Recuerdo que pasé una mañana de perros. La noche se había hecho larga en Valencia y en las instalaciones de El Saler corrió como la pólvora que yo, que era de largo el más pipiolo de los periodistas que cubrían la información de esa selección, tenía entrevista con Luis Aragonés. Los más veteranos no tardaron en aprovechar la ocasión para iniciar un vacile que fue in crescendo y que duró hasta pocos minutos antes de entrar en capilla. Me acuerdo de Pipi Estrada con cara de demonio insistiéndome con que “uno no es periodista de verdad hasta que no entrevista a Luis Aragonés”. Parecía casi como la confirmación de la alternativa en Las Ventas. Lo cierto es que al principio me estaba echando buenas risas con el vacile, pero poco a poco fui notando cómo la presión y el agobio iban en aumento. Finalmente comparecí ante el seleccionador y me temblaban hasta las uñas de los pies, pero luego no fue para tanto. Es más, acabé disfrutando de una charla muy futbolera con un auténtico sabio, que, aunque no fuese la alegría de la huerta, estuvo amable y respetuoso. Todavía guardo como oro en paño en mis cuentas una fotografía de ese día. El tiempo la dotó de un mayor valor por todo lo que consiguió. Aunque antes ya había cosechado todo tipo de éxitos en sus anteriores equipos y sobre todo en su Atlético. A mí había una cosa que particularmente me encantaba del de Hortaleza y era que se ponía del hígado cuando escuchaba que a su equipo de toda la vida le llamaban el pupas. Y me parece normal, porque como jugador ganaba tanto o más que los otros dos gigantes. Lo mismo me pasa a mí cuando escucho lo de las realadas, un término que me pone del hígado, porque para mí su significado real debería ser cuando los nuestros engrandecen la leyenda de David y se imponen a los gigantes más temibles cuando nadie daba ni un duro por ellos de antemano.
La Copa
Si un periodista deportivo no puede ser considerado como tal hasta verse frente a frente con Luis, creo que a un entrenador de fútbol le debe pasar algo parecido hasta que no se lleva o sobrevive a un buen revolcón en la Copa. Es una pena, pero se están volviendo a cargar la competición. Hace unos años los lumbreras de los dirigentes de la Federación, que dejan a las cabezas pensantes de la TIA y a su profesor Bacterio en auténticos líderes de la CIA, se percataron de que con el viejo sistema del doble partido los gigantes no se tomaban lo suficientemente en serio el torneo porque les obligaba a disputar más encuentros, lo que sobrecargaba sus calendarios. Es más, muchos pensaron que la decisión de jugar a partido único era única y exclusivamente para provocar más emoción en la Copa, pero lo único que pretendían era conseguir una final Barcelona-Real Madrid todos los años. No se equivoquen, esa es la única prioridad de los fumapuros y bebebrandys de los despachos federativos y de la Liga. Algo se les muere en el alma y en la cartera cuando uno de los dos gigantes cae eliminado en la competición. Por eso ahora tratan de allanarles el camino de manera descarada hasta el punto de que los cuatro clubes de la Supercopa iniciarán su participación en dieciseisavos, pero tanto para el sorteo de esta ronda como para el de octavos se incluirán en un bombo propio y jugarán como visitantes en estas dos eliminatorias ante adversarios de categorías menores. La burda excusa es que los modestos puedan ingresar más dinero, pero la realidad es que no tengan problemas para ir superando rondas para que, cuando tengan la final a tiro, se lo tomen muy en serio al ser un título que les puede permitir salvar una temporada. O al menos ese fue uno de los legados que dejó Mourinho, el máximo exponente de que el fin justifica los medios. Esto provoca que no se pueda comparar el mérito de cualquiera del resto de clubes participantes si alcanza la gloria como la Real Sociedad en la temporada 2019-20, en la que ganó sus ocho encuentros para proclamarse campeona, uno a partido único en el Santiago Bernabéu incluido, y que incluso logró finalizar en puestos europeos la Liga, que, como todos recordamos, acabó mucho antes porque se retrasó la final de la Copa para siempre para intentar que asistieran las dos aficiones vascas. Aunque la Real estuviera clasificada para la Supercopa, no me parecería justo que tuvieran más privilegios que los equipos que compiten en competiciones europeas, que, además, algunos de ellos disputan hasta más partidos que los gigantes sin tener tantos recursos para reforzarse como ellos.
