donostia. ¿Cuándo comenzó su pasión por la ciencia?

Desde pequeño he tenido vocación de curioso, que, a fin de cuentas, eso es la ciencia. Los primeros recuerdos que tengo de mi vida tienen que ver con la ciencia. Recuerdo estar en la cocina escuchando en la radio la noticia de que se habían descubierto emisiones de radio en Marte y discutir con mi padre y mi abuelo sobre si habría marcianos o no. También recuerdo que mi padre montó una emisora de radio en la que hablábamos nosotros y nos oía todo el pueblo y también los paseos por el pueblo con mi abuelo simplemente para ver estrellas en el cielo, que en aquella época se veían, y no como ahora, que solo se ven cuatro.

¿Qué le empujó a dedicarse a la ciencia?

Mi padre se empeñó en regalarme todos los libros de Julio Verne. Vale que tiene errores científicos de bulto, pero como motivador era único. Y ahí es donde aprendí quizás la idea básica del museo. No se trata de enseñar, se trata de motivar. Qué más da que Julio Verne tenga errores científicos. Te motiva, te anima para hacer una carrera científica.

De no haber sido científico, ¿qué facetas le hubiese gustado cultivar?

Me hubiera gustado escribir más, y cuando digo escribir me refiero a novela y poesía, no digo divulgación científica. Tengo dos cuentos publicados en la antología de mejores escritores de ciencia ficción. Escribir cuentecitos me hacía mucha ilusión, porque las novelas suponen una arquitectura tremenda. Los cuentos no se me dan mal.

¿Hay alguna afición para la que es negado, pero que le apasione?

Soy negado para la música, pero absolutamente, además. Quizás porque no la haya estudiado nunca. Es una pena porque creo que tiene que ser precioso componer, que se te ocurra algo y ser capaz de escribirlo.

¿Ha tenido algún trabajo que nada haya tenido que ver con la ciencia?

Fui pinchadiscos en una época. Ángel Álvarez tenía algunos programas musicales. Traía de Nueva York música que aquí no se escuchaba. A mí me gustó y, por una de las chiripas de la vida, conocí a su hijo y de vez en cuando colaborábamos con él, le hacíamos de secretaria. Pero alguna vez que él no estaba le sustituíamos y cada quince días poníamos cantantes aficionados. Así conocí a Massiel.

Después de toda una vida dedicado a la ciencia le ha llegado la hora de jubilarse. ¿Va a aparcar por completo su faceta de científico y divulgador?

No voy a cortar de golpe pero lo que no voy a hacer es hacerlo por obligación, porque es agobiante. Quiero hacer divulgación científica pero de una manera mucho más relajada.

¿Qué proyectos tiene entre manos?

Voy a empezar un blog sobre un tema científico duro: cuáles son los mejores sitios de tapas de España. No voy a entrar a valorar la calidad de las tapas, simplemente si me gustan o no. Y el gastrónomo que diga lo que le salga del moño. Lo que sí que voy a tener muy en cuenta en la ecuación va a ser el precio. De momento ya tengo mi ranking y va ganando Baeza, pero veremos qué va saliendo.

Tengo entendido que también planea un gran viaje.

Desde hacía mucho tiempo me hacía mucha ilusión dar la vuelta al mundo. Nada de en bicicleta ¡eh! Yo en barco y que me lleven. El viaje dura tres meses y medio, luego estás jubilado o no lo haces. Y además hay que tener salud porque si estás jorobado ya me dirás tú cómo vas a embarcar. Entonces te pones a hacer cálculos: jubilado y con salud, pues cuanto antes. Así que salimos en el próximo que había que parte de Sabona, que está en el norte de Italia y volveremos a Sabona, que seguirá estando en el norte de Italia. Y probablemente haré un blog, una especie de diario de a bordo del viaje.