La fruta es uno de los alimentos más saludables y necesarios en nuestro día a día. Sin embargo, es importante hacer una compra consciente en la frutería o supermercado, ya que en algunas ocasiones podemos comprar fruta contaminada sin darnos cuenta.
Comprar fruta precortada en el supermercado se ha convertido en una opción muy popular.
Bandejas de sandía, melón, piña o mango ya listas para consumir parecen una alternativa práctica para quienes buscan ahorrar tiempo o disfrutar de una merienda rápida. Sin embargo, detrás de esta comodidad existe un riesgo sanitario que no siempre se tiene en cuenta: la pérdida de la protección natural de la fruta y la posibilidad de contaminación bacteriana.
El problema de la fruta sin cáscara
La piel de la fruta actúa como una barrera natural contra microorganismos.
Al cortar el alimento, se expone la pulpa al contacto con el aire, utensilios, superficies y manos humanas. Si el proceso de manipulación o el almacenamiento no son adecuados, las bacterias encuentran un terreno perfecto para multiplicarse: humedad, azúcares y temperatura ambiente.
Un estudio realizado en el Reino Unido recogido por RealFooding en un post de Instagram, en el que se analizaron más de 1.000 muestras de fruta precortada, arrojó un dato preocupante: aunque la mayoría de las bandejas cumplía con los estándares de seguridad alimentaria, alrededor del 5% presentaba niveles relativamente altos de bacterias peligrosas, como Listeria monocytogenes y Escherichia coli.
Estas bacterias pueden causar desde malestar estomacal hasta infecciones graves en personas vulnerables, como niños, embarazadas, ancianos o individuos con un sistema inmunitario debilitado.
El papel del almacenamiento
La seguridad de la fruta cortada depende en gran medida de la cadena de frío.
Si las bandejas no se mantienen constantemente refrigeradas a temperaturas inferiores a 5 °C, el riesgo de proliferación bacteriana se dispara.
El problema es que, entre el envasado, el transporte, la exposición en el supermercado y el tiempo que pasa en la nevera de casa, la fruta cortada puede atravesar varios momentos críticos en los que la temperatura no se controla de manera estricta.
Además, cuanto más tiempo transcurre desde el corte, mayor es la posibilidad de que aparezcan microorganismos. Por ello, aunque las bandejas tengan fechas de caducidad aparentemente lejanas, lo recomendable es consumirlas lo antes posible tras la compra.
Falsa sensación de seguridad
El hecho de que la fruta precortada se venda en envases sellados transmite al consumidor la idea de que se trata de un producto seguro. Sin embargo, el envasado no elimina las bacterias ya presentes en el alimento.
Al contrario, en un ambiente cerrado y con condiciones de humedad, algunos microorganismos pueden crecer con mayor rapidez.
En este sentido, lo práctico o cómodo no siempre es lo más seguro. Tener la fruta lista para comer son facilita el día a día, pero puede salir caro si se traduce en una intoxicación alimentaria.
La mejor opción: cortarla en casa
La medida más sencilla y efectiva para reducir riesgos es comprar fruta entera y cortarla en casa.
De esta manera, se aprovecha al máximo la protección natural de la cáscara hasta el momento del consumo. Además, cortar la fruta en casa permite lavarla previamente y utilizar utensilios limpios, minimizando la posibilidad de contaminación.
Graves riesgos
En resumen, aunque la fruta precortada puede parecer una opción práctica, los estudios demuestran que no está exenta de riesgos. El 5% de las muestras analizadas en el estudio citado contenía bacterias peligrosas, y un mal almacenamiento aumenta aún más la amenaza. La alternativa más segura y saludable sigue siendo la de siempre: comprar la fruta entera, lavarla bien y cortarla justo antes de consumirla.