La Real
Centrémonos en la Real. Porque algo se muere en el alma de sus aficionados cuando le eliminan en la Copa. Sobre todo cuando no participa en competición europea, porque se queda huérfana de emociones. “La Copa mola”, atronaba por megafonía en Córdoba en un estadio lleno y con un ambiente espectacular que hacía soñar hasta al más incrédulo de que cualquier cosa era posible y estaba al alcance de los suyos por muy mal que se encontrara en la categoría de plata. Corría el año 2012 y eso tiene un nombre y se llama el influjo de la Copa.
Desgraciadamente, la Real nunca ha sido un equipo especialmente copero. El hecho de que nuestra generación de oro no fuese capaz de alcanzar ninguna final lo dice todo. Incluso en nuestro ocaso tras disputar dos finales seguidas, con un título, el de Zaragoza, y una participación sin copa, pero que nos dejó dos partidos para la inmortalidad como fue el remontar al Atlético de Menotti y el 0-4 de la vuelta de las semifinales (también lo arbitró Negreira), antes de las lágrimas en el Bernabéu por el solitario gol de Alexanco.
La generación perdida
A partir de ahí, una maldición que nos provocó una generación perdida, cuyo desconocimiento era tan grande que no sabían lo que se perdían porque nunca habían disfrutado de la magia de una noche de Copa. Jagoba Arrasate se lo tomó más en serio e incluso encaró unas semifinales, aunque el problema fue que el empujón que recibieron los realistas por la eliminación en los cuartos de final en Santander, que se retiró sin jugar la vuelta para denunciar los impagos, acabó provocando que cayera por el precipicio debido a un atraco arbitral incalificable y tan descarado en plena era Negreira. Quién nos iba a decir que años después íbamos a visitar a un equipo que lleva el mismo nombre...
Cuando creíamos estar más o menos estables, sufrimos la peor recaída posible en la mayor humillación que jamás haya sufrido este club con la remontada del Lleida en Anoeta, que pasó de perder 2-0 a clasificarse con un 2-3 vergonzoso.
En guardia
Si la selección buscaba un sabio que le permitiera ordenar todo y hallar una fórmula para superar la barrera de los cuartos, la Real necesitaba encontrar un mesías que consiguiera que el equipo rindiera con la misma solvencia en Liga que en Copa. Los primeros se encomendaron a Luis Aragonés y el club blanquiazul decidió darle una oportunidad a un interino que ya había sofocado dos incendios que no le correspondían. Los dos dieron en el clavo. Se podrá discutir si la herencia de Imanol estaba contaminada o viciada, que puede que sí dado el sector vehemente que le lapidó en sus horas bajas, pero lo que no admite discusión es que su legado en la Copa es casi inmaculado. Con dos semifinales consecutivas, una de ellas imposible de perder contra el Mallorca y la otra en la que casi logra la gesta de volver a tomar el Bernabéu. No cabe duda de que en este torneo, Imanol le marcó el camino. Pero, cuidado, pongámonos siempre en guardia, porque cuando las cosas no van muy bien en Liga es cuando piensas que la Copa te sobra y te vuelves a asomar al precipicio. Y todos los entrenadores saben que tarde o temprano le aguarda un sopapo inesperado en la competición del KO. Sergio, no es el momento. Aún no estás a salvo y el sábado viene el eterno rival. Sin confianza ni clemencia. ¡A por ellos!