Donostia - Montarse en el ascensor del hospital puede convertirse en una experiencia aterradora. También lo pasan mal cuando aguardan su turno en la sala de espera del médico y el único sistema empleado es la megafonía. La Comunidad de Personas Sordas de Gipuzkoa alza su voz para denunciar las “enormes trabas” que deben sortear a diario en el acceso a los servicios de Osakidetza. Es “la primera vez” que lo hacen en el territorio con respecto a esta materia, cansadas de sentirse “ninguneadas sin haber obtenido respuesta alguna de la dirección de Sanidad”.
Rosa María Rodríguez, presidenta de la asociación guipuzcoana, conoce a la perfección la trastienda de una realidad con la que convive desde hace décadas, puesto que atesora 35 años de experiencia en el sector de la limpieza de hospitales. “Los problemas de comunicación pueden comenzar al punto de la mañana, simplemente cogiendo el ascensor”, como acostumbra ella, debido a sus desplazamientos de planta a planta.
Bien por averías u obras que a menudo acometen los centros sanitarios, los ascensores se quedan bloqueados más de lo que ella quisiera, un engorro para cualquiera que, por añadidura, genera en el colectivo “fobia, miedo y ansiedad” debido a las dificultades a sortear para comunicarse con el exterior durante esos momentos de tensión. “Nos pasa habitualmente. Me he solido quedar encerrada quince minutos, e incluso algunas compañeras más. Si el ascensor se queda colgado y le das al timbre no te sirve de nada que alguien esté hablando al otro lado del interfono. Deben saber que no podemos escuchar nada. Queremos que la gente sea consciente de este tipo de situaciones porque en esos momentos no tenemos referencias y lo pasamos fatal”, se sincera Rodríguez.
La desigualdad de oportunidades comienza de ese modo, simplemente cogiendo el ascensor, algo que podría solventarse con la instalación de un sistema de videollamada, o bien con puertas de cristal que permitan advertir desde el exterior “esas escenas de pánico que vivimos”, según detallan. “Eso nos daría tranquilidad”, sostiene la presidenta de la asociación.
El encuentro con este periódico tiene lugar en la sede donostiarra, donde Jugatx Agirre realiza las labores de intérprete, con la presencia de otras integrantes de la asociación como Ainhoa Portela y Nagore Alfaro, que también ofrecen sus puntos de vista.
las listas de espera En el Estado hay algo más de un millón de personas sordas, el 2,3% de la población, un porcentaje que extrapolado al territorio arrojaría unos 16.000 habitantes con discapacidad auditiva.
La asociación guipuzcoana está integrada por casi 200 miembros para los cuales tampoco son precisamente plato de gusto las salas de espera de los hospitales, cuando aguardan turno y el único sistema utilizado es la megafonía. “Sufrimos porque no tenemos ninguna referencia y estamos pendientes del momento en el que se dirigen a ti. Pueden estar diciendo tu nombre pero no te enteras. Lo mismo ocurre cuando estás ingresada y pulsas el timbre para que venga la enfermera. La primera respuesta es por megafonía, y siempre es la paciente de al lado quien tiene que salir al paso advirtiendo que su compañera de habitación es sorda. Las trabajadoras de la planta deberían estar al tanto de las necesidades que tenemos. Si estás sola en la habitación, date por perdida”, gesticula la presidenta.
Son las dificultades de un colectivo minoritario que, como tantos otros, se ha visto seriamente afectado estos años atrás de crisis, ya que la tijera de las Administraciones públicas suele comenzar precisamente por las ayudas a este tipo de organizaciones.
La presidenta de la asociación reivindica que, más allá del contexto económico, “es imprescindible que el personal sanitario de Osakidetza tenga un conocimiento de la lengua de signos. Hay muchas dificultades de comunicación a diario con médicos y enfermeras. Las personas sordas podemos llegar a entender por lectura labial, pero no siempre, depende de cada situación y de cada persona. Con un conocimiento de lengua de signos mejoraría muchísimo la comunicación entre el paciente y los profesionales. Hace años que envié en esos términos una carta a Osakidetza y todavía estoy esperando”, lamenta. Este periódico se puso ayer en contacto con la dirección de Sanidad pero tampoco obtuvo respuesta.
diez años después Hace una década que se aprobó la ley que convierte en oficial las lenguas de signos (española y catalana), una antigua reclamación de la comunidad sorda cuyo reconocimiento se vio frenado seriamente por la crisis. “Comprobamos día a día que no se cumple, y nos sigue faltando accesibilidad”, censura la asociación guipuzcoana.
Actualmente se está perfilando el reglamento que desarrollará la nueva ley, que incluye entre otras cuestiones el subtitulado en los medios de comunicación. “Simplemente en ese aspecto no hay más que estar ingresado en el hospital y encender la tele para comprobar que no se nos trata como al resto de pacientes”, critica Nagore Alfaro. “Pagamos por ver la televisión como el resto, pero no estamos en igualdad de condiciones porque no podemos acceder a la misma información. Habitualmente no hay subtítulos, y cuando aparecen, la calidad de la letra sobreimpresionada deja mucho que desear y apenas es legible”, lamenta.
La asociación exige el cumplimento de la legislación vigente, que establece la provisión de recursos que permitan tender puentes de comunicación. Desde ese punto de vista otro mal trago es para ellas someterse a una operación en el quirófano. Dicen que la comunicación falla de todas todas. “Cuando nos habla el cirujano lo hace con la boca cubierta por una mascarilla, y ahí no hay manera de entenderse. Resulta imposible la lectural labial”.
En un elocuente agitar de manos, Rosa María revela cómo suelen quedarse los médicos cuando caen en la cuenta de la situación que se plantea. “Suelen decir, ¿y qué hago yo ahora? Algunos se levantan la mascarilla y otros no. Todo depende de la disposición y de la buena voluntad del médico”, pondera.
Explica que al acudir a pedir cita al médico, más o menos se arreglan en el cara a cara, pero cuando les dan un volante diciendo que ya les llamarán por teléfono se niegan en redondo. “Preferimos que nos manden un SMS o un correo electrónico”. El personal sanitario suele insistir en emplear el teléfono, “y nos dicen que si no podemos atender la llamada pidamos ayuda a un hijo o a algún familiar. Yo me niego. Es un tema personal... ¿Si yo puedo pedir cita para el médico de cabecera por Internet, por qué no se puede utilizar la misma vía cuando nos tienen que notificar algo?
Portela añade un matiz. “No todas las personas tienen el mismo nivel ni de electroescritura ni de electrocastellano, por lo que podemos entender o no. En mi caso, cuando me sometí a una intervención quirúrgica el médico sí se bajó la mascarilla y pude saber lo que me estaba diciendo. Pero hay otras personas que no les entienden absolutamente nada a sus médicos, con lo importante que es en esos momentos. Por eso defendemos que el personal sanitario conozca la lengua de signos como un idioma más, como el castellano o el euskera. Osakide-tza ofrece cursos gratis de euskera a los trabajadores. ¿Por qué no de lengua de signos? Para nosotras es prioritario”. Portela propone que se imparta en la escuela de Enfermería. “Es un idioma más respaldado por una ley que no se cumple”.