Lemoiz
MUchos vecinos de Lemoiz y Armintza se acuerdan estos días de Fukushima, aunque, la verdad, nadie quiere hablar de ello. Las consecuencias de las fugas radiactivas en la central nuclear nipona como efecto del terremoto han hecho pensar a más de un vecino que, a pocos kilómetros de su casa, podían estar funcionando ahora mismo dos reactores atómicos. Afortunadamente, no es así. La central nuclear de Lemoiz es solo un recuerdo amargo y siniestro que tiene su reflejo diario en la presencia de las dos grandes cúpulas grises que centran las 100 hectáreas de la parcela ubicada al borde del mar, en lo que antaño fue la cala de Basordas, entre Bakio y Armintza, en Bizkaia
Son los restos de un proyecto de generación de energía eléctrica que pretendía cubrir las necesidades de media Euskadi, pero que tuvo que quedarse en el olvido ante la oposición ecologista y la violencia de ETA, que tomó Lemoiz y su empresa promotora, Iberduero, como objetivos. Acciones terroristas que dejaron un reguero de seis muertes, dos ingenieros de la central, tres de sus trabajadores y un miembro de ETA, y que todavía hoy en día lastran el nombre de Lemoiz.
¿Y por qué se quiso construir una central nuclear al lado de la Reserva del Urdaibai y a poco más de 20 kilómetros de la metrópoli de Bilbao, donde vivía un millón de personas? Era la etapa final del franquismo, en los primeros años setenta, e Iberduero, la actual Iberdrola, concretó un plan para dotar a Euskadi de varias centrales nucleares que se iban a levantar en Deba, Ea/Ispaster, en la ribera del Ebro, cerca de Tudela, y en Lemoiz, la única que realmente se levantó.
Los trabajos se iniciaron en 1972 con el objetivo de poner en marcha dos grupos nucleares de 930 megawatios cada uno. El denominado Lemoiz I tenía que generar energía en 1976, y el Lemoiz II, dos años después. Nunca ocurrió.
Oposición ecologista y macabra
La construcción se paró en 1982
Desde el principio la oposición fue amplia sobre todo desde los municipios colindantes, que se negaban a recalificar unos terrenos que eran rurales y otorgar las licencias de obras requeridas. Las pegatinas ecologistas de fondo amarillo con el lema Nuklearrik ez, eskerrik asko fueron masivas y se llegaron a convocar manifestaciones que agruparon en su punto más álgido a 200.000 personas en julio de 1977 en Bilbao. Fue a partir de este año cuando la oposición a la central nuclear de Lemoiz, cuya construcción ya estaba muy avanzada, se volvió macabra al intervenir ETA. Su culmen, el secuestro y posterior asesinato del ingeniero jefe de la central, José María Ryan, en enero de 1981. Una muerte absurda que provocó una fuerte conmoción social y la primera huelga en Euskadi en contra de ETA. Las acciones contra Iberduero siguieron hasta cobrarse una víctima infantil un año después, Alberto Muñagorri, un crío que quedó herido grave tras pegar una patada a una bomba que ETA había puesto ante una oficina de la eléctrica en Errenteria.
1982 fue el año del fin. La llegada del PSOE al Gobierno de Madrid con Felipe González a su mando implicó que Lemoiz quedara en barbecho. En 1984, finalmente, se decretó una moratoria nuclear que paralizó totalmente las obras, al igual que las de otras tres centrales atómicas que se levantaban en diversos puntos de la península. Una moratoria que ha supuesto para Iberdrola ingresar desde el Estado ingentes cantidades de dinero (fuentes del sector hablan de cerca de 3.000 millones de euros), en concepto de resarcimiento por las inversiones efectuadas en Lemoiz y por el hecho de no haber podido poner en marcha el proyecto.
El complejo se ha ido deteriorando con el paso de las décadas y la compañía ya ha sacado todo lo que pudo aprovechar durante los años noventa. También pasó al recuerdo popular, en 1996, la vigilancia que efectuaba la Guardia Civil de todos aquellos conductores que pasaban por la carretera comarcal que circunda el solar.
La situación hoy
Unas instalaciones sin futuro
¿Y en qué situación se encuentra hoy? Fuentes consultadas en Iberdrola han indicado de forma escueta que "no hay nada previsto para las instalaciones". Lemoiz nunca ha sido plato de gusto para la compañía y su política informativa siempre es lo más reservada posible. Eso sí, han recordado que el terreno sigue siendo propiedad del Estado aunque todos los edificios y dependencias que se construyeron, el considerado como vuelo, siguen siendo propiedad de la multinacional vasca. Una condición a la que se añade otra circunstancia ventajosa, su derecho preferente para cualquier proyecto energético que se quiera llevar a cabo en el solar. Eso siempre se ha puesto sobre la mesa en las dos ocasiones a lo largo de la primera década del siglo en que desde Madrid se ha querido sacar provecho a las cúpulas, edificios, diques y presa que conforman el conjunto aún en pie de Lemoiz. En ambas, el objetivo principal era propiciar la construcción de una central energética de ciclo combinado que tuviera al gas como combustible. Las condiciones son óptimas para ello. La fuente de energía puede llegar de la cercana red de gas natural existente, que tiene además como elemento de almacén el depósito marino de La Gaviota. Además, ya cuenta con las tomas de refrigeración necesarias y, sobre todo, tiene a su disposición una red de transporte de energía de alta tensión, de gran valor estratégico y económico. A pesar de ello, todo se fue por el sumidero por el alto coste económico que suponía entonces y estas iniciativas no prosperaron.
Lo mismo ocurrió con una idea mucho más bucólica y popular que la Diputación de Bizkaia impulsó en 2002: crear un parque temático dedicado a la energía, la ciencia, la tecnología y el medio ambiente. Una iniciativa que se negoció directamente con el Gobierno de Madrid, con Iberdrola, a la que se quería como socio en la aventura, y que llegó a tener incluso proyecto básico y maqueta diseñada por el escultor Néstor Basterretxea. El plan era ambicioso y caro, unos 72 millones de euros en una primera fase, que se incrementarían en otros 23 en una segunda etapa. Se pretendía cubrir las dos grandes bóvedas con otro edificio para ofrecer demostraciones de generación de todo tipo de energía, un museo tecnológico, una zona de ocio y simuladores espaciales, e incluso se preveía instalar un planetario en una de las cúpulas. La UPV también había sido invitada para crear un parque científico. Pero, la preferencia de Iberdrola sobre la central pudo más y el proyecto no cuajó. Como última opción solo resta la demolición del complejo, algo difícil de asumir por la eléctrica, ya que su coste pueda superar los 80 millones de euros.