Nueve años del secuestro
el donostiarra asier huegun relata en un libro su calvario a manos de la guerrilla colombiana
uNA vecina de Oiartzun se lo dejó caer como si tal cosa. "¿Y si te secuestran, Asier?". Aquella conversación, hace casi nueve años, no pudo ser más premonitoria. Asier Huegun hacía por aquel entonces las maletas rumbo a la selva colombiana, ajeno a la trampa en la que caería poco después. "No tengo ningún trauma del secuestro, pero es verdad que fue dura la experiencia", admite en una visita a este periódico. Electricista de profesión, este donostiarra de 38 años acompaña su relato con un enérgico movimiento de manos, haciendo gala del mismo carácter que se convirtió en salvoconducto para sobrevivir durante los 73 días de cautiverio a manos del Ejército de Liberación Nacional (ELN).
"Durante todo el secuestro siempre fue fuerte, y siempre mantuvo una coherencia". La visita al periódico no es casual. Le acompaña el periodista Gari Udabe quien, de algún modo, glosa la figura de Huegun como la del protagonista de un libro de aventuras. Y en realidad lo es. Udabe, que por aquel entonces cubría la noticia del secuestro para la radio, tuvo la paciencia y la sagacidad suficiente para aguardar el momento preciso, respetar la tranquilidad que el donostiarra solicitó para él y su familia una vez liberado y abrirse paso por fin en su vida, rescatando una historia que Huegun vivió junto a siete extranjeros cuando realizaban una travesía por la Sierra Nevada de Santa Marta, en el otoño de 2003. El resultado de todo ello llega ahora en forma de libro, Kolonbian bahituta: 74 egun ELNren esku, de la editorial Txalaparta.
el libro de notas
Caminatas interminables
"Mi intención no era publicar ningún libro. Yo solo quería conservar la historia para mí", reconoce el secuestrado. Todo lo que fue ocurriendo durante el cautiverio lo dejó impreso Huegun en un diario. Algún guerrillero le llegó a decir que no se molestara, que aquel cuaderno de viaje no iba a salir de allí, pero él seguía escribiendo lo que ocurría a diario, siempre con frases cortas y sencillas, en las que el joven volcaba sus sensaciones y sentimientos: el miedo, el hambre, el frío. "Durante aquellas caminatas interminables por la selva me acordaba de la Guerra Civil, de lo que tuvieron que pasar en el 36. La situación no fue fácil, más aún teniendo en cuenta las tensiones que se desataron entre nosotros mismos. La relación con cuatro israelíes que me acompañaban no fue buena. No fueron solidarios y solo pensaban en lo suyo", lamenta con cierto malestar. Aunque los secuestrados se veían obligados a dormir "muy pegados", los israelíes "nunca se fiaban de ti". El donostiarra se muestra molesto por su egoísmo. "Parecía que solo ellos caminaban y pasaban hambre. Yo les decía: soy como vosotros, tampoco tengo comida". El entendimiento no fue posible.
impotencia
De cabezazos
Hubo también mucha impotencia. "Un día se dio de cabezazos contra una pared", resalta Udabe, con el asentimiento del secuestrado. "Es verdad. Fue un modo de llamar la atención, y también de desahogo, porque estábamos viviendo una gran injusticia", le responde Huegun.
Durante el cautiverio, la presión para el donostiarra fue por partida doble ya que su dominio del idioma le convirtió en interlocutor del grupo, lo que fue motivo de fricción. La palabra era su única arma. "El problema es que yo pedía a los mandos comida, mantas. Les decía que no podíamos estar andando durante 18 horas diarias a 4.000 metros de altura sin ropa de abrigo. Así, los guerrilleros me prometían cosas, y aquello generaba unas expectativas que luego daban pie a la frustración cuando no las proporcionaban". Las culpas, en aquellas ocasiones, parecían ir contra él.
Lo peor de las caminatas, en las que el secuestrado, reivindicativo y provocador, acostumbraba a cantar canciones de RIP y Laboa, comenzaban siempre por la noche. "Era por motivos de seguridad, te pasabas todo el día parado y cuando llegaba la oscuridad nos poníamos a andar a trompicones, sin poder ver por dónde andábamos. Nunca estábamos más de tres días en el mismo lugar", rememora Huegun.
Y así, día a día, hasta el número 73, los secuestrados aguantaron el tipo hasta finales de aquel mes de noviembre de 2003. Fue entonces cuando el ELN cumplió finalmente su promesa de entregar a una comisión humanitaria conformada por la Iglesia, Naciones Unidas y la Defensoría del Pueblo, a Asier y a la alemana Rinhilt Weigel, con la que el donostiarra sigue manteniendo contacto. Pasado el tiempo, Gari reconoce que todo el mundo se lo pregunta, y siempre responde que sí. "Sí, volveré al mismo lugar, aunque todavía no sé cuándo".
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