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FC Barcelona 4-0 Real Sociedad: una irresponsabilidad imperdonable

La Real acaba goleada, una vez más, en Barcelona al mezclarse un nuevo disparo en el pie, esta vez de Aritz, y su mandíbula de cristal

FC Barcelona 4-0 Real Sociedad: una irresponsabilidad imperdonableN.G.

Si se quiere ser competitivo, no vale solo con atacar y defender bien, con meter la pierna y dejarse la vida luchando, con presionar y tener calidad... Para ser competitivo, hay que tener muy claro lo que se puede hacer en el campo y lo que no. Está muy bien que la Real lleve tantos años jugando con una valiente línea defensiva situada con asiduidad casi en el centro del campo, pero sus jugadores deben ser conscientes de que si les superan o les sorprenden a sus espaldas, está completamente prohibido hacerles falta para evitar la roja. Sobre todo cuando son los primeros minutos de partido, puesto que tu decisión es una condena de muerte segura para el equipo. Que lo haga el capitán y el jugador con más experiencia de la plantilla agrava todavía más el nuevo disparo en el pie que se pegó la Real, que le dejó sin la más mínima opción de puntuar ante un Barcelona que ya es el gran favorito para alzarse con el título de Liga.

Resulta indiscutible que es tan fácil expulsar a un jugador de la Real como que la acción del beasaindarra merecía la tarjeta roja. Aunque esté a 40 metros de la portería, es el último hombre, Dani Olmo va de frente y por el centro directo a la portería y el canterano le agarró y le derribó por detrás. Sí, es cierto que Javi López corría casi a su lado, pero un poco por detrás, y que el azulgrana no hubiese llegado al área ni en cien vidas. Pero eso lo único que hace es reafirmar el grosero error del 6. También hay que reconocer que el catalán no había tocado ni el balón, aunque era un pase largo medido y no iba a tener que controlarlo para intentar encarar a Remiro. La gran diferencia con la de Zubeldia en el campo del Betis, que fue una injusticia manifiesta por mucho que haya pasado inadvertida para el resto del mundo, como tantas veces sucede cuando la víctima de un atropello es la Real, es que Aritz le agarró por detrás sin posibilidad de jugar la pelota y el verdiblanco Jesús Rodríguez regateó hacia fuera y si pretendía llegar al área iba a tener que sortear a más realistas que se encontraban a la misma altura, con Sucic acudiendo al rescate y Zubimendi y Aguerd por el centro. Nada que ver.

En un día en el que la Real pretendía sobrevivir como fuese en el campo de todo un Barcelona, con una convocatoria plagada de bajas y de canteranos, lo peor que podía pasar era un escenario como el que se le presentó, con uno menos ante el mejor ataque del campeonato. A veces es muy importante que los blanquiazules tengan mucho más claro la responsabilidad y las trascendencia que tienen sus actos. Insistimos, a eso también se le llama competitividad.

A la Real no le importa la lucha por el título y no se le ha perdido nada en esa guerra. Aquí cada palo aguanta su vela y la obligación de todos los equipos es velar única y exclusivamente por sus intereses. Y el que lo quiere utilizar como un arma arrojadiza está perdiendo el tiempo. Entre otras cosas, para los más justitos de miras, hay que recordar que la Real derrotó al mejor Barcelona de Hansi Flick cuando visitó Anoeta. Una pena que todavía haya que justificarse en situaciones así. El partido del año de la Real era la ida contra el Madrid, porque ahora ya se encuentra a solo 90 minutos de disputar toda una final de Copa, y la nueva puerta a la esperanza se abre con otro duelo de esmoquin, con la visita de otro monstruo como el Manchester United en los octavos de final de la Europa League. Lo demás, sobre todo el ruido exterior, está de más. Hablando en plata, que nos dejen en paz.

La Real viajó en cuadro a Barcelona, con las bajas por sanción de Becker, Aguerd y Kubo y de Odriozola, Pacheco, Zakharyan y Sucic, por lesión. Con muchos tocados después de la batalla contra el Madrid en Copa, en la que el equipo exprimió hasta su última gota de sudor, y con un desgaste agónico por una carga de partidos insufrible. Sobre todo para plantillas terrenales, que no están preparadas para semejante exigencia física y mental al máximo nivel. Las cosas como son. Tarde o temprano, con la tremenda lista de encuentros que está afrontando la Real iba a llegar un partido en el que iba a acusar todo el esfuerzo acumulado. Y el duelo contra el Barcelona era una incómoda piedra en el camino. Un trámite que había que cumplir cuando el choque estaba fijado entre las visitas del Madrid y del United a Anoeta. Hasta el punto de que se podía discutir incluso la presencia en el once de Zubimendi, que lo juega todo y luego, claro, cuando el equipo necesita su mejor versión como ante los gigantes blancos, se encontró lejos de su mejor nivel.

Y eso que la Real tuvo su opción en el partido. A los tres minutos, Barrenetxea recibió en la izquierda un buen pase de Zubimendi, metió un gran balón en largo a Javi López y el centro de este acabó en los pies de Olasagasti, quien cedió de espaldas a Sergio Gómez para que anotara tras desviar un defensa. El VAR concluyó que era fuera de juego. Del canario, que no podía hacer nada para frenarse, y, más dudoso, de Barrenetxea, que, en su caso, hubiese sido otro error de concentración que también hay que incluir en la responsabilidad de estar concentrado para competir bien. Y aquí también incluimos la frivolidad de Remiro, que estuvo a punto de costarle muy caro ante la presión de Pedri, que no acabó entrando de milagro.

A los 16 minutos llegó la expulsión de Aritz y la Real, que tampoco es que sea un equipo que suela demostrar un carácter fuera de lo normal para aguantar con uno menos, tardó ocho minutos en recibir el primer tanto. Ahí se acabó el partido. Si los realistas son incapaces de remontar un duelo normal, imagínense en Barcelona, con el líder encendido y desatado, en inferioridad numérica y en desventaja en el marcador y todavía con una hora por delante por jugar...

Las mejores imágenes del Barcelona - Real SociedadEFE

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Lo más lamentable es que dos de los goles nacieron a balón parado, que, una vez más, lo defendieron fatal los de Imanol. Cuatro minutos después, llegó el segundo en un servicio que desvió hacia el centro Remiro y que, para colmo, entró tras rebotar en Casadó un remate desviado de Olmo. Antes del descanso Pedri tuvo su primera opción, pero detuvo Remiro.

En la reanudación, ya sin Zubimendi ni Barrenetxea para que descansaran de cara al jueves, el partido se convirtió en una lastimosa espera a que se acabara el encuentro rezando por que el daño no fuese demasiado abultado debido a que de la goleada no se libraba pasara lo que pasara. 

Raphina rozó el tercero de falta, Pedri disparó al larguero y, en otro córner, Remiro desvió demasiado corto un cabezazo de Lewandowski y Araujo cabeceó a placer la invitación al gol. Poco después, Lewandowski firmó su diana al cazar, este sí, de forma voluntaria otro mal disparo de Araujo.

Al final, cuatro goles, que no son pocos. Barcelona no está hecha para la Real, a la que le suele dar igual uno u otro campo. Por una cosa o por otra, casi nunca acaba dando la talla. Y es una pena, porque cuando el Barça viene a Anoeta sufre tanto como el que más. No se entiende esa abismal diferencia. Pero si mezclas que te pegas un disparo en el pie y tienes mandíbula de cristal, lo normal es lo que le acabó sucediendo a la Real en una semana en la que hay que hacer borrón y cuenta nueva para tratar de recuperar toda la ilusión.