No es lo mismo. Solía decir Xabi Prieto con razón, como casi siempre, que “cuando un jugador se pone la txuri-urdin ya es como si fuera de aquí”. Pero no es lo mismo que se vaya un gran futbolista que ha sido contratado que uno de nivel que haya salido de Zubieta. El año pasado, cuando Martin Zubimendi tuvo un pie en el Liverpool, el debate estaba en la calle: “¿Quién no quieres que se marche de la Real entre Merino, Le Normand y Zubimendi?”. La gran mayoría lo tenía muy claro, aunque el navarro y el galo eran vitales y extraordinarios futbolistas, la salida que más iba a escocer era la del de Ulia. Porque es un chaval donostiarra, formado en Zubieta y en un club de cantera siempre nos reconforta más ver triunfar a los de casa, como es normal. Además, el sentimiento txuri-urdin de Martin estaba fuera de toda duda. Realista de cuna y de corazón y en su caso, a los hechos se puede uno remitir.

Hace unos años, en Zubieta, ya se barruntaba que venía otro mediocentro muy bueno que aspiraba a sentarse en la mesa de los Xabi Alonso, Illarramendi y compañía. El caso es que en el Sanse tampoco lo estaba haciendo especialmente bien. No fue una cuestión de que derribase la puerta, si lo hizo, fue con un pase preciso mientras organizaba el juego de su equipo.

Martín Zubimendi entró en el campo en lugar de Rubén Pardo.

Martín Zubimendi entró en el campo en lugar de Rubén Pardo. Ruben Plaza

Su primera aparición fue en un duelo ante el Getafe en el que disputó los últimos seis minutos con Imanol en la campaña 2018-19. La siguiente temporada la comenzó en el filial a las órdenes del que siempre ha sido su gran ídolo, Xabi Alonso, que le marcó para siempre. El tolosarra no tardó en ver en él un mediocentro de talla mundial y se volcó mucho para no parar de darle consejos en pos de que completara su formación. Imanol comenzó a subirle y ya en pleno confinamiento se hizo un hueco y acabó siendo titular en los últimos partidos, además teniendo un papel protagonista en la clasificación para la Europa League.

Se asienta en el primer equipo

En el siguiente curso, Illarramendi recuperó galones y marcó territorio en los primeros minutos, pero la grave lesión que sufrió en Bilbao le dejó KO para muchos meses, por lo que Zubimendi ahí dio el paso definitivo y se asentó en la medular a un nivel sobresaliente. Es más, cuando llegó la final de Copa, muchos discutían si el recuperado Illarramendi podía salir de inicio pero una rotura de fibras motivó que no trascendiera que el titular iba a ser Zubimendi. Su nombre figura con letras de oro para la eternidad en el equipo legendario que ganó la final de Copa para siempre. 

No tardó en destacar en la sub’21, donde no consiguió hacerse con el título europeo a pesar de sus buenas actuaciones y no pasó mucho tiempo antes de ser llamado a filas por la selección absoluta. Habitual suplente de Rodri, todos los periodistas desplazados a la Eurocopa de Alemania en 2024 se echaron las manos a la cabeza cuando el balón de oro pidió el cambio en el descanso. La afición txuri-urdin estaba muy tranquila, porque sabía que su sustituto iba a estar a la altura como así fue. El donostiarra completó una segunda parte magnífica, apareciendo por todos lados y su seleccionador, Luis de la Fuente, no dudó en afirmar que contaba con “los dos mejores mediocentros del mundo”.

Zubimendi, en el encuentro de ida  | FOTO: EFE

Zubimendi, en el encuentro de ida | FOTO: EFE

“El moreno es Zubimendi, es mi hijo”

En la Real durante muchas fases eran Zubimendi y diez compañeros bailando a su ritmo. Un nivel técnico, táctico y físicos (lo jugaba siempre todo) excelentes que le han permitido guiar al proyecto a cinco clasificaciones europeas consecutivas. Un jugador como la copa de un pino.

Lejos quedan los días en los que su aita estaba sentado discretamente en la grada de Anoeta y los periodistas apuntábamos quiénes eran los canteranos que había subido Imanol, cuando en una de éstas se dio al vuelta y corrigió a un equivocado: “El moreno es Zubimendi, es mi hijo”. No dio un pase mal en toda la sesión, ni con la derecha ni con la izquierda. Alucinante. Su vida nunca ha sido un camino de rosas y la figura de su padre, un apasionado de este deporte, ha sido la que más le ha guiado, cuidado, protegido y asesorado. Y eso que Martín era de los que no se podía hablar con él durante un mínimo de 48 horas tras sufrir una derrota.

Ahora ya, a sus 26 años, en plena madurez ya ha aprendido a gestionar sus emociones hasta controlar las lágrimas en la vuelta de honor para despedir a Imanol en el que también era su último encuentro y el hecho de emprender una experiencia con otra camiseta y en otro país.

Lejos queda el “me he quedado sin ir de camping con mis amigos a Las Landas”. Los mismos que le vacilaban diciendo que se buscara equipo para así viajar y poder visitarle. Y lo más importante de todo, Zubimendi ha querido cuidar tanto su ya inevitable salida con el único objetivo de no perder el cariño de su gente, de poder pasear a Donostia y que sus paisanos le respeten y, por último y no por ello menos importante, ha dejado abierta la puerta para poder regresar algún día para volver a honrar la txuri-urdin. La casa que se está haciendo en Ulia y Anoeta siempre le estarán esperando…