“La heroína se propaga como un bicho”
Las últimas incautaciones de la Ertzaintza vuelven a poner el foco sobre esta drogaDos supervivientes de los años 80 advierten a los jóvenes de las consecuencias de su consumoEn EEUU ya ha saltado la alarma
dONOSTIA - Vivían por y para la heroína, vieron a muchos amigos caer por su consumo, el sida o la hepatitis C, y pensaron que podían ser los próximos. Son conscientes de lo que engancha, de cómo te destroza, de cómo “se propaga como un bicho” y de lo difícil que es dejarla atrás. Por ello, les inquieta que la heroína pueda volver a las calles guipuzcoanas, ante las nuevas incautaciones que ha realizado la Ertzain-tza en los últimos meses, que han vuelto a poner el foco sobre esta sustancia. En EEUU, por ejemplo, ya ha saltado la alarma, después de que las muertes por cócteles de opiáceos reventaran los registros históricos de ese país.
Dos guipuzcoanos, que prefieren mantenerse en el anonimato, relatan su experiencia con esta droga, la dura vida que han tenido por culpa de su consumo y la lucha que llevan a cabo en la Comunidad Terapéutica de San Millán, en Lasao, perteneciente a Proyecto Hombre. Tienen 52 y 48 años y descartan que el problema con la heroína se extienda en Gipuzkoa como en los años 80 y principios de los 90, pero sí lanzan una advertencia a la juventud: “Con la heroína pierdes la ilusión de todo, hasta de vivir. Cada día que consumes, cada día que te juegas la vida”.
Empezaron a drogarse cuando eran muy jóvenes, en los años 80, cuando la heroína arrasó muchas poblaciones de Gipuzkoa, llevándose a centenares de personas por delante. Por ello, saben que se extiende rápidamente, “cuando te dicen que en tal pueblo está pegando un boom la heroína, pasan los meses, y pasa al pueblo de al lado”.
Ahora, esta droga no se inyecta como hace 20 años, sino que se fuma. “La gente que toma speed o cocaína, compra heroína para poder dormir, para estabilizarse. Si vas puesto de eso no duermes y la gente la está comprando para la bajada”, afirma uno de estos residentes en Lasao. Mucha gente, recuerda, entra en la heroína “por la tontería, para estar tranquilo por la noche tras otro consumo” o para “ganar dinero fácil”.
El problema, asegura su compañero en esta comunidad terapéutica, es que la heroína es una droga de un enganche “muy rápido”. “En cuestión de semanas te tiene pillado. Te pones a tomar heroína tres semanas y a la cuarta ya estás cogido. Una vez dentro es como una telaraña, te va cogiendo y cuando estás dentro haces cosas que es increíble que puedas actuar de esa manera”, señala con lágrimas en los ojos.
Este hombre de 48 años, que lleva más de nueves meses rehabilitándose en Lasao ahora por su adicción al alcohol, se enganchó a la heroína en el año 1987. “En aquella época andaba muy mal, muy rebelde y heroína era lo que se me ofrecía en la calle, era muy fácil de conseguir. Echas mano de ella y ves que te quita todos los problemas, que te sienta súper bien, y cuando te quieres dar cuenta estás perdiendo la vida, la libertad y la familia”, relata.
Cuando se dio cuenta de que estaba colgado del caballo y ya “tenía el sello de heroinómano”, intentó salir del barrio, pero adonde iba seguía consumiendo y así durante quince largos años. El tratamiento de metadona al que se sometió le libró de la heroína, pero por desgracia empezó con el alcohol y sin darse cuenta terminó “súper pillado”. “La etapa de la heroína no la cerré bien y luego me vino el coletazo del alcohol”, afirma.
Pero ahora ve la salida, está contento y no cree que una recaída tenga lugar en su nueva vida. “Tengo a mi familia, mis perspectivas de trabajo cuando salga de aquí y la droga no tiene espacio en mi vida”, promete.
Para su compañero en este centro de Lasao, la recaída “siempre está ahí”. “Yo reconozco que tengo un gran problema, porque a mí me gusta la heroína. Ahora estoy súper bien, pero cuanto menos sepa de ella, mejor”, afirma este hombre de 52 años, que pasa de largo cuando vuelve a su barrio y reconoce a gente vendiendo esta droga.
