- Más del 10% de las adolescentes españolas ha sido insultada o ridiculizada por su pareja, ha sufrido un control abusivo, ha sido aislada de sus amistades o presionada para realizar actividades sexuales que no quería practicar. Son las formas más comunes de violencia de género que sufren las menores. El estudio Menores y violencia de género de la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género, elaborado a partir de entrevistas a 10.465 chicos de 14 a 18 años, hace una fotografía de la violencia que sufren las adolescentes en sus relaciones.

El 16,9% de las chicas reconoce que su pareja la ha insultado o ridiculizado; el 16% indica que la ha controlado hasta decidir por ella; el 14,7% dice que las ha aislado de sus amistades; el 13,6% fue controlada a través del móvil y el 10,9% se sintió presionada para realizar actividades sexuales que no quería practicar.

El estudio revela que el porcentaje de chicas que reconoce haber sufrido situaciones violentas por su pareja es superior al de chicos que reconocen haber ejercido ese maltrato. Así, el 6,3% dice haber ridiculizado a su novia, el 5,8% haberla controlado con el móvil, el 4,9% haberla controlado de forma abusiva, el 3,1% haberla presionado con fines sexuales y el 2,4% haberle pegado.

La coordinadora del estudio y catedrática de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid María José Díaz-Aguado explica que la sociedad española ha avanzado en combatir el problema de la violencia de género desde sus inicios, en la adolescencia, y destaca que está demostrado que el trabajo que se hace en la escuela para prevenir las relaciones violentas da sus frutos.

En este sentido, la Fiscalía General del Estado alertaba en su memoria de 2019 de cómo las nuevas tecnologías han puesto en manos de los agresores de las víctimas de violencia de género “mecanismos muy potentes de manipulación, humillación y control”.

Una de las principales conclusiones del estudio es que los menores que han estado expuestos a violencia machista ejercida contra sus madres tienen un mayor riesgo de reproducir esa violencia, ya sea en forma de víctima o de agresor, pero ésta no es ni “automática ni inevitable”.