Donostia. Uno de cada diez pinos de Gipuzkoa está afectado por la procesionaria, un insecto que provoca la caída prematura de las hojas e incluso la muerte de los árboles, en los casos más extremos. La Diputación lleva años combatiendo esta plaga que afecta especialmente al oeste del territorio, pero su erradicación resulta complicada porque, cuanto más cálido es un invierno, más fácil se reproducen las orugas. De ahí que su población haya aumentando de manera considerable en los últimos ejercicios.
Según informan desde el Departamento foral de Desarrollo Rural, el pasado año se trataron 5.700 hectáreas de parcelas afectadas en el territorio, una cifra que se verá incrementada en 2012, según las previsiones.
Guardas forestales y técnicos de la Diputación se centran ahora en contabilizar los pinares afectados con el fin de programar su fumigación de cara al próximo verano. Una a una, están visitando las 46 localidades en las que centraron la campaña de 2011. Desde Abaltzisketa, hasta Deba, pasando por Zumaia y Tolosa, los responsables de las fumigaciones están repasando meticulosamente cada rincón para ver la evolución de las procesionarias.
Tal y como explica el jefe de Servicio de Montes y Gestión de Hábitats, Ismael Mondragón, identificar a estos insectos resulta fácil en esta época del año, ya que pasan el invierno en nidos o bolsones de seda que construyen en las copas de los pinos.
Utilizan estos refugios para resguardarse del frío, y, cuando llega la primavera, los abandonan para enterrarse en el suelo, convertirse en mariposa y aparearse. Es entonces cuando ponen los huevos y vuelven a dar comienzo a un nuevo ciclo.
Otro de los factores por los que se descubre su presencia es la sequedad y la falta de hojas de los pinos afectados. Las procesionarias se alimentan en invierno de las acículas de los árboles, provocando así la caída prematura de las hojas. En los casos más extremos también pueden producir la muerte de los ejemplares más jóvenes, aunque lo habitual es que solo originen la caída de las hojas y el debilitamiento de los pinos.
Daños para todo el entorno La presencia de las procesionarias no solo es perjudicial para los pinos, sino también para los seres humanos y los animales, ya que a causa de estos insectos se pueden desarrollar alergias y urticaria.
Según informa Mondragón, las orugas están recubiertas por unos pelillos urticantes que se dispersan y flotan en el aire, produciendo irritaciones en piel, ojos y nariz. Tanto los humanos como los animales domésticos pueden sufrir estos síntomas que se agravan en el caso de tener contacto físico con las procesionarias. "Conviene alejarse de estos insectos porque, si las llegas a tocar, pueden provocar inflamación de labios, boca y cabeza", precisa el jefe de Servicio de Montes y Gestión de Hábitats de la Diputación.
Este proceso ocurre, habitualmente, entre finales de enero y comienzos de marzo, coincidiendo con la época en la que las orugas se refugian en los nidos.
Fumigación aérea Conscientes de la gravedad de la situación, la Diputación lleva años impulsando campañas para erradicar esta plaga. Todos los años analiza los pinares, públicos y privados del territorio, y fumiga las zonas más dañadas.
Mondragón explica que la época más idónea para tratar esta plaga es "a finales de agosto o comienzos de septiembre, coincidiendo con el nacimiento de las larvas de los huevos".
Hasta hace unos años, se utilizaba un insecticida químico convencional para tal fin, pero desde dos años atrás, se recurre al Bacillus thuringiensis, un producto admitido por la agricultura ecológica por no tener incidencia negativa en el medio ambiente.
Debido a la magnitud de los terrenos afectados, los tratamientos suelen ser aéreos. El Gobierno foral contrata una empresa especializa y ésta esparce los productos insecticidas desde un avión. Según datos aportados por el responsable foral, en los últimos cinco años se han tratado alrededor de 20.000 hectáreas de pinos con este sistema. Y más de una cuarta parte se llevó a cabo en 2011 (5.730 hectáreas).
Ello no significa que la presencia de la procesionaria esté aumentando en Gipuzkoa, ya que, según precisa Mondragón, "los datos varían muchísimo de un año a otro, dependiendo de los factores climáticos". Si el invierno es cálido, las orugas se reproducen más, por lo que aumenta su población.
Independientemente de la meteorología, todos los años se desarrollan fumigaciones, con el costo económico que ello acarrea. Y es que, combatir la procesionaria supone un gasto de 45 euros por cada hectárea, lo que arroja un presupuesto total de 257.850 euros el año pasado.