Empezó a consumir en 1981 y, tras varios intentos infructuosos de desintoxicación, no fue hasta el año 2017 cuando dijo basta ya. “Tuve que ingresar en el psiquiátrico para que me quitaran la dependencia”, explica este hombre, que ha sufrido varias sobredosis.
Con quince años, recuerda, se fue a la mar, donde “se ganaba bien de dinero”. La droga, entonces, estaba en pleno auge, así que empezó a probarla hasta que se enganchó. “En los años 80 vivías por y para la droga. Todo lo que ganaba me lo gastaba en droga. Ibas a barriadas, a sitios donde había droga. Te metes en un bucle que no puedes salir. Al final, estás en los suburbios”, lamenta.
En la última época de su vida ha estado “muy mal”, llegando a pasar cinco años en prisión. “La droga te lleva a robar, a engañar, a manipular”, reconoce este hombre, que asegura que uno se acaba acostumbrando a vivir “con la puñetera adrenalina, al límite, al riesgo de todo”.
Quiere dejar atrás toda esta pesadilla y cree que esta vez será “la definitiva”. “Estoy aprendiendo a apreciar las cosas, perderlas, las he perdido muy rápido. No me hablaba con mis hijos, no estaba con mi mujer. Ahora les he recuperado. Y es que no tienes piedad con nadie, con tal de conseguir lo tuyo, no miras a nadie”, admite.
El programa de Proyecto Hombre en Lasao le está sirviendo no solo para rehabilitarse, sino también para “pararse”. “El terapeuta que está conmigo dice que venir a la comunidad y estar un año no es nada. Pararte un año para vivir el resto de tu vida bien, no es nada”, insiste.
El virus del sida
El director de la Comunidad Terapéutica de Lasao, Óscar Arregui, comenzó a trabajar en Proyecto Hombre en 1991, cuando la pesadilla de la heroína estaba en su máximo esplendor. “Veías a gente que moría contigo, fueron momentos muy duros, de estar siempre con la angustia de quién será el siguiente. Fuimos a muchos funerales”, relata.
Arregui tiene la sensación de que las personas que conseguían dejar esta droga, podían rehacer su vida y no les quedaban grandes consecuencias, lo que aún le entristecía más, ya que muchos se desengancharon pero fueron fulminados por el sida. “Sanaban psicológicamente mucho más que muchos de los casos que tenemos ahora” de adictos al hachís o la cocaína. “Aquel que se recuperaba de la heroína podía hacer una vida normal y no había resquicios psicopatológicos, pero sí nos encontramos que han aumentado mucho las personas con problemáticas de patología dual, problemas mentales, por otros consumos”, explica.
Este terapeuta corrobora el rebrote en el consumo de la heroína que se ha producido en EEUU, algo que no ha percibido en Gipuzkoa. No obstante, asegura que “habría que ver allí si el consumo es de una forma más saludable o sigue tendiendo a ir a zonas más marginales, porque eso podría venir”.
Antes, explica, el consumo se realizaba en la calle, mientras que ahora está mucho más escondido. “Las condiciones en las que se drogaba la gente eran terribles”, insiste. Además, existía una especie de “ritual” de “drogarse juntos” y compartir jeringuillas, que llevó a mucha gente a contagiarse el sida o la hepatitis C. Arregui visitó no hace demasiado un narcocentro en Bilbao, donde los heroinómanos se pinchan de manera “saludable”, lo que evita que haya un rebrote de personas infectadas por el virus del sida.
Por lo tanto, en la actualidad los que se siguen pinchando esta droga lo hacen de manera “íntima, más individual”, y no como hace 20 años cuando muchos lugares guipuzcoanos se convirtieron en auténticos suburbios.
Ahora, en Lasao, dos de estos supervivientes de los años 80 tratan de encauzar sus vidas, de aceptar a lo que les llevó la droga, de salir adelante y confían en que la juventud no caiga en las redes de la heroína.
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