Donostia - De niña disfrutaba con las matemáticas pero también le interesaban los procesos de creación y el arte. Pasó por varias empresas tecnológicas hasta que su interés por las tecnologías aplicadas al desarrollo del lenguaje natural, con aplicaciones como los traductores automáticos o los correctores ortográficos, le llevó a fundar Diana Teknologia. En esa etapa asumió roles tanto técnicos como empresariales: integró el Consejo de Administración y llevó proyectos “muy multidisciplinares porque es una ingeniería que necesita de los conocimientos de la lingüística y acerca los dos mundos”. Actualmente, Sonia Ortiz de Arri imparte clases de desarrollo web en el centro de FP Zubiri-Manteo de Donostia. Por cada dos alumnas tiene veinte alumnos.
¿Qué le sugiere esta carencia femenina en el aula?
-Es curioso porque en el departamento de Informática hay más mujeres que hombres y, sin embargo, la tendencia se va a invertir. Hasta los años 90 se atrevieron a matricularse porque quizás era una época más transgresora. Ahora la tendencia se ha invertido y de aquí a un tiempo los que vienen son hombres.
¿Hay cierta desconfianza de las chicas respecto a las matemáticas? Aunque sean buenas ¿prefieren proyectarse hacia ámbitos más sociales?
-Carreras como ingenierías o matemáticas están algo idealizadas porque se cree que son más exigentes que el resto. Y me temo que nos hallamos ante la pescadilla que se muerde la cola: al ser mayoritariamente masculino les genera un prejuicio hacia el sitio donde quizás van a tener más dificultades. Puede que se genere un ciclo viciado porque piensan que lo van a tener más difícil entre hombres y, al final, ellos siempre son mayoría.
Cuando empezó ¿alguna vez percibió en su entorno que esto no era para mujeres?
-No, ni en el entorno familiar ni en el proceso universitario. Jamás he vivido un rechazo u obstáculo. En aquella época el número de mujeres matriculadas era menor que el de los hombres. Es un sentimiento peculiar y extraño pero en la práctica, jamás me sugirió nadie que no era mi lugar.
En los tres perfiles profesionales que suma ¿sintió alguna vez que transitaba en ‘territorio comanche’?
-Siempre me he sentido bienvenida en todos los espacios que he ocupado y donde en la mayoría ha habido presencia masculina. Siempre han recibido bien las aportaciones de las mujeres, diría que eran proactivos y consideraban que el valor añadido que las mujeres podían aportar al entorno era necesario. Pero también en esa época con un perfil multidisciplinar, tengo que admitir que sí constaté que la maternidad es un impedimento.
¿Qué ocurre en esos casos? ¿cómo afecta a la empresa?
-En las ingenierías el valor de tu proyecto es algo propio y es muy difícil de sustituir; el proyecto se queda paralizado porque incluye mucho valor específico del profesional, tiene un sello. Los procesos de desarrollo son muy creativos y se basan en el conocimiento que has adquirido y en el que vas desarrollando en el proceso de creación. Cuando te vas, nadie puede rellenar ese hueco a no ser que dediques meses a adquirir los conocimientos de la persona que ha dejado como impronta.
¿Y ellas? ¿Pueden retomarlos después o se pierde el tren?
-El tren se queda paralizado con el detrimento de lo que supone para el día a día de la empresa. La conciliación es importante pero hay espacio para reclamar esa conciliación tanto para ellas como para ellos; y a su vez, la empresa debiera poner en marcha mecanismos de modo que ese espacio vacío que se queda cuando la ingeniera se va fuese cubierto de forma natural.
¿Cómo?
-Las profesiones en las que vas adquiriendo valor por el conocimiento debieran generar un conocimiento compartido. Es un valor del que nos cuesta mucho desprendernos y compartir porque, claro, es lo que te da valor, somos reacios a compartirlo y me parece un error. Todos podemos faltar por cualquier circunstancia, tanto hombres como mujeres, en estas últimas es más sistemático porque la mayoría, y menos mal, deciden tener familia.
Se habla mucho del valor que imprimen los equipos netamente femeninos pero ¿sería bueno ir hacia la diversidad?
-Hace muchos años que ya superé ese discurso y me gusta más hablar de personas. He trabajado tanto con hombres como con mujeres y he encontrado características de un tipo y otro en los dos géneros. Me gusta trabajar en entornos mixtos, las virtudes existen al margen del género, la mezcla es lo que enriquece al equipo. Las mujeres tenemos intuición pero he encontrado hombres con esa llamada intuición femenina, orden y disciplina, que son valores atribuidos a las mujeres. Creo que hemos caído en un discurso prostituido y lleno de clichés: yo, por ejemplo, no sé hacer dos cosas a la vez, prefiero hacerlas de una en una. Debiéramos hablar de personas con características específicas que enriquecen por su valor, un equipo humano diverso siempre suma, no solo en género, también en cultura, en lenguas o en costumbres. Y rompería una lanza a favor de los hombres: en términos generales no son ellos los que nos ponen las zancadillas.