Euskadi necesita desfibrilador aplicado directamente en el pecho para revivir y superar el progresivo proceso de envejecimiento de su sociedad. Las alarmas ya saltaron hace meses en el Gobierno Vasco, alertado aún más por los ínfimos y decadentes niveles de natalidad de los últimos años, y por eso el Ejecutivo ha puesto sobre la mesa las bases de una herramienta clave en este proceso revitalizador: la Estrategia Vasca 2030 de Emancipación Juvenil, que fue presentada en Consejo de Gobierno el 7 de diciembre con carácter de propuesta inicial y se encuentra en la fase final de aportaciones. La intención es que sea aprobada definitivamente para marzo de 2023. Según el Gobierno Vasco, “es una prioridad de primer orden”.

La emancipación juvenil como llave para arrancar la moto. El plan propuesto incide en el empleo, la vivienda, la educación, nuestra propia cultura y el modo de entender la vida, y admite que serán necesarios numerosos mecanismos para su impulso. Se contemplan en los próximos años más ayudas directas para fomentar la natalidad, para impulsar empleo de más calidad y mejores salarios entre los jóvenes, que hoy cobran de media menos que en 2010; préstamos sin intereses, nuevas fórmulas de vivienda para hacerla más accesible. Una millonada en los próximos ocho años, sin definir aún, pero que solo en empleo y vivienda ya cuenta con partidas importantes para 2023.

La propia Ley de Juventud aprobada por el Parlamento Vasco en marzo de 2022 determina en su artículo 5 que “se promoverán cuantas medidas resulten necesarias para favorecer la autonomía y la emancipación de las personas jóvenes”. La luz de alarma lleva tiempo encendida.

La mayoría de jóvenes en Euskadi se emancipa después de los 30 años. La situación no ha podido corregirse en la última década. Pero si se les pregunta, los jóvenes aseguran que la edad ideal para hacerlo está entre los 24-25. No es un asunto menor, porque este retraso en la emancipación, cuatro años más tardía en Euskadi que en la UE, tiene funestas consecuencias.

La primera, y probablemente más importante, según el borrador de Estrategia Vasca de Emancipación Juvenil del Gobierno Vasco, es que implica “serios trastornos en el derecho de las personas jóvenes a desarrollar sus proyectos de vida”. Y ello provoca “desequilibrios intergeneracionales, contribuye al envejecimiento de la sociedad y genera problemas en el reemplazo laboral y en la perspectiva de sostenimiento de los sistemas de protección social”. Las pensiones, por ejemplo. Si los jóvenes no son suficientes, si no tienen las condiciones para emprender sus propios proyectos de vida con garantías, el castillo se desmorona.

Es una cadena. El retraso en la emancipación provoca que la construcción de hogares y familias también se retrase, lo que a menudo retrasa la primera maternidad. Estas circunstancias contribuyen, a su vez, a incrementar el número de familias con un solo hijo o hija, o sin descendencia.

Hablamos de un cóctel explosivo que la pandemia ha acrecentado aún más si cabe, interrumpiendo algunos procesos de emancipación iniciados y reduciendo significativamente la tasa de emancipación, que ha retrocedido desde 2019.

“El desempleo o la precariedad laboral y las dificultades de acceso a la vivienda, ante la desproporción entre los precios de la vivienda, también en alquiler, y los ingresos de la mayoría de las personas jóvenes dibujan un futuro incierto para la generación mejor formada de nuestra historia, que en algunos casos sufre el impacto de la pobreza y, mayoritariamente, el retraso de su emancipación respecto a otros países de nuestro entorno y respecto a su deseo, viendo comprometido el desarrollo de su proyecto de vida autónoma”, analiza el documento inicial de la estrategia vasca.

En Euskadi, según este documento, entre los 25 y 29 años trabajan casi siete de cada diez personas (67%). Sin embargo, lo hacen con un salario neto “medio” mensual inferior al de hace una década. Concretamente, de 1.297 euros (1.424 en 2010) y en condiciones de alta temporalidad (56,3%) y parcialidad (32,5%).

