Mario, donostiarra de 49 años, conoce perfectamente lo que supone tener altas capacidades y pasarlo mal de niño al no encajar en ningún lado por no saber dirigir ese talento innato. Ahora, de adulto, ha creado junto a su mujer, Ainhoa, la Fundación Jasón. Ahí ofrece un lugar donde estos chavales y chavales con altas capacidades intelectuales se sienten cómodos y pueden encauzar todo ese talento y personalidad. Su inteligencia, empatía y experiencia en estas cuestiones hacen que se entienda de maravilla con los niños y niñas. En esta entrevista, Mario -actualmente director de formación para el empleo en Ceinpro- cuenta esa difícil infancia, los momentos del cambio y su capacidad para reconvertirse y ser ahora esa persona capaz de ayudar y guiar a los niños. Justo la figura que hubiera deseado tener él hace 40 años.
- "Los niños con altas capacidades comprenden cosas que no saben gestionar, de ahí su desequilibrio"
Usted descubrió en la adolescencia que posee altas capacidades. ¿Cómo fue su infancia?
-Comprendía bastante bien el mundo de los adultos, pero tenía una sensación de incapacidad ante todo lo que se me venía encima. Hay un choque entre lo racional y lo emocional. Tenía alta capacidad intelectual, entendía cosas que mis compañeros no entendían, pero no tenía madurez emocional para asumir cosas tan sencillas como que tus padres se van a morir posiblemente antes que tú. Para un niño de cuatro años que se da cuenta de que sus padres van a morir, lo que genera es una angustia terrible. Eso estaba unido a que iba al colegio y no me entendía con mis compañeros porque para mí se comportaban como críos. Yo no tengo amigos generados en mi época de colegio, he generado esa amistad ya siendo adultos porque por otras cosas hemos ido conectando.
Entonces, ¿cómo era su día a día en el colegio?
-Sufres pero te acostumbras. Recuerdo que en el colegio mi mayor miedo era el momento del recreo, porque ahí era evidente que no tenía amigos. En clase estás sentado y ya está, eres uno más. Hasta 2º de BUP (lo que ahora sería 4º de la ESO) no destaqué. Aprobaba y no daba la nota. En el recreo me apoyaba en una columna y esperaba a que pasara el tiempo. Fuera del colegio, temía que llegase el verano. Iba a la playa con una de mis tías y con mi primo de mi edad porque era la única forma de que yo saliera con otro niño. Y mi cuadrilla, que se fue gestando ya entrada la adolescencia, eran mis primos, porque en mi familia abundan las altas capacidades y llegábamos a conectar. Ahí ya me fui sintiendo más cómodo. Y luego, poco a poco, fui abriendo el círculo de amistades, aunque a día de hoy me cuestan las actividades sociales.
¿En qué momento empieza a comprenderse a sí mismo?
-El primer momento clave en el que empecé a encontrar un sentido a todo esto fue cuando el orientador del colegio, en 3º de BUP (1º de Bachillerato de ahora), nos explicó las carreras que podía haber y descubrí Ingeniería Informática. Yo con trece años ya sabía programar con los Spectrum. Llegué a fabricarme mis propios juegos con un librito de instrucciones para programar. Ni imaginaba que eso podía ser un trabajo, era una forma de jugar, nadie de mi entorno sabía programación. Mi madre decía que hacía cosas raras con el ordenador. Claro, cuando un tío me dice que puedo vivir de eso me empiezan a interesar los estudios. Por eso en Jasón trabajamos talleres de curiosidad: aeronáutica, realidad virtual... traemos expertos en campos en los que tener altas capacidades puede ser una ventaja y lo mostramos a los chavales. Se trata de incentivar esa curiosidad. Hubo un segundo momento, cuando fui a cursos de dirección coral. Lo que encontré ahí fue un montón de gente con sensibilidad diferente, igual no la mía, pero gente que no encajaba en los moldes establecidos. Me sirvió para ver que había gente que siendo diferente se enorgullecía de ello. Pasé de ver mi forma de ser como algo raro a verlo como algo bueno y especial. Y tercero: el apoyo incondicional de mi familia. Mi madre y mi padre no me entendían muchas cosas, pero han estado ahí siempre. Esa sensación de tener alguien detrás apoyándote es indispensable. Son lo tres pilares en los que fundamento la felicidad de las personas con alta capacidad.
Más allá de entenderse a sí mismo, ¿cuándo le diagnostican su capacidad intelectual?
-Me midieron la capacidad tres veces. No recuerdo exactamente cuándo, pero me acuerdo de los percentiles. Primero saqué 86, luego 98 y en el tercero 99, que es lo máximo. Eso también me demostró que los test de altas capacidad también dependen de la motivación del niño o del momento. Pero no le daba importancia a eso, no me reforzaba. Yo sabía lo que se me daba bien y lo que no. Por ejemplo, todo lo social era terrible para mí. Y en cuanto a notas, empecé a presumir ya al final del colegio. Tenía mi orgullito con eso. Rechacé un notable en Física y peleé con la profesora para ir a la recuperación y subir la nota.
Tiene tres hijos. ¿Han 'heredado' las altas capacidades?
-Los tres tienen diagnosticado altas capacidades y los tres, con una educación similar por nuestra parte, son muy distintos. Uno es brillante en los estudios y no acepta bajar del nueve. Un notable es un disgusto, lo que es excesivo para mí, pero bueno, es así. Otro en la ESO suspendía siete u ocho, al final aprobó malamente, hizo un grado medio que lo aprobó justito y luego hizo un certificado de profesionalidad en programación en Ceinpro, entró en una empresa de prácticas, se quedó y con 19 años vive independiente de alquiler. Ganó dinero invirtiendo en criptomonedas, con once años ya me decía todo el rato: Aita, compra bitcoins. No le hicimos ni caso. Y tengo un tercero que se ha adaptado. Ha hecho deporte, aprueba sin esfuerzo, y está haciendo una carrera sin sacar grandes notas. Es otro enfoque: por qué me tengo que esforzar más si con lo que hago me vale.
