Beber agua parece un gesto simple, pero la manera en que lo hacemos influye directamente en nuestra salud. No basta con hidratarse, también importa cuándo, cuánto y cómo lo hacemos. Evitar errores comunes puede marcar la diferencia en nuestro bienestar diario.

La solución de Lidl para dejar de comprar agua embotellada en el supermercado Freepik

Uno de los errores más frecuentes es no hidratarse lo suficiente. El cuerpo necesita agua para regular la temperatura, transportar nutrientes y eliminar toxinas. Cuando se bebe menos de lo recomendado, aparecen síntomas como cansancio, dolores de cabeza o problemas de concentración. A largo plazo, la falta de agua puede favorecer cálculos renales o problemas digestivos. La clave no es obsesionarse con una cifra exacta, sino escuchar al cuerpo y mantener una hidratación constante durante la jornada.

Beber demasiada agua de golpe

El extremo opuesto también es perjudicial. Beber grandes cantidades en poco tiempo puede provocar lo que se conoce como hiponatremia, un desequilibrio en los niveles de sodio en la sangre que afecta al funcionamiento de las células. Aunque es poco común, sucede en personas que intentan compensar la deshidratación de golpe o en deportistas que ingieren litros en muy poco tiempo.

Mujer bebiendo agua Freepik

La recomendación es la de hidratarse de forma paulatina, constante y equilibrada, no llenar el estómago de agua de una sola vez.

Confiar solo en la sed

Mucha gente espera a tener sed para beber, pero la sed es una señal de que la deshidratación ya ha comenzado. Este hábito es problemático en personas mayores, que suelen tener un reflejo de la sed más débil, y en niños, que pueden distraerse y olvidarse de beber.

También durante el ejercicio físico, cuando el cuerpo pierde agua a través del sudor, no siempre se percibe la sed de manera correcta. Por eso es importante anticiparse y beber agua de forma preventiva y no únicamente cuando nos esta apretando la sed.

Sustituir el agua por otras bebidas

Otro error habitual es reemplazar el agua con refrescos, zumos envasados o bebidas energéticas. Aunque aporten líquidos, estas opciones suelen contener azúcares añadidos, calorías vacías y aditivos que no hidratan con la misma eficacia y pueden afectar al metabolismo.

Incluso el consumo excesivo de café o té, por su efecto diurético, puede desequilibrar la hidratación si no se compensa con agua. La mejor estrategia es priorizar el agua como bebida principal y dejar las demás como consumo ocasional.

Beber agua en momentos poco adecuados

El hábito de beber agua también puede verse afectado por el momento en que se hace. Beber justo antes de dormir puede interrumpir el descanso al obligar a levantarse varias veces por la noche, mientras que no hidratarse antes y después del ejercicio físico limita la recuperación del organismo. Asimismo, hay personas que acompañan las comidas con grandes cantidades de agua, lo que puede dificultar la digestión al diluir los jugos gástricos.

La recomendación es encontrar un equilibrio en los momentos de consumo, ajustando la ingesta a la actividad diaria y a las necesidades del cuerpo.