"Los largos tiempos de espera generan que el dolor se cronifique y dificultan su tratamiento"
El dolor crónico afecta a uno de cada cuatro vascos. Juan Quintana, director de la Fundación Grünenthal, analiza las principales conclusiones del Barómetro del Dolor en Euskadi
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El dolor crónico se ha convertido en un problema de salud pública en Euskadi. Según el Barómetro del Dolor en Euskadi, elaborado por la Fundación Grünenthal, uno de cada cuatro vascos lo padece en distintos niveles, lo que refleja “el enorme impacto que tiene esta enfermedad sobre la calidad de vida de miles de personas”, explicó Juan Quintana, director de la Fundación Grünenthal, antes de la mesa redonda.
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“El barómetro surge para generar conocimiento sobre el dolor crónico y conciencia social de lo que supone para quienes lo padecen, sus familias y la sociedad”, señaló. El dolor no solo afecta al bienestar físico, sino también a la salud mental, al rendimiento laboral y a la economía familiar.
El estudio destaca que la franja de edad más afectada se sitúa entre los 35 y los 54 años, coincidiendo con etapas de gran actividad profesional y carga familiar. “Es un periodo en el que el estrés, la presión o la carga física y mental agravan determinadas patologías que cursan con dolor crónico”, explicó el experto. También subrayó que el género influye: las mujeres lo sufren en mayor medida.
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Las consecuencias en el entorno laboral son significativas. El 38% de las personas con dolor crónico en Euskadi ha estado de baja al menos una vez al año, con una duración media de cinco meses. Además, un 20% ha tenido que abandonar su trabajo, lo que repercute en las personas, las empresas y el sistema en general. Aún queda camino por recorrer para que las empresas tomen conciencia de esta dolencia que, según Quintana, “es silenciosa y que, debido a la presión social, muchas personas tienden a ocultar por miedo a ser vistas como quejicas o poco comprometidas".
El barómetro también revela que el 61% de los pacientes con dolor crónico sufre trastornos del sueño, lo que agrava el problema. “El dolor impide descansar, y la falta de sueño aumenta el dolor. Es un círculo vicioso que afecta al estado físico y emocional”, apuntó Quintana. Además, el 22% de las personas con dolor crónico ha sufrido depresión y el 27% ansiedad.
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Otro dato preocupante es el tiempo medio de espera para acceder a una unidad del dolor: siete meses, un retraso que “favorece que el dolor se cronifique y dificulta su tratamiento”. Por ello, se reclama una mejor coordinación entre la atención primaria, los especialistas y las unidades del dolor, con el objetivo de “reducir los tiempos de diagnóstico y mejorar el abordaje integral de la enfermedad”. Quintana concluyó que “el dolor crónico es una realidad invisible que requiere atención, empatía y recursos”.