Fiestas con pólvora
'Noticias de gipuzkoa' repasa el uso de los armas en alardes y tamborradas de algunos municipios
CAÑONES, fusiles, alardes, tamborradas… En muchos lugares de Gipuzkoa la tradición festiva está ligada al uso de las armas. Irun, Hondarribia, Antzuola, Tolosa y Donostia, por ejemplo, pueden dar fe de ello. Los municipios bidasoarras cuentan con los alardes más participativos de todo el territorio y, por tanto, es donde mayor número de armas se utilizan. En Irun, el Alarde (30 de junio) reúne a más de 8.000 miembros y el de Hondarribia (8 de septiembre), a unos 5.000, a los que hay que sumar los 1.100 y 300 del desfile mixto irundarra y de la compañía Jaizkibel hondarribiarra, respectivamente. No todos portan armas, pero sí muchos de ellos. Por eso, merece la pena repasar las costumbres y normativas con las que los municipios abordan este tipo de actos festivos.
Tanto el Alarde de Hondarribia como el de Irun cuentan con sus propias ordenanzas que regulan desde la vestimenta al uso de las armas. La mayoría de estas, a su vez, se pueden englobar en dos tipos diferentes. Por un lado, las de fuego real que suelen portar los aficionados a la caza y que, por tanto, precisan de un permiso de armas que el soldado debe llevar encima el día del Alarde. Por otro, las réplicas de la Remington 1871, una escopeta que se utilizaba en el siglo XIX, "la última arma de las milicias forales", afirman los organizadores.
En busca de la seguridad
Fusiles de fogueo
La Remington 1871 ha sido fabricada para estos actos hasta en tres ocasiones. La primera vez en 1989, a petición del Alarde de Irun, a través de una entidad bancaria. La segunda en 2004, cuando una empresa de Eibar fabricó 500 unidades para Irun y 300 para Hondarribia. Durante la presentación de esta arma, los organizadores de los alardes justificaron su decisión en la necesidad de dotar a los desfiles de las "máximas garantías de seguridad" sin renunciar a cierta coherencia estética. Pero la fábrica de Eibar cerró. Sin embargo, a mitades del pasado mes de junio, la Junta del Alarde Tradicional de Irun presentó en sociedad una nueva serie de 500 escopetas Remington basadas en el diseño que preparó Fermín Alkain, un antiguo comandante del Alarde de Hondarribia en 2004. Esta réplica del fusil de un solo cañón, que cuesta 235 euros, solo puede usar cartuchos de fogueo de apenas tres gramos de pólvora negra. No en vano, la munición que, por norma, se usa en los alardes es la de fogueo y son las propios organizadores los que se encargan de hacerla llegar a los participantes a través de los compañías.
Antzuola también cuenta con su propio desfile de armas: el Alarde del Moro, que se celebra el tercer sábado de julio y con el que se pretende recordar la victoria sobre el caudillo del califato de Córdoba Abd-Al Rahman III, en Valdejunquera, el 26 de julio de 920.
En la figuración, después de que el moro bese el suelo y prometa fidelidad al pueblo de Antzuola, estalla la alegría y con ella, el estruendo de los cañones y escopetas. Valen Moñoux, uno de los integrantes del Alarde, explica que, en este caso, los fusiles que se usan pertenecen al Ayuntamiento, que decidió hace unos años adquirir una colección para evitar que los figurantes salieran con sus escopetas de caza. "Los cartuchos de fogueo también los pone la propia organización", explica Moñoux, quien añade: "Cada fusilero realiza seis salvas, dos en cada ensayo y las dos del festejo. Es impensable que haya un disparo fuera de la orden", admite en alusión a la muerte de una mujer en Hondarribia por un disparo que se produjo fuera de los lugares estipulados por la ordenanza para tal efecto, lo que está totalmente prohibido por la normativa hondarribiarra y se considera una infracción grave.
En Tolosa, por su parte, hace seis años el Ayuntamiento inició un proceso de renovación de las escopetas que se usaban en el Alarde en Sanjuanes. "Estaban preocupados por la seguridad", recuerda Santiago de la Cruz, jefe de ventas de la empresa Ardesa (Zamudio). "Estaban consultando con los fabricantes para poder desarrollar un arma que, en primera medida, fuera 100% segura y que, bajo ningún concepto, pudiera disparar munición de fuego real", rememora De la Cruz. El resto de requerimientos eran claros: "Que fuera de venta libre a mayores de 16 años, fácil de usar y dura y resistente".
Con estas premisas diseñaron la escopeta Modelo Alarde del calibre 20, "que solo puede usar cartuchos especiales, no se puede introducir ninguno de fuego real", demuestra a este periódico el propio Santiago de la Cruz intentando introducir sin éxito un cartucho de caza. "El objetivo es que haga ruido y eche humo", resume. Dos pasadores en la zona de carga y en la boca impiden que se introduzca nada que no sea el cartucho normal y, además, dispone de tres seguros (de cierre, de pasador y de martillo). De la Cruz muestra un certificado del Banco Oficial de Pruebas de Eibar que "verifica que cumple con todas las características de seguridad". El régimen de adquisición es asimilable a la de aire comprimido.
