A los árbitros les conceden una licencia cuando se van a retirar. Les permiten elegir el campo en el que dirigen su último encuentro. Ramos Marcos, el trencilla más mediático, uno de los grandes pioneros que participó como uno más en los programas de televisión con esa risa contagiosa que no podía reprimir mientras Michael Robinson comentaba los vídeos de la sección Lo que el ojo no ve, escogió echar el telón en Atocha, en un Real-Sevilla. No ha sido el único, así que yo recuerde, Del Cerro Grande también eligió Anoeta, imaginamos para homenajear todas las tropelías que perpetró contra la Real.
Estaba con Ramos Marcos. Esta semana ha fallecido y es uno de los árbitros que se encuentran en los anales de la historia txuri-urdin al haber sido el encargado de arbitrar la final de Copa de 1987 contra el Atlético de Madrid. Es curiosa nuestra memoria selectiva, porque me autodeclaro muy rencoroso con este colectivo y recuerdo hasta el más mínimo atropello que nos han causado en sus etapas. Lo que no me acordaba es de que, a falta de poco para el final del encuentro en La Romareda, no señaló un claro penalti de Rekarte a Rubio. Descanse en paz y gracias por el detalle, don Joaquín. En una entrevista que concedió hace años, le pidieron que contara alguna anécdota de sus inicios: “Me quedo cuando expulsé a uno por feo. Hizo una entrada tremenda, le mostré la roja, y va y me pregunta que por qué. Le respondí que por feo. Él se lo comentó al capitán, que vino a preguntarme si le había expulsado por eso. Le dije: ¿No has visto la entrada que ha hecho? Además, ¿no te parece un tío feo? El capitán me contestó: Se lo merece, es horrible. Fue en un partido de Regional”.
"El patito feo de Roma"
La Lazio siempre ha sido un poco el patito feo de Roma. Es evidente que no le hace sombra en cuanto a masa social al equipo del pueblo italiano, la Roma, que cuenta, en pelea con la Juventus, con el mayor número de aficionados del país. Pero, ojo, que son muchos más de los que se imagina y no solo en Italia, fuera también. Además, en cuanto a palmarés, no tiene nada que envidiar a su vecino, con el que comparte campo y con el que disputa uno de los derbis más espectaculares del mundo.
Pero a la Lazio siempre le persigue el fantasma del fascismo. Aunque hay que dejar claro que, en realidad, no representa al grueso de la afición, es indiscutible que el sentimiento político de ultraderecha ha estado muy presente en grupos de los fans laziales. En realidad, era el equipo de Mussolini, algo que no le ayuda para limpiar su imagen en ese sentido. Cuando el Duce tomó el poder en octubre de 1922, intentó reforzar y consolidar su imagen y el fútbol, el opio del pueblo, representaba un recurso clave en su campaña. Todo ellos con fines propagandísticos y políticos. El habitual pan y circo de los romanos.
Mussolini era tifoso de la Lazio, club del que era socio. Aunque fue mucho más tarde, a partir de los años 70, cuando empezaron a surgir grupos radicales fascistas relacionados con el cuadro lazial.
Equipo histórico
Los romanos, que tenían un equipazo cuando los Nesta, Vieri y compañía se impusieron al Mallorca en aquella final de la Recopa, siempre han tenido fama de ser peculiares. En los años 70, Giorgio Chinaglia, al que llamaban Long John (nombre del pirata Long John Silver de la Isla del tesoro de Stevenson), era el jefe de la Lazio por aquel entonces. “Un grupo de locos, salvajes y sentimentales, simpatizantes fascistas, pistoleros...Era un equipo dividido en clanes con dos vestuarios; quién entraba en la habitación errónea corría el riesgo de encontrarse con alguna amenaza”, contó en su libro Pistole y palloni (Pistolas y balones) el periodista Guy Chiappaventi. Casi todos llevaban un arma.
Para que se hagan una idea, en los siempre calientes derbis, exhibieron pancartas con los lemas: “Auschwitz es vuestra patria. Los hornos, vuestras casas”. O “Equipo de negros, hinchada de judíos”. Así les consideran despectivamente a los hinchas gialorrosos.
En nuestro último viaje a Roma, el único restaurante que teníamos cerca del hotel era uno pequeño en el que servían muy buena comida italiana. Pronto descubrimos que sus propietarios eran ultras de la curva de la Lazio. Nos trataron muy bien, imagino que esta vez cambiaremos de establecimiento, por si acaso.
Sin tiempo para lamentaciones y mientras aún nos lamemos la herida abierta tras una derrota en Valencia que, en mi opinión, va a dejar menos secuelas de las esperadas, la Real vuelve a salir a Europa. Un motivo siempre de orgullo y digno de ser valorado. Los realistas continúan coleccionado postales e imanes para unas neveras plagadas de lugares emblemáticos de las ciudades visitadas.
Y lo hace sin ningún complejo. Esa es quizá la mejor secuela de su extraordinaria participación en la Champions League. Que, aunque el dichoso sorteo nos deparó con el PSG y el bajón que experimentó el equipo en un mes clave, no puede empañar lo mucho que disfrutamos mientras nos codeábamos con los mejores. Y a pesar de que el equipo de este curso es mucho más irregular y ha perdido algo de gracia, el ingrediente que nos hacía sentirnos tan especiales, la Real se presenta en el Olímpico de Roma, feudo del líder de la competición, con la confianza de que puede ganar el partido. Viendo el calendario y las jugarretas que nos están haciendo en nuestra competición doméstica, se antoja vital intentar evitar una eliminatoria de los cruces. Con cuatro puntos igual no da, por lo que lo único que garantiza el pasaporte directo es derrotar a la Lazio y al PAOK en Anoeta.
Seamos justos y sinceros, más allá de cambios de sistema que no suele salir muy bien en la Real y de rotaciones obligadas porque no son máquinas, todos hubiéramos firmado en el caso de tener que perder uno de los partidos de la semana, ganar a Villarreal y Rayo y caer en Mestalla.
Máxima confianza
Pero vuelvo a Ramos Marcos y los colegiados. Aunque la Lazio es un equipo italiano moderno, alejado de catenaccios, la cabra siempre tira al monte. Como se vio en Mestalla hemos entrado en una nueva pantalla de la temporada. Los duelos en teoría más asequibles se convierten en una guerra sin tregua en los que van a intentar todo lo que se encuentra en su mano y rayar al límite del reglamento para llevarse el gato al agua. Muchas veces con la complicidad arbitral. En desventaja en el marcador apenas se jugó nada. Todo parones, exageraciones, simulaciones e intentos por parar el juego como sea. La Real y la mayoría de sus jugadores, a pesar de su juventud, ya tienen la suficiente madurez como para saber controlar los nervios y jugar todos los partidos que se presentan a lo largo de 90 minutos. Con cabeza y jugando al fútbol, que en eso todos saben en Europa que hemos llegado a ser referencia. Confianza máxima en el equipo. Todos los caminos conducen a Roma, pero Roma no se hizo en un día. Esta Real tampoco. Paciencia, este equipo sigue muy vivo en las tres competiciones. Ante el líder y sin pistolas, con nuestras armas y una fe inquebrantable.
¡A por ellos!