Lo que sucede una vez se repite. Bajo esa premisa, Gipuzkoa tiene ante el cambio climático y la posible elevación del nivel del mar un reto importante. Si la playa de La Concha puede retroceder entre hasta 14 metros y la de la Zurriola hasta 20 para finales de siglo, como apuntan las predicciones, no hace falta decir cómo podrían golpear las olas nuestras localidades costeras dentro de unos años.

Y si las precipitaciones provocan cada con más frecuencia inundaciones en nuestros pueblos, como las del noviembre y diciembre, tampoco es de extrañar que suceda lo mismo cada equis años si las precipitaciones van a ser cada vez más extremas.

Margarita Martín, la delegada de Aemet en el País Vasco, mostró su inquietud al respecto claramente durante el último encuentro con el diputado de Medio Ambiente, José Ignacio Asensio, en la presentación del informe anual de los Objetivos de Desarrollo Sostenible en el territorio. En su opinión, Gipuzkoa tiene mucho que hacer para adaptarse a esa situación. Martín insistió en que hemos urbanizado ríos y costa y lo hemos hecho sin esa visión que ahora nos impone el cambio climático. Y ese nuevo urbanismo y la adaptación a las previsiones climáticas es un ejercicio "caro" que Gipuzkoa tiene pendiente de hacer.

"Hay que recordar que en Donostia se tiró la muralla en 1863 y a partir de ahí se urbanizaron los arenales de La Concha y la Zurriola. Donostia es una playa urbanizada y está urbanizada hasta la línea máxima de pleamar. Y esa línea de pleamar va a subir", dijo Martín. Podría hacerlo hasta un metro en 80 años.

Así lo afirmó recientemente en una conferencia María José Sanz, directora científica de Basque Centre for Climate Change. En la misma, la que es una de las mayores expertas del Estado en cambio climático, recalcó que uno que la inundación de edificaciones costeras "va a ser un problema" en el futuro para ciudades como Donostia, y las redes de infraestructura urbana, principalmente de saneamiento y transporte, "se pueden ver muy afectadas", además de otros elementos constructivos, como los paseos marítimos. Hay posibilidad de daños en la infraestructura portuaria y un aumento del riesgo en los fallos de los diques al aumentar su calado y los esfuerzos soportados, dijo, aunque al menos "Donostia es una de las pocas ciudades del Estado que cuentan con un plan específico de adaptación al cambio climático y eso es un gran paso", valoró Sanz.

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Los temporales también serán más habituales en nuestro territorio. "Si el clima es más cálido también aumentará la frecuencia y no sabemos si la intensidad, pero hemos tenido ya con olas de 13 metros en Donostia", alertó Margarita Martín, quien auguró que el paseo Nuevo de Donostia es un buen ejemplo de lo que estamos hablando y "seguirá siendo nuevo mientras haya dinero", bromeó.

"Las poblaciones costeras tiene que haber un plan y un proyecto urbanístico para proteger la costa y sobre todo para los usos que se hace de la costa, porque se hace un uso residencial. Todo tiene que respetar la función de la costa. La costa es un sistema ecológico que nosotros hemos urbanizado y le hemos suprimido la vida y le hemos puesto al servicio del beneficio económico, turístico y antes de la pesca", aseguró Martín.

Todo al río

Tampoco nuestros ríos se libran. El 14 de octubre de 1953, cayeron 314 litros en 24 horas en Oiartzun, en Arditurri. Hubo 28 muertos. En las últimas inundaciones, en el punto donde más agua cayó, Artikutza, se registraron 183,4 libros por metro cuadrado, y entre 80 y 100 en la mayoría de puntos de los que se inundaron. Tómese como referencia que Artikutza ha recogido en toda la semana pasada 388 litros por metro cuadrado. Es decir, con la mitad de precipitaciones que hace un siglo tenemos inundaciones parecidas.

Si bien es cierto que la saturación del terreno debido a los 20 días consecutivos de lluvia, tuvo un efecto multiplicador en las inundaciones del pasado 10 de diciembre de 2021, también es cierto que nuestros pueblos están urbanizados hasta las orillas mismas de nuestros ríos y que los materiales de nuestros paseos y avenidas no están pensados para minimizar los posibles efectos. Al contrario, facilitan los desbordamientos.

"Esto implica repensar el derecho urbanístico y calcular no solo protecciones, sino posibles salidas del agua. Y claro, se han hecho tanques de tormentas que no son para 314 litros en 24 horas", alertó Martín.

Los tanques de tormentas son unos gigantescos depósitos subterráneos creados para almacenar las primeras aguas de lluvia, que además son las más contaminantes, porque arrastran toda la suciedad acumulada en las calles y en el asfalto. De este modo, los tanques evitan que las depuradoras sobrepasen su caudal máximo y tengan que verter el excedente, sin tratar, a los cauces receptores.

Todo ello implica proyectos para la costa, inversiones" y, ya que no se pueden desmontar ciudades enteras y trasladarlas de sitio, "hacer uso de materiales respetuosos con el medio ambiente", afirmó la delegada de Aemet. Martín explicó que actualmente "en las riberas de los ríos está todo impermeabilizado con asfalto y baldosa; toda el agua que cae al río; antes caían en llanuras fluviales y no toda el agua iba al río, iba por escorrentía pero al cabo de varios días, pero no instantáneamente", como sucede ahora.

"Con precipitaciones la mitad de las que caían hace un siglo, los desastres que se producen son los mismos", porque "no estaban urbanizadas las ciudades hasta el borde del río". Ahora, sin embargo, "hemos artificializado el suelo e impermeabilizado el suelo" y será necesaria "una inversión tremenda, de sustituir pavimentos urbanos por pavimentos permeables, que existen, pero son carísimos", alertó.