Que el remo es un deporte con arraigo, tradición e historia está fuera de toda duda. Se ha modernizado y se ha actualizado a los nuevos tiempos, como cualquier aspecto de la vida, pero siempre mantiene ese poso que hace que este deporte sea tan especial para todo aquel que lo vive, desde el mejor de los remeros hasta el último de los aficionados. Dentro de esa mirada al pasado, hay días que siguen siendo especiales. El día de la clasificatoria de la Bandera de La Concha, es posiblemente el más especial de todos desde que comenzara a disputarse en 1972, más incluso que los dos domingos en los que se dispute este centenario título. La clasificatoria es la tradición más pura, el día en el que en el muelle se juntan los acérrimos seguidores de este deporte, donde reina el buen ambiente en la Parte Vieja donostiarra, pero donde aún el predominio lo tiene la competición por encima de la fiesta. Es el gran día para el aficionado al remo y para una grandísima parte de los remeros. No en vano van a echar el bote al agua algunos equipos que saben que pasar el corte sería un absoluto milagro y acuden para poner el colofón a su temporada. Pero es el día, en mayúsculas.
Como cada año, los clubes intentarán lograr los siete billetes disponibles para disputar la Bandera de la Concha, uniéndose a Donostiarra, clasificada automáticamente en calidad de anfitriona.
21 aspirantes
Mañana, desde las 18.00 horas en la bahía donostiarra, 21 traineras masculinas buscarán marcar uno de los siete mejores tiempos y pasar el corte para repetir presencia en el mismo campo de regateo los dos próximos domingos. El formato de la regata, como siempre, será a contrarreloj, saliendo las embarcaciones una tras otra, divididas en dos grupos, en intervalos de un minuto.
Alguna de esas siete plazas parece adjudicada, como la de Orio, que afronta La Concha tras haber ganado ya el título liguero, o la de Zierbena. Otras embarcaciones de la Liga Eusko Label también deberían tener un puesto asegurado los dos próximos domingos, como Bermeo, Hondarribia o Getaria, que ha demostrado estar en un gran estado de forma en las últimas regatas. Pero hay que andarse con ojo. Esta regata tiene vida propia y no sería la primera vez que alguno de los favoritos para clasificarse se lleva un susto.
Olas de dos metros
La de mañana no va a ser una sesión ni mucho menos fácil, y cualquier descuido puede ser un error fatal visto lo que espera a los remeros en el agua. Alrededor de dos metros de ola aguardan a las diferentes embarcaciones, obligando a sacar la mejor versión no solo de los remeros, también de los patrones.
Será una clasificatoria muy exigente, que por si fuera poco estará aderezada por vientos cercanos a los 20 kilómetros por hora que pueden llegar rachas que doblen esa cifra. Espera una tarde dura para los protagonistas, y de excepción para el espectador.