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José Antonio Vélez de Mendizabal no cabe en la camisa. Y no por gordo, es por feliz. Hace solo doce meses, pesaba 150. Hoy ronda los 87. Mari Carmen García de Blas está como una niña con zapatos nuevos. Se le ve radiante. Hace dos años, su báscula marcaba 122 kilos. Hoy es una pimpolla de 57. Entre los dos se han quitado de encima 130 kilos y se declaran muy satisfechos porque no lo han hecho por estética, “si no por salud”. La transformación es tan increíble que ni siquiera parecen ellos. “Ahora saludo a gente por la calle y no me reconocen hasta que no les hablo. Que soy yo, les tengo que decir”, confiesa Juan Antonio Vélez de Mendizabal, de 45 años.

Su paso por el quirófano y una cirugía bariátrica como tratamiento a su obesidad les ha cambiado la vida. “El primer invierno es el más duro. No veas cómo noto el frío, me entra hasta en los huesos. Yo en mi puñetera vida había sido friolero, antes estaba en casa en invierno con pantalón corto y una camiseta, ahora tengo que ponerme la calefacción a tope y, si me apuras, un par de pijamas de franela”, dice desde una heladora Gasteiz.

La pareja se operó en la Clínica Universitaria de Navarra con un año de diferencia. Ella, en enero de 2013 y él en enero de 2014, pero los resultados son tan evidentes que pocos creen que sean las mismas personas. La prueba del algodón está en el armario. Toda la ropa ha ido a la basura. “Yo solo he conseguido salvar un par de calcetines”, confiesa dicharachero Juan Antonio. Para Mari Carmen, la coquetería se impone. “Antes usaba una talla XXXL, ahora entro en la S y si no, en la M, me valen prendas en las que ni me hubiera imaginado entrar. Así que en rebajas me tengo que controlar”, cuenta esta directora de un centro de formación de adultos de 43 años, confesando haber dejado atrás una mochila de 67 kilos, los que pesaba cuando estaba en la cresta de la ola.

Su marido, funcionario municipal, también ha dejado por el camino 77 kilos de pesadumbre.“Estoy encantado pero, ojo, que algo de fuerza he perdido. Aparco el coche en una plaza de garaje pegada a la pared, yo antes mecagüendiez dejaba el coche un poco separado de la pared y por no arrancarlo lo empujaba, ahora ni de coña”, dice entre risas, asegurando que el éxito se lo debe a su esposa, que fue la que abrió el camino. “Si me he animado es gracias a ella, si no yo no hubiera tenido la valentía de hacerme esa cirugía. El haber vivido en casa su proceso y ver cómo ella había sido capaz, me empujó...”, afirma orgulloso.

“Aita, tienes la barriga como Pepa Pig”

Sus hijos, Diego, de seis años y Nora, de cuatro y medio, han sido dos testigos de excepción de su transformación y todavía les miran alucinados. “Antes, los críos me decían aita, tienes la tripa de Pepa Pig”, dice divertido Juan Antonio. “Como son pequeñitos, ellos creen que aita y ama se han curado la barriga, que antes tenían la tripa gorda y ahora no, pero no han sido muy conscientes y lo han vivido a su manera... Ven las fotos de antes y te dicen que ahora estás más guapa, pero solo se acuerdan de que primero fue ama la que se curó la tripa y vino a casa y luego fue aita”, rememora Mari Carmen.

En su domicilio de Gasteiz ya nada es igual y mucho menos las comidas. Antes devoraban, ahora degustan. “Puedo comerme un menú pero nunca acabo los platos, no me cabe. Como casi de todo pero tengo una capacidad de estómago pequeña”, afirma esta gasteiztarra. Ahora impera una dieta equilibrada. “Desayuno un par de rebanadas de pan con tomate y un café cortado. A media mañana tomo un café con un poco de fruta o un quesito o algo de fiambre, la comida de hoy han sido unas patatas con chorizo, a media tarde meriendo algo, y luego una cena ligera a base de ensalada o algo de pescado o una tortilla francesa de un huevo porque dos no me entran”.

Reconoce que de vez en cuando el cuerpo le pide algún capricho pero muy controlado, un poquito de bizcocho el fin de semana... Tanto es así que en Navidad no ha cogido ni un gramo.

El caso de Juan Antonio, un tragón por excelencia, es algo distinto. “Mi mujer todavía hay alimentos que no tolera bien, pero a mi me da igual el picante, que las legumbres, que la mayor comida basura que te puedas imaginar... Sin embargo intento comer con moderación, hacer cinco comidas al día, el cambio es brutal porque hemos modificado nuestros hábitos alimenticios”, señala.

Ahora ya no traga, mastica. “Antes comía un plato de garbanzos y hasta que no veía el fondo del plato no soltaba la cuchara. El endocrino me decía Juan Antonio que hay que soltar la herramienta, hay que comer despacio, saborear, comer en tiempos... pero no le hacía caso. Antes, a la noche, me podía comer un paquete entero de galletas de chocolate, pero ahora tomo dos. Es una cuestión de control”.

