El expreso de Lodosa era una de una de las piezas clave del vestuario. Carácter, enorme personalidad, siempre metido en todas las salsas y comprometido hasta el punto de que no jugó hasta enero
Todo comenzó una tarde en Anoeta ante el Castellón con más de 40 grados...
No es el mejor recuerdo el debut porque fue un día muy duro: el calor, el resultado, el partido… Poco bueno te puedo hablar de ese día.
Al final, subía la banda casi a ciegas.
Subir, subía, pero a la hora de centrar ese día… Bueno, ese y alguno más (risas), pero al menos lo intenté.
Esos dos años fueron clave para preparar el ascenso.
Al final, fueron dos años muy, muy complicados, pero de todo se aprende, hay que sacar cosas positivas y a nivel de presión, llegar y saber lo que es el fútbol de elite, la situación deportiva e institucional en la que estaba la Real, fueron dos años de un máster para aprender rápido. Si luego eres capaz de superar esas situaciones, lo agradeces.
Algunos de ustedes se ríen cuando escuchan que los jugadores de ahora sienten presión en Anoeta.
La presión va por situaciones. La peor presión que recuerdo era la de no descender después de ese ascenso. Fue un último mes duro, con rivales directos y que no sabes qué va a pasar… De mis recuerdos de sentir presión, el más grande, creo.
“En Huelva me puse de portero y no paré el penalti porque no me dejaron llevar por mi intuición”
Lo de Vitoria fue un palo tremendo.
Vitoria fue algo duro. Me tocó vivirlo en la grada, pero en el campo fue aún peor. En el momento de bajar al vestuario y ver a los compañeros totalmente destruidos fue muy, muy fuerte. Es verdad que nos quedaba una opción en casa, pero en aquella época los últimos partidos estaban resueltos antes de jugarlos.
¿Notaban un cambio al principio del año del ascenso? Nuevo entrenador que no contó con usted hasta el mes de enero sin explicación alguna...
Bueno, creo que ese año llegó el presidente, institucionalmente el club estaba mejor y es verdad que se dieron muchas cosas. Martín fue un acierto, era un motivador nato y supo llevar muy bien el grupo y, luego, la aparición de Griezmann, la gente de arriba dando todo lo que podía dar... Para ascender se tienen que dar muchas cosas y, por suerte, ese año pudimos juntar todo lo bueno.
Mucho canterano, con un diablo viejo arriba...
Carlitos Bueno, un crack. Nsue también hizo un muy buen año… Éramos un equipo con mucha dinamita arriba y eso te da el punto extra para luchar por ascender. Defensivamente, era un bloque muy unido, todos defendíamos, luchábamos por lo mismo y, al final, se nota.
El vestuario era una piña con mucho sentimiento.
Ese año se vivieron partidos en Anoeta muy bonitos. Recuerdo el ambiente. Estás arriba, la gente se engancha. Después vino la frase de Martín de no se desunan, y ahí la gente se empezó a enganchar de nuevo a la Real después del ascenso.
“El buen humor y el buen rollo fue clave para que pudiésemos conseguir un objetivo tan importante”
Todo cambió la tarde de Soria.
Soria es un lugar cercano, siempre hay un buen ambiente y se vivió un muy buen partido. Son destinos como Vallecas, a los que el aficionado de la Real va a gusto y empezamos a vivir esos partidos de manera muy especial. No solo en Anoeta sino fuera de casa... El día de Cádiz, en la gente se notaba esa ilusión, ese apoyo, y para conseguir el ascenso se tienen que dar muchas cosas. Ese año se dieron muchas de ellas.
El 3-3 de Vallecas también fue un encuentro muy recordado.
Sí, lo recuerdo. Otro mediodía con mucha gente de la Real en Vallecas. Y gol de Zurutuza de cabeza, creo. El de Cartagena fue un día de un calor brutal que empatamos a uno con roja a Markel. Domingos a la mañana en Anoeta hubo muchos, como el del gol de Bravo contra el Nàstic. Ese era un partido muy importante, contra un rival directo y que meta el portero en una falta… Es verdad que estaba hablado, si había una falta cerca del área, Claudio iba a tirar sí o sí, con ese golpeo que tenía. Al final, sucedió lo que esperábamos, que podía tocar en alguien y para el portero ya es muy difícil reaccionar.
Se habla mucho del gol de Bravo, pero usted acabó de portero en Huelva.
