donostia - La fuerza de una sola ola es suficiente para provocar un auténtico desastre y llevarse por delante meses y meses de trabajo e ilusión. Que se lo digan a Pedro García, presidente del Club Atlético San Sebastián, que a primera hora de la mañana apenas podía describir la desoladora postal que se había encontrado en sus instalaciones, totalmente anegadas por al agua; o a Tristán Montenegro, dueño de la discoteca Bataplán, que miraba una y otra vez los amplios ventanales arrancados de cuajo por el mar, pese a las protecciones.

El embate del mar no fue, ni mucho menos, tan devastador como el de febrero de 2014, pero las olas volvieron a causar estragos en Donostia, una ciudad que parece que está aprendiendo a acostumbrarse a los caprichos del mar.

Bastaba con asomarse al paseo de la Zurriola o de Ondarreta para certificar que el de ayer era un amanecer diferente. En la primera línea de playa, apenas quedaban baldosas visibles en la acera, totalmente cubierta por la arena desplazada; en las playas, ramas y troncos cubrían el arenal y, además, trozos de muro, barandilla o piedras se desperdigaban por toda la costa.

En la playa de La Concha el panorama era desalentador. Establecimientos típicos como Bataplán o el Atlético San Sebastián eran un barrizal, mientras que en la antigua Rotonda, la estampa era de destrucción total. Además, La Perla, el centro de talasoterapia, también resultó afectado, si bien los responsables del local esperaban poder reabrir hoy con total normalidad; mientras que en Hegalak, la rotura de un cristal provocó daños menores que fueron subsanados a lo largo de la mañana, pudiendo funcionar con total normalidad durante toda la jornada.

todo destrozado “Está todo destrozado”. Pedro García, presidente del Club Atlético San Sebastián, no daba crédito al devastador efecto del temporal. Una vez más, su local fue víctima de la furia del mar, que destrozó las instalaciones, justo cuando el club comenzaba a recuperarse de un embate anterior, provocando daños que pueden superar los 600.000 euros. “Ha roto exactamente lo mismo que la otra vez (en 2014): todos los frentes. Ha sido una sola ola que ha entrado y se lo ha llevado todo”, lamentaba. De hecho, García preveía que los daños fueran mayores que en 2014. “Entonces las mesas y las sillas estaban rotas, pero ahora están hechas picadillo”, resumía.

García no daba crédito. “Sinceramente, poco más podemos hacer. A nosotros no nos dejan poner una serie de protecciones por estética y no puede ser, porque ayudan mucho y pienso que hubieran sido necesarias. Tendremos que llegar a un acuerdo con la Diputación porque no puede ser. El domingo anuncian olas de 10 metros de nuevo. ¿Qué vamos a hacer entonces?”, exponía.

Lo cierto es que durante la jornada de ayer en el Atlético estaban tranquilos ante lo que pudiera ocurrir. “Sinceramente, pensaba que no iba a entrar el agua -reconocía-. Vi hacer la obra y el material que metían y de verdad que si se ha llevado esto, qué no se va a llevar. Cada cristal lo tenían que llevar entre dos personas de lo que pesaba. ¿Si se lo ha llevado una sola ola, qué va a pasar si viene como la última vez una tras otra? No tenemos futuro al lado del mar, o hay que tomar otro tipo de medidas menos bonitas pero más eficaces”, manifestaba.

Y es que además de la repercusión en las instalaciones, que puede ser más o menos subsanado por el seguro, en el Atlético están preocupados por su futuro. “Esto supone una pérdida de socios, porque son quienes lo padecen y se cansan. A ver ahora cuánto tardan en colocarnos las ventanas, porque el edificio no es nuestro”, lamentaba.

A escasos metros, en Bataplán, el panorama no era menos desolador. Una docena de empleados se afanaban por fregar todo el lodazal en el que se convirtió la pista de baile, aunque quizás, los mayores daños no saltaban a la vista. “El cuadro eléctrico, el mobiliario podrido...” enumeraba Tristán Montenegro, responsable del establecimiento, quien no obstante, tenía la esperanza de poder abrir la discoteca mañana mismo.

