negativas. Les animamos a no hacerlo, a parar un segundo, pensar qué me está pasando, hablar con los aitas. Es un tema de autoestima y motivación. Tienen que aprender otras estrategias de comportamiento antes de comer”, explica Amaia.

La falta de una educación nutricional es otro obstáculo para una adecuada alimentación. “No tenemos mucha”, reconocen: “En el colegio se enseñan cosas que no son prácticas como los nutrientes o las calorías. Y son momentos puntuales de su vida escolar y luego se olvida. Y en cada cumpleaños hay que llevar galletas, chuches o bizcocho. Y siempre hay algo que celebrar con dulces. ¿Para qué? ¿Por qué no se llevan mandarinas?”, comentan.

Comer bien parece tener en ocasiones un trasfondo negativo: “En ese entorno obesogénico en el que nos encontramos, el que se cuida está a dieta o régimen, y no es eso. Se trata de aprender a comer. Algunos padres en los talleres dicen: Venimos a sufrir, a hacer dieta. Hay que quitarse esa idea. Gastronómicamente se puede disfrutar comiendo bien y tiene que ser así”.

Junto a la alimentación está el sedentarismo: “Hay chavales que no se mueven mucho. Quedan para jugar con las pantallas. A los chavales con sobrepeso normalmente les cuesta hacer ejercicio. Y luego hay niños que les gustan actividades más tranquilas, pero hay que buscar un rato para hacer una actividad física que les guste”.

En cuanto a la parte emocional, además de evitar esa ingesta de comida inadecuada en momentos de tristeza o enfado, tratan de enseñar a los niños a “aceptarse”: “Hay cosas de nuestro cuerpo que no se pueden cambiar y otras sí. Hay que trabajar, aceptarse y tratarse con cariño”.

Programa de un año

El programa Pausoz Pauso, dirigido a niños de 9 a 13 años, consta de doce sesiones. Las nueve primeras se desarrollan en nueve semanas consecutivas y luego hay otras tres sesiones a los cuatro, ocho y doce meses. Las nutricionistas trabajan tanto con los niños como con los padres en los tres aspectos citados: “La parte alimentaria, la actividad física y el apartado emocional”.

Primero hay que ver de dónde parte cada familia. “Puede haber algunas que comen más o menos bien, pero son sedentarias; y otras que tanto los padres como los niños tienen sobrepeso y tienen hábitos alimentarios malos. A partir de ahí vamos proponiendo. No es decir que hay que comer más fruta o verdura, sino poner objetivos cada semana. Por ejemplo, esta semana tienes que proponerte comer dos piezas de fruta al día y un total de tres ensaladas. O hay que salir a andar en bici. Lo registran y a la semana siguiente cuentan si lo han conseguido o no. En el propio grupo se animan entre ellos. No se trata de ir y escuchar unas charlas, les incitamos a ir por un camino que lleva un cambio. Es exigente, pero si aprovechas el programa, se nota”.

Aclara Garbiñe que “no es un programa para adelgazar”, sino para “coger buenos hábitos para toda la vida”. “Lo importante es aprender a comer y hacer ejercicio para que cuando llegue el estirón de los chavales el trabajo ya está hecho. Tenemos chavales que tenían exceso de peso y cuando han dado el estirón ya están en un peso normal gracias a estos hábitos”, añade Irene. Por eso, “lo ideal es empezar a trabajar con ellos entre los 9 y los 13 años, antes de ese cambio.

El programa Pausoz Pauso es “gratuito, público e integral”, indican: “La captación de niños y familias se hace desde las consultas de pediatría de Donostialdea. El pediatra puede proponer a una familia entrar en Pausoz Pauso, pero se pide que se comprometan, porque requiere un esfuerzo”. Un plan público como este “no existe en Europa, y que de forma privada costaría a cada familia unos 1.500 euros”. Su objetivo es que lo que ahora solo se puede acceder desde Donostia se extienda a más localidades de Gipuzkoa.