Yo me acuerdo mucho de ese partido ante el Nàstic, porque ese es un recuerdo bueno. En Huelva, perdimos 2-0, además expulsaron a Eñaut (Zubikarai) y me tuve que poner de portero. Me marcaron un gol de penalti. Fue un lunes a la noche. Después de la derrota, en el viaje de vuelta, nos entraron un poco de dudas. Fue complicado, pero la verdad es que después de ese partido contra el Betis fuimos capaces de darle la vuelta, porque venían además partidos complicados. Venía a Anoeta el Villarreal B, luego íbamos a Cádiz y luego supimos culminar bien la temporada.
¿Pero en Huelva llegó a parar alguna bajo palos?
No, ninguna. Me metieron un penalti porque el entrenador de porteros me aconsejó mal. No me dejaron guiarme por mi intuición.
Y lo de Cádiz, ¿cómo fue?
Sí, el mejor recuerdo de mi carrera junto al del Celta, el día del ascenso, creo que fue ese partido en Cádiz, con un montón de afición. Ganar 1-3. Con un calor..., madre mía. Tras ganar ese partido, el ascenso lo teníamos muy cerca. Encima en casa, penúltimo partido… Lo cierto es que ese viaje de regreso a casa ya fue un poco, no te voy a decir de celebración, pero, bueno, sí que se sentía la liberación.
Y la famosa anécdota de Carlos Bueno en el viaje de Jerez a Cádiz…
La verdad es que sí. Carlitos era un fenómeno y, al final, ya estaba acostumbrado a jugar este tipo de partidos, ¿no? Muchos de nosotros no habíamos disputado nunca un partido de esa importancia. Había mucho, muchísimo en juego y se sentía tensión, pero bueno... Una vez en el campo, ya todo es más fácil. Yo nunca olvidaré que, antes de salir, Martín Lasarte fue uno a uno con todos los titulares con una charla de esas motivantes que salías al campo ya como una moto.
El momento final contra Celta fue de lágrima...
Todo lo que se vivió ese día fue increíble. La llegada al estadio, luego en el mismo campo la celebración. Es imposible no vivirlo tanto, cuando llevas tanto tiempo con esa tensión y consigues ascender encima en casa. Al final, todo sale, ¿no? Los que son de llorar, lloran; los que no son tan por llorar, pues lo llevan por dentro. Pero yo creo que ese tipo de días todo el mundo tiene los nervios a flor de piel.
“Este año he estado de segundo entrenador en el Añorga y hemos ascendido a Tercera RFEF”
Del último partido en Elche es mejor no hablar demasiado. Casi fue una fiesta más…
La semana del ascenso fue la leche. Teníamos también las celebraciones por los pueblos, íbamos con el autobús. Otro día, no sé dónde fuimos. Entrenamos poco y es verdad que la tensión ese día no era la de jugar un partido de Liga. El Elche tampoco se jugaba nada, pero tenían a Jorge Molina, que podía conseguir el pichichi. Y, bueno, se lo dimos para desgracia de Eñaut, que acabó bastante enfadado.
¿Algún mote, además del ‘expreso de Lodosa’?
Siempre he sido Charli en Zubieta. No he tenido ningún apodo más.
Alguna broma en esas concentraciones en los hoteles con llamadas que cuentan que fueron épicas...
Las horas y horas que pasamos juntos, gente que hemos convivido un montón de años… Las llamadas en los hoteles eran costumbre; siempre había un servicio de habitaciones, una hamburguesa… El hecho de que hubiese buen ambiente, que hubiera mucha gente de casa y que los de fuera se amoldaran tan bien a lo que era la Real fue clave… Estaban también Jonathan Estrada, Claudio Bravo, Alberto de la Bella… Es que Alberto es como de casa. Es verdad que el buen humor y el buen rollo fueron claves para que se pudiese conseguir un objetivo tan importante.
Y ahora, ¿qué es de su vida?
Pues bien, he acabado el curso de entrenador y este año he estado de segundo entrenador en el Añorga, en la División de Honor Regional, y hemos ascendido al acabar campeones. Hemos ascendido a Tercera RFEF. Así que bien, la verdad es que estoy contento. Ha sido un año muy bonito, muy bueno, y ahora vamos a seguir aprendiendo. Ya con un poco más de nivel, más horas… Con ganas de que llegue el año que viene.