Vamos a jugar a un juego de teletransportación. Para intentar darle más emoción, nos vamos a poner en la piel de los mayores antiImanoles que tenemos entre nuestra hinchada. Y es que tienen razón, fin de ciclo claro, le viene grande el cargo, con esos jugadores hasta mi prima hubiese ganado una Copa y hubiera clasificado a Europa cinco años de forma consecutiva al equipo, no cuenta con la cantera, es imposible que triunfe un 9 con él, no pone a Orri y si jugase lo mismo que Oyarzabal sería el pichichi de la Liga… Voy a parar, porque al final hasta me entra un poco la risa. Pero que conste que soy muy, pero muy antiImanol. De los que más. A ver si antes de mayo nos hace un favor a todos y se va a su casa. Ahora imagínense que en el pasado mes de noviembre cuando ya tenía mis dudas, aunque todavía seguía creyendo mínimamente en el gitano de Orio. Pues después de deslumbrar en la Liga, con el equipo primero, y compitiendo de maravilla en Europa, muchas veces a pesar del entrenador, obvio, de repente aparece un gigante inglés que se interesa por él. Y de la noche a la mañana, te enteras de que el Imanol de turno, el muy jeta, ha dado el sí, insisto, en noviembre, y que después del siguiente parón se marcha y nos deja tirados. Lo que nos faltaba, encima traidor. Eso sí, al menos pagan su cláusula de 11 millones de euros (están locos estos ingleses, les sobra la pasta). El club al menos respeta las señas de identidad y aplica la lógica en la línea de sucesión para poner al técnico del filial. A los pocos partidos se lo carga por los malos resultados y se gasta la mitad de lo ingresado por Imanol en la contratación de un técnico del, por decir uno cualquiera, Espanyol de turno al que le dejas compuesto y sin novia en mitad de la temporada. ¿Se imaginan lo que hubiese pasado aquí en el caso de que hubiera sucedido algo parecido? Y si les digo que tras tres meses todavía sigue líder de su liga, aunque estaría empatado con su eterno rival si este gana un partido que tiene que recuperar, se clasificó para los cruces de la Champions de chiripa, después de haber logrado una memorable goleada ante el City en uno de los últimos encuentros de nuestro fariseo técnico, aunque ya ha caído eliminado tras perder con contundencia contra el vigente subcampeón de la competición.

Pues eso mismo es lo que ha pasado con Rúben Amorim, técnico del United que dejó en la estacada al Sporting de Portugal, en el que triunfó por todo lo alto tras ganar dos ligas (llevaban 19 años sin festejar ninguna), dos copas de la liga y una supercopa portuguesa. Es gracias a este motivo por el que, más que un sentimiento de rabia y enfado, su salida ha causado una onda tristeza. Se pudo vivir el día de su despedida cuando los aplausos de agradecimiento prevalecieron sobre unos tímidos pitos e incluso el fondo donde se coloca la grada de animación desplegó una pancarta gigante con un “obrigado” (gracias) y una imagen suya con sus triunfos.