Del mismo modo, las personas asalariadas de 18 a 34 años deben dedicar más de la mitad de su sueldo para acceder en el mercado libre a la vivienda en propiedad (58,7%) y en alquiler (54,7%). Mientras que lo recomendable desde el punto de vista del equilibrio de las economías domésticas es no dedicar más de un 40%.

Esta situación genera incertidumbre en los jóvenes y los frena en su emancipación. Pero también hay factores culturales que retrasan nuestro vuelo fuera del nido parental. En este sentido, el documento subraya la “extensión cultural de modelos de vida y convivencia individualistas y de alta exigencia de garantías de seguridad o confort para iniciar un proyecto de vida propio, personal o familiar”.

Plan de acción

La fórmula propuesta, la pócima para el rejuvenecimiento social a largo plazo pasa, por tanto, por una paquete de medidas por definir aún, pero ya perfiladas. Los objetivos que se destacan en la estrategia vasca son tres: en primer lugar, situar la edad de emancipación de las personas de 18 a 34 años en torno a los 29 en 2025; y en los 28 años, en el horizonte de la década de 2030. También aumentar las tasas de emancipación juvenil, situándolas progresivamente en el entorno del 50% y del 75% en las franjas de 25 a 29 y 30 a 34 años. Y por último, importar las políticas de apoyo con mejores resultados en otros países.

En concreto, se plantea como objetivo irrenunciable a corto plazo, “recuperar el salario medio de 2010 y aumentar la tasa de quienes tienen más de 600 euros/mes. Y para ello, en el plan de actuación, se contempla un Plan de Choque de Empleo juvenil (Programa Berpiztu), cuyo objetivo es crear 13.500 empleos en el periodo 2023-2024. La inversión en estos programas específicamente dirigidos a jóvenes para el periodo 2023-2024 es de 82 millones de euros.

En lo que se refiere a vivienda, se incidirá especialmente en el alquiler y en la franja de 25 a 29 años. En todas las promociones públicas, se aplicará además el porcentaje máximo del cupo de viviendas destinadas a personas menores de 36 años, establecido en un 40%. Adicionalmente, se impulsarán “fórmulas innovadoras” diferentes al alquiler y la compra y se intentará “mover vivienda vacía y ofrecer alternativas a personas con rentas entre 19.000 y 30.000 euros”.

En 2023, por ejemplo, se incrementa la cuantía máxima de las ayudas al pago del alquiler dirigidas a personas de 18 a 35 años (Gaztelagun) hasta los 300 euros.

También se está estudiando la creación de una ayuda directa dirigida a jóvenes de entre 25 y 29 años que han iniciado un proceso de emancipación. A partir de 2024, también se contempla la creación de un programa de préstamos sin intereses y con posibilidad de devolución a largo plazo para proyectos de emprendimiento, formación y/o vivienda para jóvenes de 25 a 34 años.

Del mismo modo, se prevé un incremento de las ayudas directas por hijo a cargo, la gratuidad de la etapa 0-2 años, a través del Consorcio Haurreskolak, y la adaptación de los precios del transporte público para las personas jóvenes. l

En cifras

  • Lejos de Europa. En 2020, la tasa de emancipación de la población vasca de 18 a 34 años era del 35,1%. En 2019, antes de la pandemia, era de 38,5%, con lo que el retroceso es importante. Y la edad lleva una década alrededor de los 30 años. Por su parte, la media de la UE marca un 49,6% de emancipación y una edad media de 26,4. Y en el Estado español, un 34,5% y 29,5 años.
  • Población joven. Euskadi tiene una población de 206.400 personas entre los 25 y los 34 años. De todas ellas, 151.100 están ocupadas, un 73%. 115.375 están emancipados y 101.923 sin emancipar.
  • Aumenta la brecha salarial.
  • La renta personal de una persona joven (25 a 34 años) era en 2009 el 75% de la de una persona adulta. En 2013 esta ratio baja del 70% y, desde entonces, no ha superado esa barrera.
  • Vivienda. 50.000 jóvenes de 25-34 años tienen necesidad de acceso a la vivienda. 7 de cada 10 no tiene ingresos suficientes para emanciparse de forma individual.