El mayor deseo de Artiom a sus diez años de edad es ver el mar. Masha tiene los ojos más risueños que uno se puede imaginar y su mayor anhelo, con siete años, es tener muchas amigas. El padre de Andrey, al que tuvo con 15 años, nunca se ha hecho cargo de él. Por eso, este niño de seis años solo quiere vivir con una familia. Iryna tiene siete años y quiere venir al País Vasco porque cree que aquí vive Ded Moroz (el Papa Noel ruso).
Los caprichos de estos niños pueden parecer sencillos de cumplir, pero su realidad es mucho más dura como para perder el tiempo en alimentar su imaginación. Son niños ucranianos afectados por el desastre nuclear de Chernobil (1986).
Los sueldos de las familias en las que viven son tan bajos que deben recurrir a plantar y cultivar sus propios alimentos en tierra contaminada, puesto que su entorno se sitúa en una zona de entre 30 y 90 kilómetros alrededor del lugar de la explosión radioactiva. Los menores no reciben los suficientes nutrientes y su salud se debilita con frecuencia.
Por eso, en 1996 se creo la Asociación Chernobil, que cada verano trae a estos menores a Euskadi para que puedan fortalecerse con una adecuada alimentación y disfrutar de un ambiente limpio, en familia y sin las preocupaciones derivadas de la pobreza en la que subsisten.
Una vez más, la asociación hace este año un llamamiento a la sociedad vasca para que, en tiempos de crisis, no se minusvalore la solidaridad con estos niños y lo hacen bajo el lema Os necesitamos para ir creciendo.
Además de nacer en un entorno contaminado, estos pequeños viven una realidad en la que el alcoholismo y los malos tratos no están mal vistos. Igor, Alina, Anzhela, Zoya, Evgeny son algunos de los cientos de menores que la asociación a traído a Euskadi para que vieran que otra realidad es posible, para que disfrutaran de unos lujos que ellos no se pueden permitir y para que maduraran socialmente con el objetivo de labrarse un futuro distinto al de sus progenitores.
Problemas oncológicos, falta de higiene, paro, tristeza, orfanato, muerte son palabras que han adquirido una gran relevancia en el vocabulario de estos niños. En este sentido, desde la asociación recalcan que es importante darles una oportunidad. La forma de hacerlo es, por tanto, otorgarles un poco de tiempo veraniego, un espacio donde vivir y disfrutar, y el cariño de una familia vasca.
No hay excusas, ni siquiera la del desconocimiento, porque la asociación cuenta con un programa de apoyo a las familias que deciden embarcarse, por primera vez, en la aventura del acogimiento. Allí se pueden resolver todas las dudas al respecto.
El reto que se han planteado es bastante ambicioso: 180 niños; pero desde el colectivo consideran que, con la colaboración de la sociedad, se puede llevar a cabo.