NG entra en el Observatorio de Igeldo para el seguimiento de las altas temperaturas
noticias de gipuzkoa comprueba las altas temperaturas en el observatorio de igeldo
donostia
UFF! resopla Carlos Moirón -responsable de las mediciones del Observatorio de Igeldo-; 27,9 grados a las diez de la mañana y subiendo. Es una barbaridad, si aquí la máxima del día suelen ser 22 ó 23...", dice, mientras comprueba que el termómetro no se ha colapsado. Margarita Martín, delegada en el País Vasco de la Agencia estatal de Meteorología, da un respingo: ¡Mira, mira, cómo flota la capa de polvo sahariano sobre el mar! Esto en el Cantábrico es dificilísimo de ver". Incluso para estos hijos del sol, curtidos en cien mil batallas climatológicas, asistir a esta ola de calor resulta insólito. ¡Y hoy todavía más! Confían, sin embargo, en que el mercurio no alcance aquellos 38,6º que registró Igeldo el 4 de agosto de 2003, cuando Euskadi se abrasaba en un infierno a la sombra.
Con el bochorno rebotando en la cara, desde el observatorio -107 años a sus espaldas-, se recuerda que este centro predijo la galerna de 1912 que segó la vida de 143 personas. "Aunque solo se enteraron los guipuzcoanos porque los arrantzales vizcainos ya habían salido a la mar". En el ojo de la ola de calor se atisba desde Matxitxako hasta Las Landas y se controlan casi todas las variables meteorológicas. Para eso está Moirón que hace sus mediciones cada tres horas durante toda la jornada y nos recibe en chándal, sin peinar y desbordado por los acontecimientos y los continuos avisos de alerta. "Es que hacía 25 grados a las dos de la mañana", ratifica, apuntando la verdadera dimensión de esta calorina de tente y no te menees.
A 270 metros, el viento, que a esa altura suele hacer de las suyas, muestra encefalograma plano. "Fíjate en el tejado, aquellas cazoletas, -las mismas que hace 84 años-, no se mueven". Y eso que este aparato fue el que registró la racha máxima de viento en el Estado español en la madrugada del 14 de febrero de 1941. La friolera de 187 kilómetros por hora. Los termómetros de subsuelo también arden. A 50 centímetros, hay 17 grados, a 20 centímetros, 22º; a 10 centímetros 23º, y el que está a 5, marca 24º.
Tanta cifra para dejar la boca abierta es el santo y seña de un observatorio que guarda la serie más larga de datos climatológicos (1928-2012). Su guardiana reivindica el instrumental, en su mayoría copia exacta del inicial de 1928, y la medición tradicional. Margarita Martín homenajea así al padre de las borrascas, Juan Miguel Orcolaga, quien se empeñó a principios de siglo en que Gipuzkoa contase con un observatorio meteorológico emplazado en Igeldo porque reunía las condiciones idóneas para el estudio del tiempo.
Con muchas más facilidades que Aita Orcolaga, los chicos de Martín tuvieron el martes la certeza de que iba a venir una canícula heavy, con un aire africano de no dejar sombrilla con cabeza. "¡Ves cómo se ve el polvo sahariano, esa masa amarillenta ha entrado por el Golfo de León y por el sur de Francia, atravesándolo y alcanzando el Golfo de Bizkaia. Algo así se ve pocas veces".
los vigilantes de la lluvia Al acecho de las isobaras, pendientes del Meteosat y sin dejar de mirar el cielo, en Igeldo son, sobre todo, vigilantes de unos extraños aparatos de nombres imposibles como el anemocinemógrafo Fuess, la veleta que ayer permanecía impasible.
En el jardín trasero atesoran los aparatos de medición por duplicado. Dos barómetros, como aquellos donde Orcolaga predijo la galerna que azotó Bermeo sin piedad, dos pluviógrafos y dos pluviómetros, que este verano han trabajado al ralentí. "En todo el mes de julio se han recogido solo 50 litros ya que este verano está siendo relativamente frío y muy seco". "En julio, de hecho, nos hemos ahorrado la ola de calor porque solo vino una a finales de junio. Y no está previsto que vuelvan estas temperaturas tan altas en las próximas semanas", dice Martín, adelantando acontecimientos.
"Los datos que metemos en la base son siempre los manuales porque con el sistema tecnológico, la medición varía". "En predicción, sí son buenos y adecuados los instrumentos electrónicos, pero en climatología no porque cada cambio del software de las máquinas se deja notar en las mediciones. En la climatología hay que medir hasta la décima porque tienes que sacar medias y si al cabo de un día acumulas, por ejemplo, un error de un litro de agua, al cabo del año, te puedes equivocar en 300 litros", precisa Martín.
El tanque vaporimétrico, otro instrumento clásico que mide la cantidad de agua que se evapora por metro cuadrado, anda también estos días de relax. "La evaporacion va en función de la temperatura del agua, de la humedad relativa y del viento. Y, no nos engañemos, la evaporación máxima en la costa vasca no se da en verano, se produce en octubre que es cuando sopla más viento sur, por eso es cuando se desatan más incendios", explica Martín.
Ya en la terraza superior dos aparatos, estos sí, van como locos. Uno es el radiómetro, que recibe la radiación solar, sobre todo de infrarrojos, y tiene un seguidor que va siempre detrás del astro rey. Y otro es el heliógrafo que mide la insolación diaria utilizando una esfera de cristal como focalizador, y la inscribe en una banda de horas de sol. El miércoles fueron, nada más y nada menos, que 12,7 horas de fuego.
el último experimento Mientras la temperatura sube de tono y para culminar tanta inspiración climatológica, en Igeldo se han volcado en un huerto fenológico, un jardín de investigación, con frutales, hortalizas... (bueno, seamos realistas las patatas este año se echaron a perder), y donde realizan un seguimiento exhaustivo de todas las fases de las plantas cultivadas, desde la germinación, la floración, el fruto, pasando por la recogida. "Las estudiamos, sacamos fotos y lo comparamos con los datos históricos para analizar si el proceso de crecimiento vegetativo se produce en las mismas fechas", aclara Margarita Martín.
Pero que de todo lo anterior no deduzca el lector que estos cazadores de tormentas, ciclogénesis, sequías, y de semanas achicharrantes como la presente, son ajenos a la tecnología. En la segunda planta del observatorio se encuentra el sistema de comunicación y el operativo informático, con acceso a todos los mapas del tiempo previstos, a los modelos numéricos y a un sofisticado modelo de avisos de galernas. "Aquí se recibe la imagen del Meteosat, se recibe el radar... Y si hay alguna alerta, sale el grito de Tarzán", dice Martín, no sabemos si medio broma o medio en serio.
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