Las amargas secuelas del ébola
Princess Kumba y Mikel Tellaetxe repasan desde Gipuzkoa el estado de Sierra Leona y LiberiaVen el prototipo de vacuna como una oportunidad lejanaAmbos luchan a su manera por ayudar a los suyos
donostia - Ha pasado un año desde la terrible epidemia de ébola que se llevó por delante a más de 11.000 personas de Guinea, Sierra Leona y Liberia. Ha llovido mucho desde entonces. De hecho, el pasado mayo, después de 42 días sin rastro de la enfermedad, Liberia fue declarado país libre de ébola. Pero la poca presencia que han tenido estos países en los últimos meses no quiere decir que hayan regresado a la normalidad.
Princess Kumba es originaria de Sierra Leona, pero lleva 21 años en Donostia y añora a su familia desde su tienda de telas africanas de Gros. Mikel Tellaetxe, un donostiarra gerente de la clínica Aita Menni, coopera con el Centro Benedict Menni de Pipeline de Monrovia, en Liberia. Ambos mantienen una estrecha relación con los más afectados por el ébola. De hecho, Princess perdió a quince de sus familiares el año pasado, y Tellaetxe ha vuelto en dos ocasiones a Liberia para conseguir reabrir el ambulatorio. Los dos tienen algo que decir sobre la realidad que se sigue viviendo, pero ven un rayo de esperanza en el prototipo de vacuna contra el ébola, algo que “cambiaría radicalmente” los tres países afectados.
Princess Kumba recuerda cómo se desarrolló todo después de aquel fatídico agosto de 2014. “El Gobierno de Sierra Leona tardó en sensibilizar a la gente. La información llegó muy tarde, mientras que la gente moría. Cuando empezaron a actuar, ya estaba fuera de control”, afirma. Además, la malaria se confundía con el ébola y aquellos que padecían la primera enfermedad eran reunidos con los que sufrían la segunda, contagiándose. “La gente que no tenía ébola huía porque tenía miedo de que la llevaran al campo y se contagiara también. Algunos de los que escapaban efectivamente tenían ébola y allá adonde huían también contagiaban la gente”, relata.
Ella es de Koindu, un pueblo situado en el distrito Kailahun en la Provincia del Este del país. Al contrario que en Liberia, el Gobierno todavía no ha declarado que Sierra Leona sea un país libre. Pero en la zona de Princess llevan cuatro meses sin tener nuevos casos del virus.
Por lo menos, ahora la gente no está en cuarentena, una medida que para Princess fue más dañina que otra cosa. “Las personas afectadas que estaban dentro de una casa contagiaron al resto. Durante la cuarentena había muchos muertos en la calle, porque la gente tenía miedo de quedarse en casa, salía a la calle y se moría. Al final el Gobierno consiguió lo que quería: hacer cuarentenas de tres días que no ayudaban”, recalca.
Poco a poco, todo está volviendo a su cauce. “La gente encuentra la situación más tranquila”, apunta y reconoce que parte de esta mejoría se debe a que la población se llegó a concienciar y se dio cuenta de que “el ébola es real”. El Gobierno emitió una serie de consejos de seguridad, como lavarse las manos, no saludar con un apretón de manos o no asistir a los funerales.
un choque de culturas Estas consignas chocaron de frente con las tradiciones de los habitantes, que hicieron caso omiso en un principio. “Nadie hacía caso. Allí, cuando muere una persona, sus seres queridos lo abrazan. No es que no se lo tomaran en serio, pero pensaban que era por política. Hasta que vieron que en una casa, alguien que estaba sano moría. Y luego otro y otro. Se dieron cuenta de que era serio”, subraya Princess, que ha sufrido mucho por sus familiares. Pero después de un año la sonrisa ha vuelto a sus labios gracias al prototipo de vacuna VSV-ZEBOV. “Este ébola ha sido como una sentencia de muerte, pero ahora hay una gran esperanza”, anuncia.
Tellaetxe comparte la alegría, aunque se muestra escéptico por la pronta etapa en la que se encuentra el desarrollo de la vacuna. “Se dice que la vacuna tiene un alto índice de efectividad porque se considera que genera anticuerpos que parece que serán beneficiosos para evitar el contagio”, apunta, pero añade que solamente es efectiva si se suministra 24 días antes de un posible contagio, para que los anticuerpos tengan tiempo de generarse. “Sí que se ha hecho un esfuerzo inmenso por conseguir un prototipo de vacuna, que tiene un buen nivel de respuesta. Pero sigue habiendo contagios. Ahora hay que generar las dosis suficientes para utilizarlas y detectar cuáles son las zonas que tienen que ser vacunadas”, detalla.
Independientemente de la vacuna, Tellaetxe destaca que “la situación en estos países sigue siendo crítica porque los medios disponibles para atender a la población, desde ambulatorios a hospitales, se han visto muy reducidos”. En el ámbito sanitario, este tipo de crisis provocan el cierre de la asistencia sanitaria. El Centro Benedict Menni de Pipeline, con el que coopera, fue clausurado en octubre, dejando a 15.000 personas desamparadas. Y no fue hasta el pasado abril cuando volvió a ponerse en marcha.
un tsunami que arrasó “Los partos de la zona de Pinesville, que fueron unos 400, no se pudieron dar y las mujeres tuvieron que dar a luz en sus casas”, revela Tellaetxe, y destaca que la situación para los enfermos era peor. “En Liberia hay 70.000 niños que están sin identificar porque no han nacido en ningún hospital y no han sido registrados”, completa. Y es que además de los miles de fallecidos causados por el virus, el ébola “ha sido como un tsunami que ha destrozado sistemas sanitarios frágiles, que es lo que hay que tratar de reconstruir ahora”.
En este momento, hospitales como el Centro Benedict Menni, han cambiado los circuitos que debe seguir cada paciente para asegurarse de prevenir futuros casos, empleando más tiempo y dinero. “Esto no tiene una solución rápida. Veremos cuánto cuesta recomponer el sistema de salud, que no era ningún ejemplo. Por eso no hay que reconstruir lo que había, sino dotarlo de más medios”, sentencia este donostiarra.
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