Donostia - Los datos recabados en primavera invitaban al optimismo. La lluvia y las bajas temperaturas que durante los meses de marzo, abril y mayo fueron protagonistas parecían haber espantado a la vespa velutina, también conocida como avispa asiática, que desde que llegó a Euskadi en 2010 no ha hecho más que traer sinsabores a los apicultores del territorio.
En mayo, el presidente de la asociación de apicultores de Gipuzkoa, Julian Urkiola, celebraba que el número de ejemplares de vespa velutina que había caído en las trampas caseras, hechas a base de vino blanco, cerveza y sirope y colocadas estratégicamente para su captura, había descendido notablemente. Aquello podía ser señal de que esta especie invasora originaria de Asia podía haber comenzado a replegarse, aunque se mostraba todavía cauteloso.
Ahora, seis meses después, aquellas previsiones optimistas de la primavera parecen diluirse con la llegada del otoño, cuando la caída de las hojas de los árboles deja al descubierto los nidos que la letal avispa construye. “Desde septiembre hasta hoy habré matado unas 10.000 avispas”, apunta Urkiola, cuya lucha contra esta especie que devora las abejas autóctonas sin piedad se prolonga ya más de dos años.
Bien es cierto que la fuerza destructora de la vespa velutina ha descendido ligeramente con respecto a los parámetros de 2012, cuando estos ejemplares diezmaron los panales de nuestros apicultores, asesinando a miles de abejas y dejando las colmenas seriamente debilitadas.
Sin embargo, Urkiola teme un ligero repunte con respecto a la situación del pasado año. “A finales del verano han cogido mucha fuerza. No tenemos los datos todavía, pero así, en un cálculo aproximado, en dos meses he podido matar unos 10.000 ejemplares. No son los 40.000 o 50.000 que maté en 2012, pero sí que son algunos más que el año pasado, por lo que la preocupación no desaparece”, advierte.
Y es que el inusual otoño que hemos vivido, en el que las temperaturas han sido propias del verano, ha propiciado que estos ejemplares se hayan podido nutrir bien después de una primavera complicada. “El final del verano ha sido muy bueno. La flor ya estaba pasada, pero han podido conseguir vitaminas en la recolección de la fruta madura”, indica Urkiola quien, no obstante, asevera: “Pero para las proteínas no valen las frutas. Para eso se nutren de abejas, avispas autóctonas, moscas libélulas, carne e incluso pescado”. “Son unas auténticas depredadoras”, subraya.
Ahora, con la llegada del otoño llega la época más laboriosa para los apicultores, ya que es con el deshoje de los árboles cuando quedan a la vista los nidos , que tienen forma de pera. Estos nidos se queman para provocar así la muerte de toda la colmena.
60 kilómetros al año Pero pese a los esfuerzos de los apicultores por frenar su expansión, las avispas asiáticas, que entraron en Gipuzkoa por la muga por Iparralde, han conseguido avanzar de tal manera -se calcula que esta avispa es capaz, por sí sola, de abarcar unos 60 kilómetros al año-, que su presencia ha sido detectada ya incluso en Araba. “Tenemos avispa asiática en Oiartzun, Hernani, pero también en Deba o en Zestoa y hasta en Goierri”, lamenta Urkiola, quien demanda un mayor compromiso a las instituciones para hacer frente a esta especie.
“Sabemos que no vamos a poder erradicarla, pero pretendemos al menos poder controlarla”, afirma el presidente de los apicultores guipuzcoanos, para quien la solución pasa por “realizar un estudio exhaustivo sobre cómo son estas avispas y cómo se comportan, para así conocerlas mejor y saber cómo actuar”. Por el momento, y a falta de mayor respuesta por parte de las instituciones, los apicultores seguirán echando mano de los remedios caseros para, en la medida de sus posibilidades, defender sus panales.
La citada avispa llegó a Europa en 2004, cuando desembarcó, literalmente, en Francia después de abandonar las bodegas de un carguero proveniente de China. Desde entonces se ha expandido a lo largo y ancho del territorio. Los primeros ejemplares llegaron a Gipuzkoa en 2010, y desde entonces, han diezmado las colmenas locales, ya que nuestras abejas no están preparadas para hacer frente a este invasor que las devora sin piedad.