Abogados del turno de oficio que atiende a víctimas de violencia de género en Gipuzkoa solicitan "mayor apoyo psicológico” a mujeres que acuden a denunciar malos tratos. “Es una carga enorme denunciar la situación y enfrentarse al día siguiente a un juicio rápido. Llegan sin dormir, con unos nervios terribles y miedos, y muchas de ellas -de hecho- desisten por esa falta de acompañamiento”, advierte la abogada Cristina Ramos, de la Asociación Clara Campoamor, organización que se ha personado como acusación popular en numerosas causas para proteger a las víctimas.

Un refuerzo de recursos que parece más justificado que nunca atendiendo a lo ocurrido en la recta final de 2022. El último mes del año ha venido marcado por un goteo constante de asesinatos machistas y de intentos de homicidio, también de agresiones. El Estado ha registrado el mes más trágico en violencia machista en dos décadas, con 13 mujeres asesinadas en 28 días, entre ellas, una víctima de 45 años que perdió la vida a manos de su pareja en Bizkaia, la primera muerte por violencia de género en el País Vasco en el año que acaba de concluir.

“Es un solo caso en Euskadi, pero el más extremo. Sin tener que llegar a lamentar muertes, la verdad es que asistimos a una mayor violencia, a tener muy en cuenta”. Ramos trabaja para la asociación desde hace 16 años. Atesora la letrada una dilatada experiencia que suma otros quince años de ejercicio en el turno de violencia de género y de agresión sexual del Colegio de Abogados de Gipuzkoa.

A ojos de esta profesional, durante el último año se ha producido un preocupante aumento de casos, algo que confirman los datos que se han hecho públicos esta misma semana. Un total de 3.127 mujeres fueron agredidas por su pareja o expareja durante los once primeros meses del año pasado en Euskadi. Se trata de un incremento del 15,4% con respecto a las 2.710 víctimas contabilizadas en el mismo periodo de 2021. Denunciantes a las que Ramos pone rostro. “Cada vez vemos más casos de violencia entre jóvenes, con una tendencia al alza, a diferencia de lo que ocurría por ejemplo hace quince años”, recalca la letrada.

La Manada, el punto de inflexión

El aumento de denuncias es incesante desde hace seis años, a raíz del caso de La Manada, la violación grupal a una joven en Iruñea durante las fiestas de San Fermín, el 7 de julio de 2016. Aquellos hechos tan graves como impactantes provocaron en las jóvenes una rebelión interior, con un sentimiento de identidad de género que parece continuar arraigado. “La situación social no tiene nada que ver a cuando empecé. La gente tiende a denunciar mucho más; no solo las víctimas, también ciudadanos a pie de calle que son testigos de los hechos”, asegura.

En Gipuzkoa se han registrado en los últimos once meses del año un total de 1.492 casos, según los datos facilitados por el Departamento vasco de Seguridad y recopilados por Emakunde, que tienen en cuenta a las víctimas de delitos contra la libertad sexual, de violencia intrafamiliar o a manos de la pareja o ex pareja.

El perfil de las víctimas es muy variado. “A la asociación llegan todo tipo de casos. Plantean muchas dudas sobre cómo interponer una denuncia, y con respecto a las más jóvenes suelen ser los familiares quienes se ponen en contacto para expresar su preocupación por sus hijas, que a pesar de estar sufrimiento mucho no quieren denunciar los hechos”, explica la abogada.

La letrada trata de persuadirles de que den un paso al frente. “Si no quieren darlo, es imposible buscar una solución. Trato de hacer ver a los familiares la necesidad de que hablen con las víctimas. Yo misma me ofrezco a hacerlo, pero muchas veces no quieren aceptar esa ayuda”, lamenta Ramos.

Las jóvenes atrapadas en esa espiral de violencia, más que asistencia letrada necesitan en esos momentos ayuda psicológica. “Yo les puedo ayudar, decirles que interpongan la denuncia y los pasos a dar, pero lo mental es lo más difícil de tratar”, reconoce esta abogada, la única que trabaja en Gipuzkoa para la Asociación Clara Campoamor.

Este mismo periódico tuvo ocasión de hablar en noviembre con Diana Uranga, una víctima de malos tratos que puso voz al infierno de los malos tratos.

“Es muy difícil ponerse en la piel de una mujer maltratada. Pasó mucho tiempo hasta que fui consciente de lo que estaba ocurriendo. Estaba enamorada. Desde fuera pueden parecer cosas inexplicables, pero yo me proponía intentar cambiar las cosas. Entonces no lo sabía, pero era imposible”, reconocía esta víctima, que puso especial énfasis en la tortura psicológica que pasa desapercibida a ojos de la sociedad.

La abogada de la Asociación Clara Campoamor se pronuncia al respecto. “La violencia psicológica se puede estar ejerciendo durante mucho tiempo, y cuesta muchísimo recuperarse. Por eso les intento transmitir que no lleguen hasta ese extremo. Cuando vienen y hacen el relato de lo que les ocurre, les digo: es el momento de salir, porque luego no vas a poder. Pero claro, hay que tener mucha fuerza, y ayuda”, precisa.