Con su experiencia, ¿qué le parece el sistema educativo para los niños y niñas con altas capacidades?
-El sistema educativo suele estar enfocado a lo que peor se te da. Si se te dan mal las mates, te pasas toda la vida yendo a clases particulares de mates. ¿Es que Dalí tenía que ser bueno en números? ¿Por qué no nos centramos en aquello que se nos da bien? Pues no, tenemos que estar todos en el molde. El sistema educativo no me convence, y menos para chavales con alta capacidad. Revisaría mucho los mínimos. Para alguien que no le gusten las matemáticas y va a estudiar algo que no es de ciencias, me parecen excesivos los mínimos. Y acabas sabiendo hacerlo mecánicamente para aprobar un examen. Eso es una pérdida de tiempo, recursos y motivación.
Hace un par de años decidió dar un paso más y fundar Jasón junto a su mujer, Ainhoa, para ayudar a esos niños y niñas.
-La idea de una fundación para chavales de altas capacidades surge de ver la necesidad existente a través de los grupos que llevaba mi hermana Maider, porque ella ya trabajaba con altas capacidades desde el punto de vista de apoyo a dificultades para el estudio. En uno de esos grupos estaba mi hija pequeña. En una visita a ese grupo, decidimos ir adelante con la fundación para ofrecer una actividad de apoyo a chavales a una mayor escala y de una forma más directa. No solo apoyo al estudio, sino en todos los aspectos de su vida y dirigido a su crecimiento personal. Creo que podemos tener ese impacto en las personas por nuestra experiencia y vivencias. Aquí existe Alcagi (altas capacidades de Gipuzkoa), pero acompañamiento emocional a chavales en grupos por edades, que es el pilar de nuestro proyecto, no había. Igual en otros sitios hay, no sé, tampoco he buscado. Intentamos acompañarles en su crecimiento personal. También trabajamos con padres y madres. Tenemos un grupo y vamos a sacar otro grupo más.
¿Cómo son esas clases o ese trabajo con los niños?
-Perciben que estamos a gusto con ellos, y eso les llena. Yo estoy deseando que llegue el martes porque me dan energía. Cuando empezaba con los talleres los padres me preguntaban: ¿Qué tal se han portado? Yo les decía: Se lo han pasado muy bien. Ya tienen el colegio para comportarse de cierta manera. En Jasón el único límite es el respeto a otro, lo demás pueden hacerlo. Si hoy toca chillar, pues chilla. Tenemos un saco de boxeo, si quieres pega y grita. Está permitido mostrar las emociones. Todas las emociones son positivas porque la tristeza o la ira son adaptativas. Si estás triste, estás triste, no podemos entrar a valorarlo, estás triste y punto. Tienes derecho a estarlo, desahógate.
¿Con qué tipo de niños se está encontrando?
-Con niños que están acostumbrados a molestar, a escuchar que no saben qué hacer con ellos. Me llama la atención que conectan mucho con nosotros, están a gusto. Son chavales con un potencial impresionante, pero están acostumbrados a no a ser alabados por su potencial. Suele pasar que son chavales que dan mucha guerra en casa y llegando a la adolescencia baja esa intensidad cuando en muchas familias es al revés. Mis tres hijos han sido así, han dado más guerra antes de los trece años. Un adolescente lleva una carga muy fuerte y a nivel emocional aún son inmaduros; en el caso de altas capacidades ocurre eso antes y para la adolescencia, en general, ya han madurado. Aunque hay quienes no maduran nunca.
Está estudiando Psicología para prepararse más.
-Cuando empezamos con la fundación, comencé a estudiar Psicología. Espero acabar este año. Me especializaré en la parte clínica, porque me permite hacer diagnósticos en altas capacidades y para la fundación es importante. Cuando empecé la carrera fue con la visión de tener un respaldo formal para trabajar con niños, pero he aprendido muchas cosas, me está viniendo muy bien para entenderme a mí, a mi entorno y para poder ayudar.
Ese apoyo emocional puede ser bueno para cualquier niño o niña. ¿Se plantea ampliar su trabajo más allá de las altas capacidades?
-Claro que puedo ayudar a mucha gente, pero cuando veo a los niños y niñas de altas capacidades que lo están pasando mal, que pueden ser rechazados, conecto porque he vivido lo que están pasando, entiendo esa sensación de que se vea desde el punto de vista de que soy raro, que soy una carga para mis padres que me quieren pero no me entienden. Y eso es una mochila grande que el niño va llevando a todas partes. Cuando veo eso, y lo he vivido en primera persona, siento la necesidad de ayudar al niño y al padre y también si puedo al docente.
¿Qué diría a los niños y niñas con altas capacidades?
-Que lo que tienen es un regalo, aunque ahora no lo vean. Yo lo descubrí en la adolescencia, hay gente que lo descubre con 40 años y otros nunca. Tienes un diamante en bruto, igual ahora no lo ves, pero es una tremenda suerte tener la capacidad de ser lo que tú quieras en la vida. Lo que tienes es un regalo, date tiempo para vivirlo, sería mi mensaje para niños y padres. Algunos padres cuando lo saben hasta lloran, pero es al contrario. Es un regalo. Ya sé que es difícil de gestionar. También puedes no hacer nada, pasar desapercibido, aunque no lo recomiendo. Lo que tienes es un regalo, aprovéchalo, no lo veas como algo malo.