La semana pasada el Cartagena visitó Riazor. La carta de presentación con la que viajó el colista ya casi descendido de Segunda era agónica: catorce partidos sin ganar y trece derrotas consecutivas. Último con solo 16 puntos a 21 de la salvación. Los gallegos contaban con el triunfo para intentar incluso mirar más hacia arriba en la tabla que hacia abajo. Todo se torció en el minuto 5, cuando Ximo Navarro no vio venir a Ortuño, levantó mucho la pierna y le golpeó en el pecho cerca de la cabeza. Tarjeta roja de manual señalada por el VAR, porque, al parecer, el incompetente de turno no lo vio lo suficientemente claro. Al final el Deportivo salvó un punto en el minuto 86 cuando su afición ya se temía lo peor.

Lo comentaba precisamente con el extrenador deportivista Imanol Idiakez el pasado día. Uno de esos profesionales que es tan buena gente que incluso le perjudica para su carrera porque los cocodrilos de esta cloaca no le respetan como sin duda merece por el nivel y la calidad que ha demostrado con creces en los banquillos. El donostiarra me decía que cuando el campeonato ya se encuentra rodado las visitas del colista siempre son muy inoportunas. El motivo está claro, no tienes mucho que ganar, porque en realidad todo el mundo piensa que lo vas a lograr, y en cambio lo tienes todo por perder, porque en tus previsiones cuantas con estos tres puntos.

Idiakez recordó que estando en el Leganés, cuando se encontraban más o menos en la misma situación del Deportivo que ascendió la pasada campaña (creo que un punto menos), se cruzó en su camino el Ibiza, farolillo rojo, que se llevó el triunfo de Butarque a pesar de estar sentenciado a doce puntos de la salvación. La inesperada decepción fue de tal calibre que el equipo madrileño no supo darle la vuelta y desencadenó una tormenta perfecta que provocó otras cuatro derrotas seguidas y la destitución del bueno de Imanol. La frase que dijo al despedirse de mí creo que resume a la perfección la situación en la que se encuentra la Real en las horas previas a la visita ante el Valladolid: “Los colistas suelen sumar normalmente entre 20 y 30 puntos, pues a algunos se los han quitado para sumarlos”.

De momento a la Real ya le birló dos en Zorrilla, en un encuentro que era de ganar sí o sí. Pero que, ojo, también se pudo perder si Raúl Moro hubiese superado a Remiro en el mano a mano que dispuso mediada la segunda parte.

El Valladolid, con pie y medio en Segunda

El Valladolid tiene un pie en Segunda y no se puede discutir la obviedad de que es mejor enfrentarse al último que a cualquier otro del campeonato. Y más aún en casa y cuando entramos en la zona Luis Aragonés de los diez partidos decisivos y el rival solo ha sumado tres puntos como visitante.

Pero el Pucela sigue siendo un rival de Primera, cuyos jugadores seguro que no quieren perder su estatus el año que viene aunque tengan que cambiar de camiseta y se deben a una afición para intentar estar a la altura de su escudo en las 10 jornadas que restan. Por eso la única actitud que corresponde a la Real en las horas previas del duelo es la del máximo respeto. Ahí están sus lamentables estadísticas en las visitas anteriores de los colistas para encender todas las luces de alarma. Como no podía ser de otra manera, el comportamiento de la Real en este sentido ha vuelto a ser irreprochable: “Sabemos que si no estamos bien y no hacemos lo que toca, el Valladolid nos va a poner las cosas muy complicadas. Van a intentar pelearlo hasta el final para acabar de la mejor manera posible. No nos tenemos que descuidar ni confundir, aquí dentro somos conscientes de ello y vamos a darle la importancia que tiene. La mejor manera de preparar bien el partido de Copa es ganando al Valladolid”, declaró el siempre sensato Oyarzabal. Así sí.

Sin duda mejor eso que recordar la mayor goleada de la historia del club cuando se jugaba con balón cuadrado. Si yo fuera su entrenador adornaría las paredes de mi vestuario con el reportaje de mi amigo Bruno Parcero (lo digo con cariño, que luego alguno se molesta). Pero es que hay que tener mucho cuidado con este tipo de cosas para no mentar al diablo. Que se lo pregunten a Raphinha, el capitán del Barça y de Brasil, al que se le ocurrió en la víspera de visitar Buenos Aires, lo cual lo dota de mucha mayor incomprensión, la brillante idea de declarar: “Les vamos a dar una paliza. Dentro y fuera del campo si es necesario”. El resultado lo conocemos todos. El brasileño se marchó goleado, vapuleado, machacado y humillado. Mientras estaba en el campo, la grada del Monumental de River le gritaba “poné a Raphinha la puta que te parió”, como pidiéndole a su seleccionador que lo sacara ya porque parecía que no estaba al no tocar casi un balón y pasar inadvertido.

Suele pasar. Prohibido calentar al personal cuando los vamos a tener enfrente. Más aún cuando viene en problemas y con el orgullo herido. La realidad es que la Real conocía perfectamente antes la receta para sacar adelante estos encuentros. Un golito de su delantero de turno, si lo conseguía pronto confiar incluso en que podrían llegar acompañados de más dianas con las que podríamos hasta disfrutar de una buena tarde. Pero el problema es que esta Real cuenta con una alarmante falta de gol que provoca que todos los que marca valgan su peso en oro. Y cuando te cuesta tanto ver puerta y, por consiguiente ganar, estás mucho más expuesto a que uno de tus jugadores cometa un error evitable como el deportivista ante el Cartagena y sin quererlo ni beberlo te has metido en un lío de tres pares de narices.

El temido año en blanco

En las redacciones de Madrid siempre hay un antes y un después de cuando el equipo blanco cae en la Champions. Ese día no están permitidas las bromas ni las risas. Como mucho leves codazos de complicidad casi inapreciables. En ese mismo momento hacen evaluación de daños y calculan si hay muchas posibilidades de pasar el temido año en blanco. Estoy de acuerdo con que hay que destacar y valorar el hecho de haber llegado a la semifinal de Copa y el haber superado una vez más la fase de grupos en Europa antes de caer en octavos frente al United, pero si la Real no entra en Europa y si no alcanza la final de Sevilla, su temporada será insuficiente porque no habrá cumplido los objetivos marcados con una de las plantillas más caras de su historia. Así funcionan las cosas en este mundo, donde no hay concesiones para posibles treguas. Ganar, ganar y ganar. Sobre todo ante el último cuando te espera un calendario tan exigente y complicado para aspirar a regresar a Europa por sexta campaña consecutiva. Respeto máximo al colista, pero este mediodía solo vale un resultado. Espero que todos tengamos muy claro lo que se juega nuestra Real ante el Valladolid para evitar accidentes que nunca sabes cómo pueden acabar y hasta dónde pueden salpicar. Y tras lograr la victoria, ahí sí, nos volvemos a centrar en el sueño de Madrid. Pero primero arreglar la maldita gotera y después ya pensaremos en levantar un nuevo piso para disfrutar de un lujoso dúplex… ¡A por ellos!