donostia - “Aquí la gente no viene a jubilarse”, desmiente Mertxe Bikandi, directora del centro EPA Ignacio Zuloaga, que defiende el valor de su propuesta académica.

¿Se percibe el esfuerzo y la motivación entre los alumnos?

-Sin duda. Cuesta mucho retomar los estudios después de tantos años. Por eso la motivación es lo primero. Aquí nadie viene obligado y, de hecho, una persona que no se encuentra a gusto, si no le das la respuesta que está buscando, se acaba marchando.

¿Cuál es la primera impresión que se llevan al venir?

-Descubren que hay otros compañeros y compañeras en sus mismas condiciones que, por circunstancias de la vida, han retomado los libros después de muchos años. A partir de ahí la evolución de cada persona dependerá de su esfuerzo y constancia. Entre nuestros alumnos hay quienes acaban cursando carreras universitarias. La motivación es incuestionable, y en la medida que se obtienen resultados ganan en autoestima.

¿Y ustedes?

-La enorme satisfacción de conseguir resultados. El problema es que hacen falta recursos. Necesitamos un centro que pueda aglutinar a los 1.600 alumnos que tenemos, que son peso suficiente como para tenerlo en cuenta. A tal fin se firmó un contrato en 1994, pero vemos que la Administración no está por la labor de valorar qué es la educación para adultos.

¿Por qué lo dice?

-Cuesta mucho hablar con las instituciones, y con el propio Departamento de Educación. Se piensan que la EPA es un lugar donde no se trabaja y la gente viene a jubilarse. Es algo que duele porque vemos que aquí existen muchísimas posibilidades. No se nos mima. Estoy trabajando en educación para adultos desde 1987 y he pasado por muchas etapas políticas. El aprendizaje a lo largo de la vida es muy importante, y la Administración debería tener otra visión.

¿Cuál es la mayor dificultad de los usuarios para que se decidan a iniciar una nueva etapa académica tantos años después?

-La mayor dificultad es, precisamente, decidirse a venir y ver qué se les ofrece. A partir de ahí descubren una amplísima oferta con programas muy bien definidos. Le damos mucha importancia al aprendizaje a lo largo de la vida. Todos queremos seguir aprendiendo. Hoy en día el nivel mínimo de exigencia en cualquier trabajo es el título de Educación Secundaria Obligatoria, lo que antes era el Graduado Escolar, lo cual permite el libre acceso a la Formación Profesional. Tenemos estudiantes que acaban siendo camilleros, que trabajan en ambulancias... Otros se decantan por el acceso libre a la Universidad para mayores de 25 años.

¿Qué perfiles atienden?

-De todo. Hay personas mayores, de 79 u ochenta años, que no han ido a la escuela y solo el hecho de saber que tienen que venir aquí les anima a salir de casa. No quiero decir que se convierta esto en una terapia, ni mucho menos. Son personas mayores que no buscan un título, sino que solo quieren seguir formándose. Hay también otros perfiles, como el de jóvenes que van y vuelven en función del trabajo. También hay madres que mandan a sus hijos a la escuela y comienzan a venir porque disponen ahora de más tiempo libre. Tenemos para todos ellos clases de arte, literatura, filosofía... Sobre todo hay una gran cantidad de alumnos extranjeros.

¿Cómo llegan a aquí?

-Hay quienes vienen por una instrucción universitaria de sus países, y otros no están alfabetizados en su idioma. Es un perfil muy variable. Llegar a tener alumnos de 140 nacionalidades enriquece al centro.

¿Prestan formación a los refugiados?

-Sí, vienen derivados tanto de Cruz Roja como de CEAR, las dos organizaciones que acogen a refugiados a nivel Estatal. Aquí aprenden castellano y reciben una educación básica. Trabajamos de la mano de todas las instituciones concernidas, como el Ayuntamiento de Donostia, la Diputación, el Gobierno Vasco y SOS Racismo. No hay que olvidar que estas personas son sujetos de derechos, según la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de Ginebra de 1951. Están llegando a cuentagotas. Vemos que no existe una política que favorezca su llegada.

¿Que han aprendido ustedes de este nuevo reto?

-De entrada, conocer qué es la Convención de Ginebra. Conocer también el proceso que siguen, puesto que durante seis meses están alojados en pisos de las asociaciones pero después de este tiempo tienen que buscar otros alojamientos. Nosotros diseñamos programaciones específicas para ayudarles a cumplimentar, por ejemplo, los contratos necesarios.

¿Qué novedades han incluido dentro de su oferta académica?

-Para obtener la nacionalidad se exigen dos exámenes, uno de español y otro de conocimientos culturales. Son dos exámenes que podemos hacer ahora aquí, gracias a la encomienda de gestión que nos ha cedido el Instituto Cervantes. Estamos a la espera de que Gasteiz nos lo confirme, y a partir de ahí seríamos la primera institución pública que ofrece esos exámenes.