Cuando hace siete años a Iñaki Elorriaga le diagnosticaron ELA (Esclerosis Lateral Amiotrófica) tuvo claro que debía gestionar su plazo terminal al máximo. “No tengo miedo a nada, tengo encajada mi muerte y por eso voy a todo. Quería hacer todas las cosas que me apetecían”, afirma este getxotarra de 71 años, que con la ayuda de Adela, la Federación de Asociaciones de la enfermedad en Euskal Herria, ha conseguido hacer realidad su plan más aventurero: realizar una travesía marítima en velero desde Bilbao hasta el cabo Finisterre con vuelta incluida en Donostia, a donde llegará mañana.

El pasado 26 de mayo Elorriaga partió junto a Kepa Junkera y Unai Basurko hacia Finisterre a bordo del velero Pottoka, con el objetivo de dar a conocer la enfermedad, desconocida para gran parte de la sociedad. Sin embargo, el desafío, que ha llevado por nombre Tras la ELA en vela, empezó mucho antes. “Me puse en serio con él hace tres años. Hay que tener en cuenta que por entonces ya llevaba tres o cuatro años con la enfermedad y que la tasa de mortalidad suele ser esa, pero estaba convencido de que lo conseguiría”, relata.

A falta de una última jornada, que le llevará de Getxo a la capital guipuzcoana, Iñaki ha visto cumplido su reto. “Ha habido que calcular bien los movimientos y no improvisar. Además, no me han dejado hacer nada. Me sacaban de la cama como a los panes del horno”, bromeaba ayer en referencia a la tripulación que le ha acompañado durante la travesía.

Su amigo Kepa Junkera fue el primero en apuntarse al reto. Tras él, se unió el regatista Unai Basurko. “Nos ha dado el nivel y la ayuda que necesitábamos”, desveló Iñaki, mientras que el propio navegante solo era capaz de dedicarle buenas palabras. “Es un tripulante de diez, con su carácter, con su constancia y con su participación, porque no solo se trata de tirar del cabo”, aseguró, al tiempo que afirmó que “no había manera de que Iñaki se fuera a dormir”. “Decía: No, no tengo tiempo que perder, que me queda poco”, apuntó Unai.

A las dificultades de la mar, Iñaki ha tenido que sumar las que le inflige la enfermedad. “Te vas apagando muscularmente y ya te levantas cansado. Para poder aprovechar bien el tiempo tienes que ordenar el cerebro, y eso cuesta”, explicó, añadiendo, eso sí, que él, por el momento, tiene movilidad suficiente como para embarcarse en retos así. “Con mi mano derecha, por ejemplo, no puedo firmar, pero si tengo el coraje suficiente como para vivir con esta enfermedad, lo tengo para cualquier desafío”, aseguró.

Además del reto personal, Iñaki buscaba con este desafío “dignificar” una enfermedad que va acabando poco a poco con quien la padece.

“Es una enfermedad muy cruel, que en poco tiempo te va matando hasta que al final dejas de respirar. Por eso, quería demostrar que se pueden hacer cosas, no por mí, sino por los que vendrán”, asegura el getxotarra.

Con esa intención y tras pisar tierra firme por primera vez tras su partida en la localidad coruñesa de Muros, Iñaki impartió una serie de charlas en A Coruña, Avilés y Santander.

“He querido dirigirme a los adolescentes, para que vean la vida con perspectiva, y tratando, además, de inculcarles la importancia que tiene proteger el mar”, comentó.

Pero no solo espera llamar la atención de los más jóvenes, sino que con este desafío espera “ser un altavoz” de las necesidades de los enfermos de ELA. “Costamos mucho dinero con motivo de los cuidados paliativos que necesitamos, y como la padecemos muy pocas personas, no somos un negocio para las empresas privadas. Por eso necesitamos más que nadie las ayudas públicas”, expresó.

“Hay que seguir investigando para las generaciones futuras”, añade Iñaki, quien cree que, hasta conseguir una cura, la mejor medicina consiste en “hacer proyectos”. “El gran secreto es hacer todo lo que te planteas y no estar quieto. Hay que hacer todo lo posible para morir con dignidad”, concluye el aventurero.