uelo escuchar, en posición de firmes, el parte de novedades diario del coronavirus en el que solo faltan el torero y el cura, para completar el cuadro de la España cañí. Al tiempo, porque tiempo habrá de sobra.

Llama la atención la ausencia de veterinarios, y no me refiero al ínclito televisivo, en el Comité Técnico-Científico. Preguntado el Dr. Simón, se evadió argumentando que quizás, en un futuro, sí hubiera un área concreta de trabajo de ese campo...

Para estas horas, sus compañeros de comparecencias le habrán dicho que, a todos, el valor se nos supone, igual que deben suponerse los conocimientos a un funcionario de tan alto nivel, a quien no puedo enseñar, pero sí recordar que los betacoronavirus causantes de las últimas pandemias son todos de origen animal, y que la mayoría de las enfermedades emergentes que nos vienen afectando desde hace miles de años, también son zoonosis.

Cuando una enfermedad afecta al conjunto de una población, debe ser abordada desde una perspectiva epidemiológica. Con independencia de la especie animal. Y aquí, los veterinarios tenemos experiencia desde enero de 1924, cuando se constituyó la Organización Mundial de la Sanidad Animal (OIE), 24 años antes que la OMS. En 1928 ya habíamos establecido las bases de una política sanitaria internacional para luchar contra las enfermedades contagiosas transfronterizas. La medicina humana ni se lo planteaba. Los veterinarios hemos estudiado y aplicado medidas de bioseguridad, cuarentenas y compartimentalización. Estos aspectos no están tan desarrollados en la medicina humana. Su implementación habría supuesto un alivio económico para zonas con escasa o nula incidencia, en lugar de aplicar el 155 sanitario.

Alemania encomendó la gestión de la crisis al presidente del Instituto Robert Koch, Lothar Wieler, doctor en Veterinaria. Es el país con menos repercusión de la Unión. Y acuérdese de comprar producto local.