Uno de los establecimientos de toda la vida de Legorreta ha bajado este lunes por última vez la persiana. Panadería Arregi, un pequeño ultramarino en el que la venta de pan ha sido siempre piedra angular, cierra tras casi un siglo de existencia, con la jubilación a los 70 años de Patxi Goya, tercera generación de la saga familiar Arregi-Elosegi que ha regentado el establecimiento. “Pensamos que ya era hora”, expone a este periódico su hermana, Marivi Goya, que, pese a haberse dedicado a la enseñanza, siempre ha estado dispuesta a echar una mano en el negocio.

La panadería nació hace más de 90 años, de la mano del matrimonio formado por el errezildarra Juan Arregi y la beizamarra Tomasa Elosegi. La pareja había tenido previamente un negocio igual en Ordizia, aunque en un local en alquiler y, como deseaban tener “un negocio propio”, optaron por trasladarse a Legorreta, aconsejados por el dueño de la Papelera Etxezarreta de la localidad guipuzcoana. Entonces no había ninguna otra panadería en el pueblo, por lo que “compraron una casa y pusieron allí el primer horno”, recuerda Goya.

Con el paso de los años, los hijos del matrimonio se incorporaron al negocio familiar. El hijo, Ramon, como panadero y las hijas, Isabel y Rosario, vendiendo el producto en la tienda. Y es que, desde los inicios, Panadería Arregi ha tenido esencia de ultramarino y no solo ha vendido pan, sino también frutas, hortalizas, legumbres, conservas y productos de droguería, entre otros. En un momento dado, incluso artículos como alpargatas, calcetines e “incluso bolsas de agua para llevar a la cama”, rememora Arregi. “Ahora las tiendas están especializadas y la gente no compra esas cosas en estas tiendas”, admite.

Eso sí, la venta de pan siempre ha sido el corazón de este negocio, sobre todo en los años en los que se confeccionaba en la tienda. Una labor que Ramon Arregi heredó de sus progenitores y llevó a cabo hasta su fallecimiento, en 1997. “Con él terminó el pan bueno de Legorreta”, incide Goya. Un producto que realizaba con la técnica tradicional y usando masa madre como base. A partir de ahí, elaboraba una gran masa la noche anterior, que dejaba reposar cuando se iba a dormir y comenzaba a trabajarla de madrugada, hasta culminar en lo que hoy en día se conoce como “pan artesano”. “Era muy buen panadero”, subraya su sobrina.

A lo largo de su andadura, el establecimiento ha sido testigo de diversos cambios. Entre ellos, los cambios de hábitos de compra de la ciudadanía, que comenzó a abogar más por los grandes establecimientos, si bien “nuestros clientes no han cambiado demasiado”, reconoce Goya, y se han mantenido fieles a Panadería Arregi. 

Por otro lado, también ha cambiado el formato de venta de los productos; "antes se vendía todo a granel y ahora viene envasado”, resume Goya. “Me acuerdo, cuando éramos pequeños, cómo preparaban las legumbre, el aceite, el café... Lo traían todo en sacos grandes; los plátanos también solían venir en racimos de 16 o 22 kilos. Y luego los repartían en pequeños paquetes o en papeles”, relata.

Una tienda de toda la vida

Con todo, Panadería Arregi se ha mantenido como una típica tienda de pueblo durante toda su existencia, sin caer en franquicias. “Siempre hemos seguido un plan”, dice la nieta de Tomasa y Juan, consistente en comprar producto a los comerciales y vendérselo directamente a la clientela, sin intermediarios.    

Este trato cuidado ha hecho que hayan tenido una clientela fiel, que siempre se ha acercado a adquirir “unos productos determinados”; sobre todo, pan, fruta, conservas y productos para mantener a raya las plagas en la huerta, como son los pesticidas.

A pesar de tratarse de un negocio familiar, los Arregi-Elosegi han estado rodeados de en su andadura de otras personas que han trabajado en la panadería, bien repartiendo pan, confeccionándolo en el horno, o despachando en la tienda. En esta última década, Maite ha sido una más  y ha acompañado a Patxi y Marivi hasta echar el cierre definitivo.

Ahora, y tras varias décadas dedicándose a este negocio, desde que empezó a ayudar a su madre y sus tíos siendo joven, Patxi Goya se despide de trato al público en una más que merecida jubilación. Y con él, también descansa su hermana Marivi, que ha seguido ayudando en la tienda, incluso después de jubilarse en el mundo de la enseñanza. “Tendremos que ir cambiando el modo de vida sobre la marcha”, afirma esta última. De momento, cierran el establecimiento, sin traspasárselo a nadie más. “No hay privacidad”, apunta Goya, al hallarse el local en los bajos del edificio en el que se encuentra su vivienda familiar, por lo que prefieren esta solución. “Qué pasará a partir de ahora, no lo sé”, comenta. Adiós, por tanto a “la tienda más antigua de Legorreta”.