Así es imposible. La Real Sociedad completó un partido lamentable precisamente cuando más necesitaba cambiar el ritmo y dar un paso adelante que le permitiera afrontar con otra energía y optimismo las últimas cuatro jornadas de la temporada. Pasan los vagones de las oportunidades y los blanquiazules los dejan pasar sin subirse a ninguno que pueda cambiar su signo de la temporada. Ni por la afición, ni por Imanol, ni por sí mismos.
La Real cuajó una actuación lamentable, sin ningún cambio en la actitud respecto a cualquier otro encuentro que ha protagonizado esta temporada y se marchó a casa con un mísero empate que vale para poco y que no satisfizo a nadie. La decepción fue absoluta y total. Una cosa es que el plan del entrenador esté más que estudiado por los rivales, que saben perfectamente como anularles sin sufrir en exceso o que los realistas se encuentran a años luz de su mejor nivel en el momento clave de la campaña, algo que conocíamos y denunciábamos desde hace mucho tiempo, y otra muy distinta es que en el derbi, ante el eterno rival que viene de competir en Europa el jueves, el equipo salga con esa actitud contemplativa y desesperante que puede llegar a sacar de quicio a su gente, que ya no aguanta más viendo a su portero y a sus centrales pasándose el balón sin ningún sentido. No es que aburran, es que no se entiende que un derbi se pueda afrontar de la misma manera que la visita de cualquier otro rival, sea el Leganés, el Rayo o el Espanyol. Eso no es admisible. Jamás. Lo hemos repetido durante la semana. El partido que más nos gusta ganar del curso es el de San Mamés, y el que no se puede escapar es el de Anoeta ante el eterno rival. Y si sucede eso es que son mucho mejores, más fuertes, o les ha beneficiado el árbitro o lo que sea. Lo que está prohibido es comparecer supuestamente enrabietado por el adiós de tu entrenador ante un contrincante muy cansado y jugar de esta manera. Sin sangre, sin alma, sin conciencia histórica mientras van pasando los minutos siendo incapaces de generar ocasiones de peligro. Concretamente una de verdad en todo el partido, en un cabezazo de Brais que salvó Unai Simón al saque de esquina. Visto lo visto, igual Imanol lo que está haciendo es irse por patas… Insistimos, un Athletic nefasto que solo disparó entre los tres palos por medio de Berenguer desde muy lejos. Quién ha visto y quién le ve a la Real de Imanol. Y Europa cada vez más lejos, obvio…
Era un día muy especial, pero Imanol, después del esperpento de Vitoria, solo cambió a tres en la defensa. La típica de los mismos once cabrones de siempre. Entraron Traoré, Aguerd y Aihen. El resto, los mismos. Curioso. O es que no hay mucho más. El Athletic salió con siete novedades respecto al equipo que perdió ante el Manchester. O sea la unidad B, pero tampoco para tanto. Sobre todo porque sus dos perseguidores, Villarreal y Betis habían ganado y se habían acercado en la tabla.
La primera parte fue con diferencia lo peor que se ha visto en Anoeta en toda la temporada. Un desastre de encuentro impropio de la elite y que solo se justifica por el fragor de la batalla propia de una máxima rivalidad. Muchos errores, centrocampismo, ninguna inspiración, sin noticias de los violinistas y los dos porteros como espectadores privilegiados de excepción. La Real acusó una nueva actuación nefasta de Zubimendi, que como siga así no le va a fichar por su cláusula nadie, y el Athletic se perdió en continuos balones largos sin mucho sentido. Las ocasiones en 45 minutos se resumen en un disparo en el minuto 2 de Oyarzabal tras un corte de cabeza de Zubimendi, que se marchó fuera, y en el 37, un mal centro de Aihen lo despejó Lekue y el rechace lo cazó Sergio sin encontrar los palos. Lo demás no merece ni el más mínimo comentario. Una primera parte nefasta. Eso sí, como tantas que hemos visto en anteriores derbis vascos. Lo más triste es que el plan txuri-urdin de control y juego elaborado desde atrás, previsible, lento y aburrido no pudo sorprender a nadie después de lo que hemos vivido este curso, mientras que el Athletic se dejó la electricidad y su fútbol físico y agotador en Bilbao. ¿El resultado? Lo dicho. Un espectáculo insoportable si no llega a ser por la habitual emoción de este tipo de duelos.
Lo peor de todo es que los dos entrenadores parecían encantados con lo que se estaba viendo porque ni se les ocurrió hacer un cambio en el descanso. Curioso, sin duda.
En la reanudación los blanquiazules apretaron un poco más, sin exageraciones, y un buen robo de Pablo Marín acabó en un disparo de Kubo que salvó el internacional. Poco después llegó el citado disparo de Berenguer e incluso segundos después Remiro tuvo que sacar un centro muy peligroso de Gorosabel.
En el minuto 60, Sergio puso el córner que cabeceó Brais y sacó con muchos apuros Unai Simón, y en el 67 Kubo pidió un penalti que no lo fue. Y ahí se acabaron las opciones de marcar. Terrible. Menos mal que los dos necesitaban los puntos, porque el encuentro fue dramático. Lo malo es que el Athletic ha demostrado con creces que es un gran equipo y, en cambio, esta Real, pues no. Ni es fiable, ni ilusiona, aburre y hasta solivianta a su parroquia. Una lástima. Pero si había aficionados que denunciaban el juego plano de la Real y exigían un cambio, ayer se cargaron de razones porque la Real ni estuvo a la altura ni cumplió con esas expectativas que sus propios jugadores habían generado con esos mensajes tan ambiciosos y contundentes en las horas previas. La temporada se apaga mientras la decepción se adueña de una parroquia que ayer sí, merecía otra actuación de los suyos, con una actitud más contundente y beligerante y que se fue a casa pensando que si no gana a este Athletic es que no merece entrar en Europa. Así de claro. El libro de Aperribay hace aguas por todas partes, menos mal que nos aseguró que en mayo llegarían las alegrías… Esto ya no hay quien lo aguante.