Los argumentos de Amorim

Creo sinceramente que después del shock y de que en el mundo real de las redes sociales se hubiese organizado la quema de su casa con toda su familia dentro, en Anoeta se hubiese acabado viviendo una escena de cordialidad parecida porque lo hubiésemos sentido como la emancipación de tu primer hijo. Y eso que, como suele suceder muchas veces en estos casos, sus declaraciones en lugar de calmar el hinchazón lo agravó: “La temporada comenzó, y arrancamos de manera excelente. Luego, surgió la posibilidad del Manchester United. Mostró interés y pagó más de la cláusula de rescisión en mi contrato. Nunca discutí esto con el presidente. Lo único que pedí fue terminar la temporada con el equipo. Durante tres días dije que quería quedarme hasta el final de la temporada. Pero me dijeron que era imposible, que era ahora o nunca; de lo contrario, el United buscaría otras opciones. Tuve tres días para tomar esta decisión. Quería ir a Mánchester. Tenía muchas ganas de trabajar en ese entorno. Me permite hacer las cosas a mi manera, como hice en el Sporting. Hay momentos en los que necesitas dar un paso adelante. Para mí, fue más difícil que para cualquier aficionado del Sporting, pero tenía que hacerlo. La gente dice que todo se trata de dinero, pero hubo otro equipo que me quiso antes y me ofreció pagarme tres veces lo que me ofreció el United. Hice todo lo que pude por el Sporting. Me cuesta mucho dejarlo; amo este club, amo a esta gente, amo a este staff. Pero tuve que tomar una decisión: ¿Quedarme o irme? Si me hubiera quedado, lo habría lamentado en seis meses. Así que mi elección fue irme ahora porque me dijeron: ahora o nunca, y tenía que tomar mi decisión”. Ya, Rubentxo, si todos sabemos cómo funciona esto. Y eso que tu carrera como jugador la pasaste en los otros dos clubes lisboetas como Os Belenenses, de Belén, y el Benfica, el Madrid portugués, pero en noviembre… Eso es difícil de comprender. Más aún cuando la afición te adoraba y daba gusto ver jugar a tu equipo.

Lo peor de todo es el ejemplo que das. La decepción que dejas atrás. En lugar de salir por todo lo alto y ser una figura respetada por los tuyos para siempre, eliges marcharte por la puerta de servicio saltando la valla al estilo Javi Martínez en Lezama. Y lo digo siempre, no hay nada mejor que ir a dar una vuelta y sentir el cariño y la admiración de tus vecinos. Yo sigo defendiendo que creo que esta es la razón por la que Imanol está demorando tanto su decisión definitiva, porque le da miedo terminar haciéndose daño y perder el respeto de su pueblo. Aunque para mí, por mucho que se empeñen en mancillar su trayectoria, eso ya se lo habría ganado de por vida. 

Apostar por lo que nos hace diferentes

Respeto, qué concepto tan importante para todo. Quizá sea lo que todavía le falte a esta Real en Europa, donde maravilló en la Champions y ha superado toda la fase de grupos, una circunstancia sin duda digna de poner en valor. Pero el respeto se gana haciéndose grande en los cruces y superando eliminatorias ante adversarios con más nombre que parten como claros favoritos lejos de nuestras fronteras. Esta no es una eliminatoria cualquiera. Y no es casualidad que podamos considerar a uno de los grandes clubes del planeta como un viejo conocido al ser la cuarta vez que nos vamos a ver las caras en los últimos doce años. Un hito que no lo pueden decir más que los poderosos de la Liga que repiten año tras año sin despeinarse en competiciones en el viejo continente. El Manchester de Amorim es un gigante venido a menos, pero eliminarle nos permitiría entrar en una nueva dimensión cuyo sabor no paladeamos desde que el Sttutgart me hiciera llorar desconsoladamente en aquella maldita tanda de penaltis en 1988. Caer ante el Midtjylland hubiese supuesto un fracaso, pero, sin querer poner la venda antes de la herida, una eliminación contra todo un United jamás podría ser considerada de esa manera. Y si lo vemos así, quizá deberíamos purgar con un año fuera de Europa para volver a poner los pies en el suelo y recordar que somos la Real.

Eliminar al United es una gesta se mire por donde se mire. Y bien haríamos en fijarnos en los ingleses quienes, en crisis y en plena descomposición, siguen viniendo los mismos 2.000 que tienen entrada. Y les garantizo que en la vuelta Old Trafford será una caldera en la que, durante 90 minutos, no habrá constancia ni secuelas de los pecados cometidos. Necesitamos alcanzar esa unión para ser tan potentes como ellos. Y apostar fuerte por nuestro sentimiento, nuestro sentido de pertenencia, el disfrutar del éxito de chavales que son nuestros vecinos y lo único que les diferencia de nosotros es que han cumplido la ilusión de jugar en la Real. Eso sí que es un sueño que llena cualquier teatro. United, ¿qué hay de nuevo, viejo? Ya sabes lo que se sufre en Anoeta. No digas luego que fue una pesadilla, todo es real. ¡A por ellos!