Tras el traslado de Munilla a Orihuela, escribí diecinueve páginas manuscritas con las conversaciones que mantuve con diferentes personas próximas a la Iglesia de Gipuzkoa y otras tres páginas que recibí de una religiosa y de un joven sacerdote. Se publicó en Religión Digital. De hecho, mantuve seis conversaciones con sacerdotes en activo, y otra con un sacerdote secularizado, también activo en la Iglesia. Otras seis conversaciones con laicos (tres hombres y tres mujeres), algunos muy implicados en la Iglesia, otros alejados tras haber estado implicados. Y también he conversado con dos religiosas de congregaciones distintas. En total 15 personas en conversaciones que han durado entre treinta minutos y más de una hora.

Ante el nombramiento de Fernando Prado, claretiano, a quien no conozco personalmente; como nuevo obispo de San Sebastián, en parte me sirvo de aquel texto, tras la salida de Munilla, en el que reflexionaba sobre la situación de la Iglesia en Gipuzkoa, que no habrá cambiado tanto en los últimos ocho meses.

En Gipuzkoa hay unos 150 curas en ejercicio. La edad media del conjunto del clero es de 74 años, pero solamente de menos de sesenta años hay 75. También tres diáconos permanentes. El mayor porcentaje se sitúa entre los 50 a los 75 años.

Hay también clero joven. Cabe destacar dos grupos entre ellos: unos 15 sacerdotes, naturales de Gipuzkoa, que estaban en otras diócesis y Munilla les invitó a venir a su diócesis. Son curas que se han formado fuera de Gipuzkoa. Un sacerdote, y no de los más alejados a Munilla, me señala que muchos estimaban que el Seminario de San Sebastián, en tiempos de Setién y Uriarte, era un “seminario protestante”. De los 15, solamente 3 están incardinados en la diócesis de San Sebastián. A la espera del nuevo obispo.

Otro grupo de curas jóvenes proviene del extranjero, también invitados por Munilla. Con contratos “ad tempus”, también a la espera del nuevo obispo. Según la opinión consultada, estos dos grupos de jóvenes serían los más próximos a los planteamientos de Munilla. 

La situación de la iglesia de Gipuzkoa a la salida de Munilla

La opinión es unánime, aún con acentos algo diferentes. La situación de la Iglesia en Gipuzkoa es mala, en declive, mortecina, sin ilusión…, una Iglesia en crisis y con dificultad para salir de ella.

Entre los rasgos de esta situación se insiste en estos: los curas están muy divididos y prácticamente solo se hablan, con un mínimo de profundidad, entre los que son de su cuerda.

No solamente los curas: la Iglesia de Gipuzkoa está muy fragmentada, dividida. Antes de Munilla, me señalan varios comunicantes, había una corriente general y mayoritaria de seguir el carril del Vaticano II, que se habría roto con los doce años del episcopado de Munilla. Personalmente, añadiría por mi cuenta, que Munilla en el Vaticano II se hubiera situado en el grupo minoritario del Concilio, y esa realidad creo que sigue siendo válida en nuestros días, con la capital precisión de que, en la actualidad la proporción de creyentes es notoriamente inferior en Gipuzkoa, a la de los tiempos del Concilio.

En relación a lo anterior hay otra realidad a poner de relieve. En la actualidad, los curas y religiosas jóvenes se sitúan más en la minoría conciliar, cuando no pre-conciliar, a diferencia de los sacerdotes de más edad. En la diócesis guipuzcoana hay una clara segmentación y diferenciación entre curas jóvenes y curas mayores. Los más “progresistas” son de edad madura, muchos a punto de jubilarse; los más “conservadores” son los más jóvenes. Es una inversión de la tendencia en la sociedad civil que exige explicación en la que no puedo entrar aquí, por cuestión de espacio.

