bilbao. La merma de la calidad de vida, la dificultad de diagnóstico y la invisibilidad del síndrome provocan que las personas con este problema inicien un peregrinaje de especialista en especialista, con billete de ida pero sin vuelta.

Da la sensación de que a la administración y a los responsables sanitarios no les interesa esta patología. Como si no existiera.

Gracias a Dios tenemos aparatos que pueden detectar los campos electromagnéticos en todas las frecuencias y que objetivizan estos daños. Además, hay médicos independientes que saben mucho de estos temas y que han hecho estudios muy rigurosos, especialistas que no están pagados por la industria de las telecomunicaciones.

¿Para ser avanzado hay que colocar conexiones inalámbricas a Internet por todos sitios?

Las están instalando sin ningún tipo de control en todos los puestos de trabajo y hasta en los colegios y en las bibliotecas. Ponen los inalámbricos, los router Wi-Fi y todo lo demás. Antes había cuatro dispositivos inalámbricos, cuatro antenas, había algunos radares para inteligencia militar..., pero eran cuatro cositas. Todo estaba controlado. Desde hace 15 o 20 años ha habido una explosión y, además, tenemos los satélites con unos haces bestiales que irradian todo. Esto es una sopa de altas y bajas frecuencias que impactan en nuestro cuerpo, que es eléctrico de la cabeza a los pies. Y el cuerpo no puede con ellas porque generan interferencias que son ajenas a nuestra fisiología y provocan enfermedades. Esto es lo que está sucediendo 24 horas al día, 365 días al año... De hecho, si esto fuera una pastilla, no habría pasado los controles porque no son biocompatibles.

La sociedad moderna parece que no puede prescindir de este tipo de tecnología.

Pero es que es bestial, se ha ido de madre. El Parlamento Europeo, la Agencia europea de Medio Ambiente y muchos organismos ya han advertido de que esto se debe regular. Este año, el Consejo de Europa y después la Agencia internacional contra el Cáncer han hecho otro comunicado para que se aplique el Principio de Precaución y Cautela, sobre todo en relación a los niños y adolescentes. Además, en las casas se recomienda el cableado en lugar del Wi-Fi y te vas a los parques y tienes Wi-Fi y te vas a las plazas y tienes Wi-Fi, en los colegios... ¡Imagínate veinte ordenadores, es que te caes! Teniendo en cuenta que todos somos electrosensibles, porque todos somos un equipo eléctrico, y que todos estamos inundados por esta explosión de campos electromagnéticos, adivina las consecuencias. Por eso la exposición continuada genera un rechazo que se convierte en esta hipersensibilidad, y por eso es tan necesario el reconocimiento sanitario y laboral de la electrohipersensibilidad.

¿Existe un registro de afectados?

Ya hay un millón de afectados solo en España en diversos grados y 18 millones en Europa. La afección depende de la frecuencia, de la intensidad y de la dosis y, por supuesto, de factores genéticos. Pero ¿tú crees que si esto se regulara, aumentaría el número de casos? Evidentemente, no. Yo no digo que tengamos que estar desconectados ni aislados, ni que la gente deje de usar el móvil, pero debería ser solo para situaciones de emergencia. Yo antes utilizaba el teléfono móvil, pero ahora que sé el mal que hace, no lo quiero para nada.

Usted también está enferma.

Sí, yo empecé a notar los síntomas cuando me instalaron la tercera generación, UMTS. Entonces empecé a encontrarme mal, me despertaba por la noche como por un cortocircuito, como si mi cerebro estuviera a 125 voltios y, de repente, me pusieran a 220. Notaba casi como si se me rajara el cerebro y como si tuviera un golpe de calor. Afortunadamente, yo no he pasado el calvario que pasa mucha gente. Me recomendaron que durmiera en una zona de la casa menos irradiada. Luego empecé a encontrarme mal, investigué y era que mi vecino tenía un teléfono inalámbrico y un router Wi-Fi. Hablé con él y puso ADSL.

Pero hay mucha gente escéptica que no termina de creérselo.

El problema que hay con las ondas de radiofrecuencia es que, como no las ves, piensas que no existen. Pero esta energía que pulula por el aire interfiere en nuestro organismo. Han puesto en el mercado una tecnología que no es biocompatible con el cuerpo humano. La doctora María Jesús Azanza, catedrática de Biología Celular de la Universidad de Zaragoza, asegura que es un craso error decir que las ondas de telefonía móvil no pueden atravesar las membranas celulares. Es un asunto tan peligroso que, de hecho, no hay ninguna compañía de seguros que cubra los posibles daños de este tipo de emisiones. Nosotros, los electrohipersensibles, somos, quizá, las alertas tempranas de lo que puede ocurrir en un futuro.