Un boquete en la pared, en lo más alto de la montaña, nos habla de los viejos mitos de los jentiles. Gigantes que hicieron de estos parajes su hogar, dejando su mágica impronta en bosques, valles, e incluso en ermitas. Nos vamos a Jentileio, la ventana de los Jentiles.
Comenzamos en el aparcamiento del complejo deportivo de verano de la localidad navarra de Altsasu, donde estacionamos el vehículo. La primera parte del paseo sigue las trazas de un sendero adaptado, perfectamente balizado y acondicionado, llamado la Senda del Damero.
Nos introducimos en el bosque, directamente desde el parking, dando la espalda a las instalaciones deportivas. A los pocos metros, llegamos a un cruce donde giramos a la derecha para seguir disfrutando de los preciosos robles que se localizan en este bosque. Cruzamos un pequeño regato y llegamos rápidamente a la ermita de San Pedro. El templo encierra entre sus recios muros historia y leyenda, ya que es creencia que en él se coronó al primer rey de Navarra García Ximenez en el año 717, si bien no es algo confirmado históricamente.
El templo pertenece a dos localidades: la puerta principal es de Altsasu, pero el altar y la puerta lateral son de la vecina Urdiain, lo que nos habla de una muga entre ambos pueblos. Cuentan, para explicar esta extraña división, que los párrocos de ambos pueblos eran hermanos y estaban empeñados en que las localidades no llegaran a pelearse por la posesión de la ermita. Decidieron partirla en dos, pero surgió el problema de la celebración de la romería de San Pedro, por lo que, según se dice, los de Urdiain, vendieron a los de Altsasu el que pudieran celebrar ellos primero la romería a cambio, eso sí, de una chocolatada.
Hermosos ejemplares de robles enmarcan la ermita, que, posiblemente, vino a cristianizar un lugar de culto ancestral. Continuamos por la pista, que se localiza muy cerca de la ermita, girando a nuestra izquierda en dirección N., abandonando la Senda del Damero. Caminamos por el asfalto un tramo, cruzando una especie de cortafuegos, en mitad del robledal. Alcanzamos un regato que salva un puente de hormigón y nos topamos con un cruce a nuestra derecha que nos indica la dirección hacia el caserío Sarabe.
Ascendemos hacia la casa, en la cual es posible comprar deliciosos quesos, ver los animales estabulados, y tomar prestada la llave de la cercana ermita de Aitziber. Este templo, hacia el que nos dirigimos ahora, se sitúa en la parte trasera del caserío y se llega por un senderito.
Un agujero en la piedra Frente al templo se levantan, desafiantes, las Peñas de Laiene, un muro pétreo en el que destaca en la zona superior un agujero natural conocido como Jentileio, la ventana de los Jentiles. Y es que estamos en un territorio netamente jentil, un feudo donde estos gigantes mitológicos son los dueños y señores. Nos quedan en la oquedad los restos de los titanes, ya que en la cumbre de una de las peñas que conforman el cordal se localiza un aljibe cuadrangular, conocido como Jentilen gela, la sala de los Jentiles, junto al que se ve la oquedad circular, llamada Jentillen Sukaldea, o la cocina de los Jentiles. Un aljibe es un deposito en el que se almacenaba agua; el hecho de que uno se localice en la parte superior de la montaña nos habla de la posible ubicación de algún tipo de recinto defensivo o de vigilancia, posiblemente, medieval.
El paraje atesora una vieja leyenda
“En Jentileio vivió el último de los jentiles, a quien le debían levantar los párpados con una pala de horno para que pudiese ver las estrellas. En una ocasión, tras haber observado los astros, exclamó:
-Se ha extinguido la raza humana y ha llegado la perruna”, aludiendo a la decadencia del paganismo y la llegada del cristianismo.”
Tras disfrutar de la magia de los Jentiles, debemos regresar, para lo cual descendemos de nuevo al caserío Sarabe para tomar la pista que nos ha traído hasta aquí, llegando junto a la ermita de San Pedro. En este punto podemos retomar las balizas de la Senda del Damero, que completan un bucle circular, por el lado opuesto que hemos caminado a la ida. Para ello, giramos a la izquierda y nos internarnos en el robledal, nuevamente. La senda nos lleva directamente al parking, entre el bosque, completando dicho sendero.
ACCESO: Accedemos a la localidad de Altsasu por la entrada 399 desde la autovía A-1. Nos dirigimos al centro por la calle Celai, donde encontramos el desvío al punto de partida.
DISTANCIA: 4,5 kilómetros
DESNIVEL: 90 metros
DIFICULTAD: Fácil