Para este hostelero, el susto llegó a las cinco de la mañana. “Me avisaron de la central de alertas y me acerqué. Estaba un poco al loro y a las cuatro y media estaba todo normal, pero parece que a las cinco y algo ha llegado una ola que lo ha arrasado todo”, informó. Y es que una sola ola fue suficiente para arrancar varios metros de ventanal, así como sus respectivas protecciones de madera. “Lo ha derretido como si fuera chicle”, exclamaba al tiempo que señalaba uno de los ventanales, apartado en el suelo, hecho mil pedazos. “La culpa de todo es de las ventanas que nos pusieron hace seis años, que están todas oxidadas”, se quejaba.

Montenegro lleva décadas regentando esta conocidísima discoteca donostiarra y aseguraba que este había sido el temporal con peores efectos para el local. “A nosotros el temporal de 2014 no nos afectó. En 2008-2009 tuvimos muchos daños también, pero no peores que estos”, afirmaba aunque sin ser capaz de cuantificar los daños. “Pero son muchos”, aseveraba.

Tampoco en La Perla se libraron de los destrozos, aunque esta vez solo afectó a la zona de talasoterapia, que volverá a funcionar hoy mismo. “Estamos acostumbrados a este tipo de situaciones y los daños han sido relativamente pequeños”, resumía su gerente, Eduardo González Lizarriturri, que se sentía afortunado viendo los destrozos sufridos por sus dos vecinos. “Cuando llegas por la mañana el panorama es desolador. Parece que no vas a abrir en meses, pero hay que tener la mente fría. Nosotros mañana estaremos a pleno rendimiento de nuevo”, aseguraba.

En su caso, también fue una única ola la responsable de los daños. “Nos fuimos tranquilos a casa porque con los datos que teníamos no parecía que iba a ser muy importante, pero a las 5.14 ha habido una ola muy fuerte que nos ha reventado las protecciones, algún tablero y tres ventanales. A partir de ahí, agua, arena, instalaciones y conductos afectados...”, narraba. “Es el precio de estar donde estamos”, reconocía.

En el otro extremo del paseo, el centro deportivo Hegalak apenas fue acariciado por el mar. “Ha entrado lo que teníamos previsto y por donde teníamos previsto”, explicaba su gerente, Oihana Pagoaga. Desde el temporal de 2014, el centro decidió tapiar algunas de las paredes que antes eran cristalera, para evitar males mayores. “La recepción se ha inundado, pero el escenario era totalmente distinto al de entonces. Hoy llevamos limpiando desde las 5 y ya estamos a pleno rendimiento”, valoraba.

Otros “afortunados” fueron los responsables del restaurante Branka, junto al Peine del Viento. Por su ubicación, este establecimiento es uno de los más expuestos a los temporales marítimos. Tanto es así que hace dos años gran parte de las cristaleras reventaron, arrasando todo el local. Esta vez, sin embargo, el agua solo entró por una puerta y causó unos daños menores en el falso techo, el foso del ascensor y la cocina.

un mes de reparaciones Peor suerte corrieron en el contiguo Club de Tenis, donde las pistas cubiertas de tierra batida quedaron literalmente “destrozadas”. “La ola ha reventado la puerta de la zona donde guardamos las piraguas y el agua ha entrado por ahí a las pistas”, detallaba su gerente, Jokin Larrañaga, que precisaba que el agua había alcanzado una altura de 66 centímetros. Este “chandrío” llevará varias semanas de reparación. “De las dos pistas, una podremos ponerla operativa en cuatro o cinco días, a sabiendas de que es un parche y que hay que hacerla nueva porque se ha ensuciado con agua salada. La otra, un mes no nos quita nadie. Hacer una pista de tierra batida no es la termino y a jugar; tiene que asentarse, tienes que pisarla, tienen que jugar niños y personas mayores para que la endurezcan y luego ya pueden entrar el resto de los jugadores”, explicaba este experto.

A su juicio “da igual las medidas de protección que pongas, porque si el agua quiere entrar va a entrar”. “Esto depende del factor suerte. Una sola ola te puede meter tal cantidad de agua que puedes estar toda la mañana con diez motobombas achicando”, ejemplificaba.

Por ello, una vez pasado el temporal, solo queda “trabajar para volver cuanto antes a la normalidad”.