Ver los resultados prodigiosos ha obrado el milagro. “Antes había hecho todas las dietas del mundo, todas con médico, lograba bajar pero nunca he llegado a verme así. Además, en la clínica me descubrieron una intolerancia a los carbohidratos que me impedía bajar tanto peso como ahora”. “Lo cierto es que ahora tengo un estomago nuevo que absorbe los nutrientes de distinta manera”, explica Mari Carmen.

“Andaba algo y era como hacer una maratón”

Con unos cuerpos más sanos y ligeros, se sienten más ágiles. “Y lo más importante, es que ahora duermo y descanso. Antes me despertaba y ya me levantaba hecho polvo. Está claro que es una nueva vida”, destaca Juan Antonio. Día a día, incluso ellos mismos se sorprenden con este giro de 180º. “Antes me iba a andar, daba un paseo de dos horas, llegaba a casa y estaba derrengado, parecía que había hecho la maratón de Nueva York. Ahora hago ejercicio, llego a casa y puedo seguir haciendo cosas”.

“Además, un día a la semana voy a tonificación muscular porque brazos y piernas tengo bien pero he perdido bastante masa muscular en el abdomen. Como mi trabajo es bastante físico -es un curro de buzo y ando con un camión grúa- necesito estar en forma por eso cuando puedo también camino, nado...”, indica Juan Antonio.

Con 1,87 de estatura, en sus mejores tiempos sobrepasaba los 160 kilos. Hasta que el 14 de enero de 2013, con 150 kilos, se plantó. “Era el momento de hacerlo, lo que no quería era cumplir años y no tener ya vuelta atrás”. Y entró al quirófano de la Clínica Universitaria de Navarra. Juan Antonio recomienda sin dudar este centro sanitario. “Te atiende un equipo extraordinario desde el primero hasta el último, desde el cirujano al nutricionista, pasando por todas y cada una de las enfermeras”, resalta. Mari Carmen comenzó a coger peso en la adolescencia y a sumar kilos con los dos embarazos porque tuvo dos en 16 meses, y también decidió poner punto y final a su sobrepeso.

Ni un solo momento se han arrepentido de operarse y eso que ven a diario sus seis agujeritos haciendo un circulo, seis cicatrices pequeñitas entre el pecho y el ombligo... Y eso que no ha sido nada fácil. Sobre todo para Mari Carmen que lo pasó realmente mal. “Al principio, estuve muy fastidiada. El primer mes me alimentaba a base de purés, pero no me entraba nada, me ponían delante un yogur y me limitaba a chupar la cucharilla como si fuera una piruleta. Me tenían que obligar a sentarme a desayunar, a comer... no tenía apetito”.

“Los primeros días pierdes un kilo diario”

Cuando al cabo de un mes empezó con los sólidos, su estómago seguía cerrado a cal y canto. “Durante las primeros días casi pierdes un kilo diario. Eso te agota, entre no comer y el kilo diario de pérdida acabas rendida, pero a partir del mes y pico, la pérdida es más gradual, pasan las semanas, te empiezas a ver mejor en el espejo y ayuda. Compruebas que lo que has hecho ha merecido la pena”, explica García de Blas.

El postoperatorio de su marido fue radicalmente distinto. “Los primeros meses son duros pero yo no tuve dolores y admitía bien la comida”. También bajaba peso a diario, un día 900 gramos, otro día un kilo. A los tres meses ya había perdido 20.

El matrimonio aconseja, sin atisbo de duda, esta intervención para personas con mucho sobrepeso. Y eso que reconocen que no es para todos los bolsillos. “Hemos hecho un esfuerzo económico grande porque los dos somos obreros, tenemos dos niños pequeños, una hipoteca... pero hemos hecho una apuesta por la salud. Además se lo hemos quitado a otras cosas a las que damos menos importancia. Es caro pero a veces la gente se compra coches que valen muchísimo dinero o se van al Caribe y nosotros, no ”, afirma Mari Carmen García de Blas que estuvo cuatro meses de baja.

Sus conocidos asisten atónitos al cambio. “Hay gente que me conoce de antes y con la que solo he mantenido contacto telefónico y cuando me ve, le cuesta reconocerme”, afirma asegurando que mantendrá su álbum fotográfico de antaño a buen recaudo. “Ésa también soy yo y de vez en cuando hay que mirarlo para recordar cómo eras y para no volver a caer en eso”. La gente con sobrepeso que ve por la calle le recuerda su problema. “Ves que van ahogados, que se cansan mucho”. “Nuestro anterior estado no se olvida, han sido muchos años viviendo con obesidad”. Mari Carmen reconoce que estar delgada da seguridad. “Antes, claro que iba a la playa y a la piscina y me ponía el bañador, pero, a veces, al quitarte el vestido notabas miradas muy crueles”, resume.

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