En los tiempos de Setien y Uriarte, lo apunto, como señala un cura joven, también había división en la diócesis, entre los laicos particularmente, por cuestiones de orden político (nacionalista/constitucionalista). En la actualidad, añado yo, con la aquiescencia de la gran mayoría de las personas con las que he hablado para este artículo, sacerdotes, laicos y religiosas, la fragmentación de la diócesis se debe a diferentes modelos de Iglesia. Es una de las razones de fondo de las diferencias entre Munilla y los sacerdotes, diferencias que ya se manifestaban, cuando Munilla era párroco de Zumarraga. Luego el tema viene de lejos.

Los sacerdotes y algún laico subrayan que no hay motricidad en las parroquias, muy decadentes en su gran mayoría y que, sin embargo, hay grupos de cristianos que se reúnen, a veces con un cura, a veces solo entre laicos, también con religiosos de ambos sexos, para pensar juntos sobre diversos temas y sobre cómo la fe les posiciona o ayuda a posicionarse sobre las cuestiones tratadas. También hay grupos que se reúnen en oración, o terminan sus encuentros con una oración. Según los curas con los que hablé, este tipo de encuentros, con mayor o menor intensidad, se da en la mayoría de las parroquias. Situación que no se limita a las parroquias pues comunidades religiosas también reúnen a grupos de reflexión, oración, discernimiento, etc. Menciono los jesuitas, franciscanos, marianistas, claretianos, simplemente porque he tenido ocasión de participar en esos grupos. Hay que añadir que en algunos casos –¿cuántos?– asisten personas no cristianas pero deseosas de participar en estos grupos de reflexión, de intercambio de puntos de vista.

Un tema clave para la continuidad de estos grupos es que haya un coordinador, impulsor de los mismos. Sin esta persona, los grupos desaparecen. Ahí está su futuro. Y aquí la Iglesia necesita personal. Tema de fondo donde los haya: compaginar la vida profesional, y familiar en muchos casos, con la animación de grupos de inspiración cristiana. El ministerio eclesial, más allá del sacramento del Orden, exige una profundización y, añado, reforma urgente. Un dato: ¿cómo es posible que la Iglesia no tenga en cuenta la segura aportación de tantos sacerdotes secularizados que mantienen viva la chispa de la fe, la esperanza de avanzar en el Reino de Dios, con la caridad como base y norma de acción?

Un laico, muy próximo a la Iglesia, me dice que la Iglesia está viviendo una crisis importante de cambio en sus estructuras funcionales. La crisis de vocaciones conlleva que no haya relevo sacerdotal, salvo traer clero de otras partes, con dificultades de aculturación. Durante los doce años de Munilla los niveles de motivación pastoral han descendido también en las acciones diocesanas como tiempo libre, encuentros con jóvenes, pastoral familiar, etc. Se mantiene Caritas, pero ligado exclusivamente a las parroquias, y sin proyecto ni proyecciones más allá de ellas. Los referentes no se renuevan y en la actualidad estamos en una Iglesia de minorías y no con una estructura de Iglesia de masas, lo que ya no es el caso. Sostiene el comunicador laico, y yo con él, que la sociedad guipuzcoana, aun estando muy secularizada, mantiene, sin embargo, en el fondo un sustrato religioso, que conservan muchos laicos, con diferentes concepciones de lo religioso y de modelo de Iglesia.

Esta es la fotografía que yo haría de la actual Iglesia de Gipuzkoa, y a la que habrá de “pastorear” el nuevo obispo. Como católico de la Iglesia de Gipuzkoa, me permito sugerirle que se tome su tiempo. Que escuche a todo el mundo. Del color religioso (y añado político) que sea. Que se patee Gipuzkoa. Que tenga en cuenta –no le quedará más remedio– a las personas “consagradas” o “cercanas a la fe religiosa”, aun con dudas y críticas a la Iglesia. En Gipuzkoa hay personas con raigambre religiosa, cristiana y católica, aunque críticas, a menudo muy severas, con la Iglesia.

Ongi etorri, Fernando Jauna.