“Alargar la vida no significa que esta vaya a tener más vitalidad”
Qué limita la esperanza de vida o cómo afecta la vejez al cuerpo humano son algunas de las cuestiones que responde este geriatra de la Fundación Matia
donostia - Enrique Arriola es el responsable de la Unidad de Memoria en la Fundación Matia, en Donostia, y conoce bien a los mayores. Trabaja con ancianos que padecen alzheimer y otras demencias, o trastornos de tipo emocional o conductual.
La esperanza de vida ha aumentado 40 años en el último siglo.
-Sí, en el último siglo se ha doblado la esperanza de vida en los seres humanos. En los primeros homínidos la esperanza de vida rondaba unos 20 años, en el Imperio Romano se llegó a vivir 38 años de media, es en el siglo XIX cuando se consigue llegar a los 40 años y ha sido en el último siglo cuando lo hemos duplicado a los 80. Los homínidos previos han tardado 25.000 años en doblar la esperanza de vida a 40, y en 100 años hemos conseguido doblarla de nuevo.
¿Cómo ha influido en esto el control de las infecciones?
-Ha sido un factor muy importante y determinante. El primer antibiótico que se aisló fue la penicilina en 1928 por Alexander Fleming. Pero también hay que tener en cuenta que los médicos y las medidas sanitarias han ayudado a aumentar la esperanza de vida, como la información, la nutrición y medidas de salud como el alcantarillado.
¿Qué problemas sobrevienen a la vejez?
-Alargar la vida no significa que esta vaya a tener más vitalidad, ni que nadie se quede en una eterna juventud. Hay que pensar en los inconvenientes que un largo envejecimiento puede acarrear. Una edad avanzada va muy asociada a padecer enfermedades, hoy por hoy, incurables. Las condiciones a las que se llega ahora a los 75 años son mucho mejores que antes y la gente llega con una situación de poder disfrutar de la vida. El gran reto no es alargar la vida, sino ensancharla, añadiendo vida a los años.
¿Cómo se puede, de forma personal, ayudar a este objetivo?
-Para eso es vital el autocuidado, la responsabilidad que tenemos de cuidar de nuestro organismo. Haciendo deporte suave, evitando las grasas y el sedentarismo, cuidando de nuestras enfermedades, como la hipertensión o la diabetes, y de alguna forma haciendo uso de las ventajas sociales y de la interacción social. Eso es lo que en último término hace que nuestro envejecimiento sea mejor.
Un artículo de la revista ‘Nature’ habla de una esperanza de vida máxima de 125 años. ¿En el futuro llegará la gente a cumplir tal edad?
-Es algo que sabíamos hace años, porque existe el Límite de Hayflick. Con una célula de placenta humana se vio cuántas veces se podía dividir hasta agotarse. Ahí ya se vio que nuestros límites estaban en torno a los 125 años. No creo que se pueda estirar mucho más, nuestro soporte es biológico y finito, y al final acaban claudicando. Para mantener el medio interno viable se requiere un esfuerzo biológico que con los años se va perdiendo. El organismo ya no responde con la fuerza, ni con la sensibilidad ni la rapidez de antaño.
¿Hay una edad límite a la que se empieza a caer en picado?
-El envejecimiento es individual. Las personas mayores no son un grupo homogéneo. La técnica más sensible para valorar la edad biológica que tenemos es la de colocar a una persona en una situación de estrés para ver su capacidad de respuesta y recuperación. Puede ser una intervención quirúrgica, una fractura, o una neumonía.
¿Tiene más peso el estilo de vida o la genética?
-La primera causa de mortalidad todavía son los fenómenos cardiovasculares, como infartos de miocardio, las trombosis cerebrales, etc. Existen factores de riesgo cardiovascular y los podríamos clasificar según nuestra capacidad de modificarlos: no pueden ser modificados ni la edad, ni el sexo, ni la herencia; otros pueden ser parcialmente modificados, como los problemas de colesterol, el estrés o la falta de ejercicio; y hay otros que pueden ser totalmente modificados, como el tabaquismo, la obesidad o la hipertensión arterial. En muchas ocasiones la esperanza de vida depende mucho más de lo que hacemos que de la genética.
¿Qué ocurre antes, el deterioro físico o el cognitivo?
-Hay cosas que empiezan antes que otras. Por ejemplo, la inteligencia aumenta hasta los 40 años y luego decae hasta los 60. Existen factores que mejoran con la edad, como la inteligencia cristalizada, que es la comprensión verbal o el razonamiento aritmético, y otras que empeoran como la inteligencia fluida -marca el razonamiento inductivo, la simbolización-, ya que su punto más alto es en la adolescencia. Según vamos cumpliendo años, el aparato locomotor, el sistema nervioso o la inmunidad varían.
La geriatría es una especialidad joven.
-Tiene más de 40 años y existe en Europa y Estados Unidos. Sin embargo, todavía hay comunidades, entre ellas el País Vasco, en las que no se contempla. Trabajo en un hospital concertado y echan mano de nosotros. Pero en Osakidetza todavía no se contempla la creación de servicios de geriatría. Espero que esta realidad cambie en el futuro.
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