Nada es suficiente en los últimos tiempos para algunos. En épocas oscuras, cuando no se cosechan los esperados resultados y el rendimiento del equipo se encuentra lejos de las expectativas generadas, los agoreros y catastrofistas campan a sus anchas. Después de un drama heroico como el vivido el pasado martes en el Bernabéu, el equipo y la plantilla cerraron filas para intentar pasar página cuanto antes y lograr que la impresionante exhibición sin gloria de Madrid fuera un definitivo punto de inflexión. Y es curioso, porque en medio de la deriva del equipo en la marea incontrolable de los 19 partidos sin apenas respiro entre ellos, cuando hacía algo bien o incluso lograba un gran resultado, muchos lo achacaban a la suerte. Todo el mundo sabe de qué estamos hablando, porque quién más o quién menos lo ha escuchado a su alrededor con mayor o menor insistencia y vehemencia.
Seguro que les suenan estas frases: “Imanol ha hecho mucho, pero este es un ciclo acabado”; “Imanol no entrenaría ni al Hércules”; “¿Por qué no se escucha a ningún equipo grande que le quiera?”; “No cuenta con la cantera”. Eso con el entrenador, qué les vamos a contar del capitán y verdadero estandarte actual de la institución. El canterano con más carácter y con mayor gen competitivo que ha producido jamás Zubieta: “Oyarzabal acabará jugando de lateral izquierdo”; “Es increíble que esté cerrando el paso a otros delanteros”; “La gestión de Imanol con los delanteros centros es de despido fulminante”; “Solo mete de penalti”; “Penalzabal”; “Mikel no puede jugar de delantero centro en la vida, así nos va”.
Todos hemos oído comentarios de este tipo y sí, no se escondan si alguna vez han pronunciado alguna de esas frases. Esto es fútbol, todos llevamos un entrenador dentro y opinamos. Lógico y normal. Pero poner en tela de juicio a dos de los buques insignias del club en los últimos años, que, además, tenemos la fortuna de que aman tanto estos colores como el aficionado más radical y que por sus venas fluye la sangre txuri-urdin, debería hacernos reflexionar de cómo funciona este deporte hoy en día.
Cinco jornadas después de hacernos sentir más orgullosos que nunca, de lograr que los colegios se inundaran el día después de niños con camisetas blanquiazules y con ojeras al haberse rebelado para que les dejaran sufrir hasta el final con sus ídolos, la Real visitó las islas afortunadas. Y fue un gran momento para mirar atrás y constatar la suerte que hemos tenido con este proyecto, con este entrenador y con esta plantilla. Tras llegar a octavos de final de la Europa League, donde le eliminó el United, uno de los favoritos al título, y hacernos soñar con la final de Copa ante el vigente campeón de Europa (delirante que algunos osaran restarle mérito a la odisea txuri-urdin porque el Valencia aprovechó el cansancio del Madrid para imponerse 1-2), la Real volvió a colocarse en puestos europeos tras ganar en el estadio de un equipo que había definido el choque como el más importante de la temporada. Al que le iba la vida en la visita txuri-urdin.
Lo hizo con una alineación formada por ocho futbolistas salidos de Zubieta, con la misma intensidad que siempre exige su entrenador, con un buen plan de ruta para competir y ganar, y con un delantero como la copa de un pino que le permitió hacer lo más complicado, que es ponerse por delante. Bueno, y con un portero, también señalado por la noche del martes, que le permitió alcanzar el descanso en ventaja gracias a varias paradas de nivel top. Los tantos de Sergio Gómez y de Aramburu, en una segunda parte en la que fue abrumadoramente superior a un rival que llegó a ponerse 1-2, sellaron un triunfo clave para entrar en Europa por sexta vez consecutiva. ¡Eso sí que es tener suerte!
La Real hizo un esfuerzo sobrehumano en Madrid, pero al menos el encuentro se jugó el martes, por lo que hubo tiempo para recuperar. Esto motivó que Imanol introdujera solo cuatro cambios en su once: Aritz por Aguerd, Javi López por Aihen, Olasagasti por Sucic y Sergio Gómez por Kubo. La principal novedad en Las Palmas fue la entrada en la portería de Horkas en lugar del lesionado de gravedad Cillessen.
No era un partido sencillo
No es fácil jugar en Canarias, por las condiciones especiales y distintas (que no se ofenda nadie), pero lo es aún menos cuando el duelo se disputa a las 13.00 horas locales, con un sol de justicia y una temperatura por encima de los 20 grados. La Real pareció salir empanada, con una cesión de Sergio Gómez que se convirtió en una asistencia perfecta a la espalda de la defensa para Fabio Silva, que no pudo batir a un Remiro estratósferico en la primera parte. En el saque de esquina, el luso cabeceó fuera en boca de gol.
Cuando comenzábamos a preocuparnos, llegó el tanto realista. Barrenetxea cargó rápido el disparo desde la frontal, el meta croata despejó muy centrado y Oyarzabal, que curiosa y casualmente pasaba por ahí, puso la pierna para introducir la pelota en las mallas. Es su octavo gol en nueve partidos. Poco después, Barrenetxea, el mejor de campo en esos primeros minutos, se apoyó con habilidad en Sergio y Olasagasti, pero no pudo batir a Horkas.
A los 18 minutos, en una acción mal defendida por Aritz y Javi López, que fue quien anulaba el fuera de juego, McBurnie se plantó solo ante Remiro, pero este le cazó la intención y cortó su intento de regate. Tras un tiro lejano de Olasagasti, Remiro despejó con apuros en un córner, aunque luego detuvo más seguro el remate de Mika Mármol.
En los diez últimos minutos Las Palmas se dio cuenta que su visitante flojeaba y su arreón mereció el empate. Y eso que Pablo Marín tuvo su opción tras una pared con Barrenetxea. Remiro atajó un disparo de Essugo, a Fabio Silva se le fue un remate dentro del área y, en un fuera de banda mal defendido, el portugués estrelló su disparo en el larguero.
Mucho por cambiar tras el descanso para una Real falta de continuidad y de fútbol. Con un Zubimendi pasando bastante inadvertido. Pero si el equipo nos calló la boca en Madrid a los que le acusamos de tener mandíbula de cristal y de sufrir una angustiosa falta de gol, este domingo volvió a hacerlo con los que le critican por ser el conjunto que peor gestiona los saques de banda.
El 0-2 fue una acción preciosa que nació en las manos de Aramburu, con un toque clave de cabeza de Oyarzabal, un pase de Olasagasti magnífico y una asistencia de genio de Barrenetxea que finalizó en boca de gol Sergio Gómez. Desgraciadamente, Fabio Silva (jugadorazo que encajaría en esta Real, hay que seguirle) creó el 1-2 cuatro minutos después con una jugada y asistencia a McBurnie.
La deslumbrante irrupción de Kubo acabó por desnivelar por completo el partido. Dejó solo a Pablo Marín, ayudó a Aramburu a lograr el tercer tanto, en un gol de fe que solo puede marcar él, ya que solo le falta centrar y cabecear en el área, se le escapó un exterior para dejar solo a Óskarsson, le anularon un gol de bandera por un milímetro y regaló un tanto al islandés que lo falló. De locos, otro nivel.
Y se acabó. La Real es muy afortunada y ojalá lo siga siendo durante mucho tiempo. Pero no por tener suerte jugando, sino por contar con profesionales que les hace soñar en grande. Europa ya está más cerca...