- Las personas que cargan a sus espaldas con una larga trayectoria de vida de calle son un colectivo especialmente vulnerable, no solo por las circunstancias que rodean su día a día sino porque buena parte de ellas padecen patologías crónicas que pueden agravarse en caso de contagiarse.

Los incidentes de estos días atrás entre la policía y personas sin hogar han puesto en evidencia la falta de recursos para personas sin hogar, que son de por sí un colectivo de riesgo como pueden serlo las personas mayores. “Vemos casos de hepatitis, de VIH, con problemas respiratorios... No se trata de dar cuenta de todos los detalles, pero es cierto que buena parte de ellos tiene una salud deteriorada”. Dice Iñigo Martínez, coordinador del Aterpe de Cáritas, que algunos de los usuarios son ya veteranos, entre los 60 y 73 años, con diversas patologías añadidas. “También hay otros muchos que aunque tengan 50 años arrastran muchas secuelas de su situación de vida de calle”.

Tanto para los usuarios de estos centros de acogida como para los trabajadores van a ser días muy duros.

La propia dinámica de sus vidas hace que no estén acostumbradas a vivir recluidas, y el confinamiento que impone el actual estado de alarma no acaba de ser asumido. Hay usuarios con adicciones. Otros no saben manejar la frustración de verse encerrados en un mismo lugar todo el día. Por delante tienen todos ellos un reto cuyo resultado es por el momento incierto.

Con respecto a los más jóvenes que estos días continúan en la calle, la Red de Acogida Ciudadana denuncia que su situación se agrava “dado el acoso guerrillero xenófobo de algunos vecinos”. Los jóvenes, agrupados, buscan dónde poder obtener comida o cargar sus móviles, lo que acaba por movilizar de manera sistemática a las patrullas de la Guardia Municipal y de la Ertzaintza, que llegan hasta la oficina de SOS Racismo para dispersarlos. “Nos obligan a retirar la toma de corriente habilitada para que puedan recargar los móviles y nos presionan para que cesemos en nuestra actividad y nos vayamos a nuestras casas, cosa que no estamos dispuestos a hacer dado que nuestro trabajo sigue siendo vital y, en ese sentido, entra dentro de las actividades permitidas por el estado de alarma”, denuncia Peio Aierbe, portavoz de la ONG guipuzcoana.