No solo querían apostar por la alimentación saludable, sino que se dieron cuenta de que los comedores escolares eran todos “iguales”, muchos de ellos “anticuados, poco cálidos, con mesas largas”, que no animaban a los niños a disfrutar de la comida, a sentir ese espacio como suyo, a ser autónomos. De esta preocupación surgió el proyecto Mahi Mahi de la empresa Askora, que se lleva a cabo en siete centros, cuatro de ellos en Gipuzkoa.

“El mediodía era como una isla en la que se comía y no había nada más, se quedaba muy desconectado de todo. Por eso, se veía la necesidad de que los comedores tuviesen un sentido más allá de ayudar en la alimentación de los niños, que ellos pudiesen aportar, que fueran parte del proceso de aprendizaje, ya que están en un entorno educativo”, explica Jokin Ayerregaray, responsable de Comunicación de Askora.

Cuando un colegio decide implantar este proyecto, personal de la empresa se reúne tanto con la dirección, como con el profesorado, las familias y los alumnos. “Entre todos soñamos con nuestro comedor ideal”, afirma Ayerregaray.

El sistema Mahi Mahi cambia radicalmente el funcionamiento de un comedor tradicional: se diseña un espacio completamente nuevo, se instalan mesas redondas para que los niños interactúen y los monitores pasan a ser acompañantes, personas que ayudan a los alumnos si lo necesitan, pero son los propios niños los que realizan el servicio.

Uno de los puntos más fuertes de estos comedores es trabajar la autonomía de los pequeños. “Ya no es la monitora la que les sirve, sino que son ellos mismos. Traen el agua, recogen la mesa, reparten las tareas y sirven”, explica. Hasta ahora, en los comedores tradicionales, los niños “entraban, se sentaban, se les servía, comían, su participación era nula”. “La relación monitor-alumno era fría, porque para ellos era el que les obligaba a comer lo que no les gusta. Había que darle una vuelta a todo eso”, subraya.

Además, la empresa tiene una apuesta clara por la cocina saludable, ecológica, por los productos de cercanía, por proveedores locales. Y también por la variedad y la novedad: “Los jueves es el día especial y hay, por ejemplo, recetas de otros países”, indican desde Askora. El objetivo es animarles a que prueben alimentos nuevos, abrirles a nuevas experiencias. “Los jueves están siempre esperando qué les toca comer”.

De esta manera, lo que se consigue es que las horas de la comida “tengan ese punto de felicidad”, así como crear “una pequeña comunidad dentro del colegio” y lograr que los niños disfruten de una alimentación saludable, muchas veces cocinada en el propio centro.

Unido al primer sector

Precisamente esto último es lo que quieren conseguir en la escuela pública Murumendi de Beasain, donde tienen un proyecto para reconvertir la antigua vivienda del bedel en una cocina que alimente a los alumnos. La iniciativa, impulsada por la comunidad educativa (desde la dirección, pasando por el claustro, profesorado, padres y alumnos), ya ha sido presentada ante el Departamento de Educación y el Ayuntamiento, propietario del edificio.

El proyecto no se basa simplemente en la construcción de una cocina, sino que tiene cuatro objetivos fundamentales: la salud, el entorno, el desarrollo del sector primario y la educación social. En este centro están convencidos de que una “comida recién elaborada”, con productos de cercanía comprados a productores locales, beneficiará a sus 250 comensales y también al sector primario, “en declive” en el Goierri.

“Nos damos cuenta de que con el modelo que tenemos hay muchos productos que son transportados incluso por vía aérea. No es lógico que nos estemos tomando las verduras que vienen de no sé dónde cuando aquí podríamos tenerlas”, explican Karmele Arraiza, directora del centro, y Anttoni Okariz, responsable del comedor.

La alimentación tiene un peso importante a nivel curricular en esta escuela. En infantil empiezan a realizar sus primeras recetas, en el primer ciclo cuentan con una tienda donde comprar y vender productos sanos y en el tercero realizan una reflexión de los menús del centro y de sus propias casas.

Todo encaminado a que los niños, al igual que en las comedores del sistema Mahi Mahi, disfruten de la comida saludable.