“Con esquizofrenia se puede llevar una vida plena y normal”
Friega, pone lavadoras, disfruta de Judas Priest como lo ha hecho toda su vida... Subraya que nada difiere del resto
donostia - Cada vez que salta la noticia a los medios, le embarga cierta tristeza. “Siempre lo mismo”, resopla. No entiende por qué se subraya el rasgo “esquizofrénico” de aquellos jóvenes descompensados que, tras descuidar el tratamiento, pierden un día la cabeza protagonizando sucesos de los que ellos mismos acaban siendo víctimas. “Nos hace tanto daño cuando lo vemos... ¡Y es que no somos así!”. Juan Luis Bravo borra por un momento su gesto risueño. “Para qué decir lo contrario. Cuando lo veo me produce cierta tristeza. El hecho de convivir con la esquizofrenia no quiere decir que seamos agresivos. Hay casos, pero son aislados. No se está dando buena imagen de la enfermedad, y la verdad es que somos personas muy normales”, insiste el donostiarra.
Bravo disfruta hoy en día de una vida plena. Friega, pone lavadoras, limpia y barre la habitación del piso que comparte con su sobrina. Lo hace entregado a sus gustos de siempre, como esas personas que descubren que la vida comienza a correr aprisa, pero siguen ancladas en sus viejas aficiones. Bravo tiene 49 años que no aparenta, y la música heavy, con Judas Priest a la cabeza, sigue despertando en él la misma ilusión. Es su terapia, su pasión. “El cantante Rob Halford ya no es lo que era, pero sigue teniendo tirón”, sonríe al recordar el último concierto del grupo británico al que asistió.
El paso del tiempo parece haber aplacado algo su espíritu guerrero, y se ha abierto a otras influencias, como La Oreja de Van Gogh, y hasta rancheras como la mítica El Rey, que entona estos días y cantará mañana junto a sus amigos, con motivo del Día Mundial de la Enfermedad Mental, que celebrarán en el centro de rehabilitación psicosocial Ibiltzen Bentaberri, de la asociación Agifes.
Sus compañeros ensayan en ese momento la canción y, casualmente, la melodía llega hasta oídos de Bravo, que se arranca. Yo sé bien que estoy afueraaaa, pero el día que yo me mueraaaa, sé que tendrás que llorar, lloraaaar y lloraaaar, lloraaaar y lloraaaar... Sonríe, y el humor recorre la sala. Acudir al centro de Agifes le ha dado la vida, algo que salta a primera vista tras unos minutos de charla.
Este donostiarra es una de las personas con enfermedad mental que participará mañana en la mesa redonda organizada por Agifes, que reclama medidas frente al estigma que rodea a los trastornos psíquicos. Bravo goza de buena salud y disfruta con plenitud de la vida, siguiendo el tratamiento de pastilla diaria, y una inyección cada dos semanas. “Ahora todo es mucho más cómodo, pero en el pasado no lo fue tanto. Recuerdo que tuve una depresión grandísima. Fueron años duros. Me quedé encerrado en casa. No quería salir, no quería ver a nadie. Me molestaba la televisión, y hasta la música que tanto me gusta. En esos momentos piensas hasta en hacer locuras, porque crees que la vida no merece la pena”.
Habla de su patología mental sin ningún problema, rememorando el año que estuvo ingresado en un psiquiátrico, y también de aquellos primeros brotes en su infancia, todavía sin diagnóstico, cuando salía del colegio y veía cosas muy raras. “Me daba la sensación de que mi padre estaba constantemente amenazado. Empecé entonces a fumar porros, y tuve paranoias aún más gordas. Pensaba que me querían secuestrar. Eran los años 80, una época en la que se hablaba mucho de los OVNI, y estaba convencido de que llegaría uno de ellos al monte Urgull, y me llevaría. Eran tan reales aquellas imágenes como que estamos presentes en esta charla”, explica Bravo, estirando su mano para buscar un contacto con el interlocutor.
La vergüenza de antaño
Con el tiempo llegó el diagnóstico, y después de años de vaivenes en los que se ha sentido “un poco cobaya” con diferentes tratamientos, dice encontrarse ahora mejor que nunca. “Sí, les ha costado encontrar la dosis correcta, pero después de tantas pruebas, de salud estoy mejor que nunca”. Se pregunta el hombre qué hubiera sido de su vida de haber nacido un par de generaciones atrás, cuando “los padres escondían a sus propios hijos con esquizofrenia por vergüenza o vete a saber qué motivos”. Le decimos a Bravo que mejor no pensarlo que, afortunadamente, en esos momentos, está ofreciendo una relato de su vida que revela gran madurez. “Es que somos personas normales”, insiste.
Su vida, al fin y al cabo, no parece ser muy diferente a la de tantas otras personas. Medicarse, desde luego, no es una excepción en la sociedad actual. Según datos oficiales, más de 25.000 guipuzcoanos reciben tratamientos por problemas de salud mental, una cifra que supera las 80.000 personas en todo Euskadi. El 9% de la población padece algún tipo de trastorno, crónico o leve, y el 15% lo tendrá a lo largo de su vida. “Lo más importante es asumir lo que tiene cada uno, y actuar en consecuencia. Se hace hincapié en la lucha contra el estigma, pero yo no lo he vivido. La gente sabe por lo que he pasado. Lo he reconocido y ahora estoy en tratamiento sin mayores problemas. Tan solo es eso”.
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