Juan Carlos Arrieta, además de armero, es responsable de la Tamborrada de Trinidades de Elgoibar. Ellos también usan este modelo de escopeta para lanzar las salvas. "Al principio salíamos con las escopetas reales, pero hace un par de años compré estas especiales que tienen un tope en el que no se puede meter más que un cartucho pequeñito de fogueo que solo saca ruido", especifica. "Es un cartucho del calibre 20, tiene muy poca pólvora, papel y cartoncitos. Eso no tiene ningún peligro a no ser que le dispares a alguno en la cara", asegura Arrieta, quien justifica el cambio por "motivos de seguridad".
Baterías de artillería
Los cañones al frente
Pero no se puede hablar de las armas en los festejos sin mencionar a las baterías de artillería, que cuentan con sus propias ordenanzas para garantizar la seguridad. En Hondarribia, entre 1890 y 2002, se hizo uso de dos cañoncitos de bronce procedentes de Las Indias que cedió la reina María Cristina. Unas fisuras "algo significativas" en la cámara de explosión "que no garantizaban al 100% la seguridad" obligaron a adoptar la decisión de sustituirlos por dos obuses de 70 milímetros similares en aspecto a los anteriores, pero hechos por encargo en la empresa SAPA de Andoain. Hoy día se conocen como Olearsoko Mendia y Txingudiko Badia.
Eran otros tiempos, pero los integrantes de la Batería de Artillería de Hondarribia tuvieron que lamentar accidentes, según reseña la propia compañía en su web. "En 1935, mientras se procedía a cargar uno de los cañones, las brasas que quedaban en su interior produjeron un disparo, hiriendo a tres artilleros. El último accidente sucedió en el año 1982, cuando un artillero perdió un ojo".
En Irun, tras tiempos convulsos en las que la sucesión de las guerras carlistas -luego volvería a pasar lo mismo con la Guerra Civil o las dos guerras mundiales- prohibían los actos festivos en los que se usaban armas, la historiadora Sagrario Arrizabalaga relata que "fue en 1849 cuando se tomó la decisión de incorporar una batería de Artillería al Alarde de San Marcial". Desde el primer cañón de madera que se fabricó para la ocasión, con un coste de 357 reales, hasta los actuales fueron varios los modelos que pasaron por las manos de los artilleros: en entre 1959 y 1980 se traían dos cañones del Monumento a los Caídos de Lesaka hasta que en 1987 se estrenaron dos copias exactas de un cañón de época de la Guerra de la Independencia que se guardaba en el Museo del Ejército.
Tras la separación del desfile mixto, el Alarde incorporó en el año 2000 dos nuevos obuses de avancarga para salvas del calibre 70 milímetros, que fueron fabricados por la Sociedad Anónima de Placencia de Armas. En 1922 uno de los lanzadores perdió dos dedos de la mano al disparar el cañón.
Desde 2005 la ley obliga a la Artillería del Alarde a que sus componentes hagan cursos de manejo de munición y explosivos y deben estar siempre acompañados de un profesional habilitado para el manejo de explosivos. Por ejemplo, en cada una de las 32 descargas que a lo largo de los tres días de fiesta pueden llegar a realizar los cañones de Hondarribia, se utilizan 200 gramos de pólvora negra. En principio, se introduce la bolsa con la pólvora en el cañón y se empuja hasta el fondo con una baqueta. Con un taco de cartón se hace vacío. Después , por la parte de atrás se realiza un agujero a la bolsa para introducir la mecha lenta.
El donostiarra Luis Mocoroa sabe algo de cañones. No en vano es el artillero mayor encargado de lanzar el cañonazo de la Semana Grande donostiarra desde 1993. El cañón es del Ayuntamiento, un regalo que se hizo desde Inglaterra y que durante años decoró el hall de entrada al Museo de San Telmo. Aunque son los miembros de la sociedad Urgull Histórico los que se encargan de ponerlo a punto, Mocoroa prende la mecha del cañón, en el que habitualmente cargan 500 gramos de pólvora negra. "Antes dos de los que cargan solían sujetarlo con cuerdas, pero ahora lo atamos al suelo por el retroceso para evitar que me agarre las piernas", explica.
Mocoroa recuerda con cariño la celebración del Gaztelu Eguna que comenzó en 1991. Entonces, rememoraban "la última batalla de la toma de San Sebastián" con la rendición del castillo que se solía hacer "el primer sábado de septiembre". Tiraban con cañones desde el paseo de la Zurriola y eran respondidos desde la Batería de Urgull, "aunque allí lo que se hacía era tirar petardos". Posteriormente, se quemaban neumáticos para simular el humo producido por haber sido alcanzado con una descarga. "No sé cuántas llamadas había a los bomberos de gente que pensaba que Urgull se estaba quemando", rememora divertido.
Unido a esta conmemoración está el festejo del 31 de agosto. Gabi Otegui es el presidente de Kainonetan. Recuerda que fue en 1992 cuando empezó a salir la tamborrada. Los siete fusileros de la asociación que salen en el desfile usan armas de avancarga (se cargan por la boca), réplicas de la época. Para utilizarlos deben de estar federados. "Las escopetas están guiadas y todos cuentan con licencia de avancarga", asegura Otegui. Respecto a los cañones que se utilizan en el festejo, habitualmente cedidos por Urgull Histórico y Antiguoko, "nunca se cargan con más de 200 gramos de pólvora por seguridad", añade.
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