Todo salió mal. La Ley de Murphy se quedó corta con todo lo que le pasó a la Real Sociedad ayer ante el Real Madrid. Cuando se esperaba y se exigía la mejor versión para superar a un gigante con piel de cordero, que no engañaba a nadie ni con sus rotaciones ni con sus cambios respecto a partidos anteriores, todo acabó siendo demasiado decepcionante. 

Eso sí, todo salió mal porque la Real se equivocó en lo que tenía que hacer bien. Lo básico. Control y dominio de la situación, estar centrados, no pegarse disparos en los pies, ser contundentes en las áreas y atinar de cara a puerta. Imagínense cómo fue de mal todo que Anoeta fue una nevera durante la mayor parte de la segunda parte angustiada por la actuación de los suyos y la indiscutible superioridad del Madrid.

No merece la pena perder el tiempo recordando que, juegue quien juegue, este equipo cuando huele el metal de las copas se convierte en un lobo indomable y el que se pensaba que iba a ser un conjunto débil y flojo porque no venía con todas sus figuras se equivocaba de raíz. Y los más viejos del lugar se lo imaginaban y se lo temían. Porque esta película ya la han visto muchas veces. Aunque nunca se sabe, quizá hasta hubiese sido mejor que se presentara con todos los buenos en lugar del hambre que demostraron muchos de sus meritorios y la calidad de jugadores de otra categoría como Bellingham o Vinicius.

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Lo más increíble es que todavía pudo ser mucho peor. Como se esperaba, la Real fue muy inferior físicamente y en el tramo final los merengues estuvieron a punto hasta de sentenciar la eliminatoria. Remiro salvó a su equipo con varias paradas de portero de élite. Justo lo que no demostró casi ninguno de sus compañeros.

El resumen es que la Real perdonó muchísimo y las que tuvo buenas las salvó otro arquero extraordinario como Lunin, quien por cierto estuvo muy cerca de recalar en Donostia, y en la primera que tuvo el Madrid la enchufó Endrick en un error grosero de Zubeldia. 

A partir de ese momento el equipo blanco acreditó o confirmó un control extraordinario de ese tipo de situaciones con ventaja en el marcador. Una pena. 

Equipo de gala

Equipo de gala Imanol lo tenía claro. Esta vez no había un mañana. Era el partido. El técnico había logrado que, al contrario que en años anteriores, en una fecha clave había podido presentar a su equipo de gala. Con Aguerd y Sucic entre algodones, sin apenas entrenar y con molestias físicas, pero con los que más méritos habían adquirido a lo largo de la temporada, fuese por calidad o por rendimiento, en la alineación. En el resto, lo esperado. Con tres campeones de Europa y varios futbolistas en buena forma que habían permitido a los realistas alcanzar un extraordinario registro de once victorias en los últimos trece encuentros en Anoeta. 

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Bajas en el Madrid

Perro viejo, Carlo Ancelotti jugó mucho más y mejor al escondite que Imanol y, aparte de dejar en casa a jugadores importantes como Courtois, Valverde y Mbappé, sentó en el banquillo a Lucas Vázquez y Rodrygo. Un once de rotaciones que, obviamente y en teoría, daba muchas más opciones a los guipuzcoanos. Eso no admitía discusión, pero tampoco engañaba a nadie que su 4-4-2 era muy competente y podía plantar cara a esta Real. Esa es la realidad.

Buen comienzo

Fuerte comienzo local La Real salió fuerte, acorde con la atmósfera que se generó en la previa. Pero no le duró mucho. Es más, no tardó en equivocarse con un superávit de adrenalina no controlada que le condenó a no poder completar su habitual fútbol. Ese que hasta Ancelotti destacó en la víspera. Era una noche para estar con los nervios templados y los pies en el suelo.

Barrenetxea, que disparó fuera, y Take Kubo, que se topó con un Lunin excepcional, no tardaron en generar peligro. Incluso en el córner del japonés el balón acabó en las manos del meta de milagro. A partir de ese momento, el Madrid se adueño de la situación, se jugó a lo que quiso e impuso su superior nivel físico. 

A los 18 minutos, en una acción muy mal defendida por Zubeldia, Bellingham encontró en largo a Endrick, quien batió a Remiro con el exterior tras un buen control. Desde ese momento la Real lo intentó pero a trompicones, sin continuidad ni dominio. 

Brais Méndez y Oyarzabal no lograron superar al ucranio y Vinícius tampoco logró batir a un buen Remiro en una acción en la que hubo una falta flagrante de Bellingham a Aramburu. Entones comenzó el festival de Sánchez Martínez, tan valiente cuando arbitra a equipos terrenales y tan gallina cuando dirige a los grandes. Más aún cuando llegan enfadados a la cita. Tranquilos, ahí está él para quitarse la careta y calmarles mientras el resto del año no permite que ningún jugador le mire. Esos son los peores y los más peligrosos. Faltita a faltita, minando poco a poco a cualquiera sin que dé la sensación de ser un atraco… Que parezca un accidente. Nadie lo destacará hoy, ya lo verán.

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Ocasiones de gol

Barrenetxea, el mejor de los locales, puso un buen centro al que debió llegar Oyarzabal y después conectó el mejor chut local del primer acto, al que respondió con un paradón Lunin. Al descanso se llegó con una amenaza de suspensión por cánticos lamentables contra Asencio. Eso sí, a ver si los trencillas afinan tanto el oído cuando la Real juega en Madrid. Todavía estamos esperando a que paren un partido por mancillar la memoria de Aitor en el recinto del vecino madridista o por los insultos constantes de etarras y demás. Seguimos esperando… 

En la reanudación Barrene sirvió una invitación al gol a Oyarzabal, que no logró superar a Lunin de cabeza. Kubo también se encontró con el meta en su disparo casi sin hueco. Pero la noche ya estaba torcida

Otro balón en largo de Bellingham lo domó sin oposición antes de estrellarlo con violencia en el larguero Endrick. A partir de ese momento, Anoeta se calló al constatar que los suyos no contaban con muchas opciones y que, las que habían tenido, las había desperdiciado y el Real Madrid cometió el error de no sentenciar la eliminatoria con ocasiones claras de Lucas Vázquez y, ya en el tramo final, de Bellingham, que salvó Remiro. Aihen, con un chut cruzado que volvió a detener Lunin, y Oyarzabal, que no encontró ni palos en un balón que robó tras un error grave de Fran García, tampoco acertaron en las últimas blanquiazules.

Una pena

La visita al matadero de dentro de un mes cambia por completo de sentido y de color, al esperarse un duelo en el que el Madrid intentaría resucitar a Juanito para remontar una posible ventaja realista, y en lo que se quedó tras lo vivido ayer en los últimos minutos es en una segunda oportunidad para una Real que deberá demostrar una cara muy distinta y acreditar que puede ser mucho más competitiva de lo que reflejó ayer. Una noche muy triste. Demasiado quizá. Nadie esperaba algo así antes de empezar. Ni quizá se lo merecía este equipo ni su afición. Pero cuando enfrente están los más grandes de Europa, pueden y suelen suceder este tipo de cosas… La diferencia cuando no aciertas en las áreas es sideral. Las cosas como son.