2 Ricardo Pérez-Solero/ Efe
Oydaw (Camboya) - Nueve años después de que Rochom Pnhieng fuese descubierta en una jungla de Camboya y catalogada como "la mujer salvaje" por medios de todo el mundo, su pasado continúa siendo un misterio y su presente consiste en vivir encerrada. Sus ojos no muestran emoción alguna mientras su madre y su hermana cuentan cómo es hoy la vida de la niña que a los siete años el bosque les arrebató para devolverla convertida en una mujer de 25 años.
"Los leñadores la trajeron de vuelta", rememora Rochom Soy, madre de Pnhieng que ahora tiene 34 años, en declaraciones a Efe. La hermana, Rochom Sony, le ha dejado salir de la pequeña cabaña en la que vive encerrada, algo que ocurre dos veces al día, cuando la familia no tiene que trabajar o está fuera de casa. "Tenemos que tener mucho cuidado, ahora ya no le dejamos que se vaya de casa porque estamos preocupados por ella, cuando se va puede romper algo y se enfadarán con nosotros", argumenta Sony.
La joven descubierta en el bosque nunca pudo hablar y no se realizaron pruebas de ADN a la familia, por lo que el misterio sobre cómo sobrevivió o el origen de las cicatrices de sus muñecas con las que fue encontrada perdura en el pueblo Oun, en la norteña provincia de Ratanakiri, donde la mitad de la población es indígena. Solo algunos dibujos revelan los pensamientos de Pnhieng, a la que le gusta ilustrar figuras cotidianas, mujeres con cestas, campesinos, y a veces, líneas en las muñecas de estas personas que recuerdan a sus cicatrices. En su nuevo hogar, las tradiciones, la pobreza y el aislamiento geográfico han determinado su adaptación, que en los primeros años fue positiva, según la ONG española Psicólogos Sin Fronteras. "Hubo grandes temporadas en las que se la veía contenta y adaptada a su nuevo medio", cuenta el español Héctor Rifá, que trató a Pnhieng desde 2008 hasta 2012, cuando "la crisis se cebó con los programas de cooperación internacional".
En el remoto pueblo de Ratanakiri, su madre justifica la necesidad de encerrar a su hija. "Antes tenía buena pinta y estaba mejor, la llevaba a que se diese una ducha y trabajase conmigo, entendía cómo trabajar, vestirse, llevar agua, pero después de lo del retrete...". La madre se refiere a un episodio en el que su hija apareció en el fondo de una letrina de diez metros de profundidad tras permanecer desaparecida diez días en 2010. El suceso detuvo su progreso.
Rifá considera que este hecho pudo afectarle, pero lo que le condiciona es "la falta de un entorno familiar estimulante y asistencia terapéutica". El trabajador social cree que no puede comunicarse porque sufre una discapacidad auditiva, como confirmaron expertos en 2007. Su familia discrepa ya que Pnhieng puede cantar y vocalizar sílabas, lo que significa que la pérdida de capacidad auditiva no fue de nacimiento.