[A por ellos] "Un héroe del fútbol", por Mikel Recalde
Jugar en el destierro de Belgrado casi sin público nos retrotrae a tiempos pasados que quisimos olvidar
Por mucho que lo intentaron con iniciativas y maniobras de todo tipo con las cámaras, lo cierto es que nadie logró borrar el vacío más allá de los límites del campo. Como leí hace tiempo, por ahora, todavía no ha conseguido hacer desaparecer casi por arte de magia al público como en aquella célebre postal de Stamford Bridge del pobre Sam Bartram. Sucedió en las navidades de 1937 cuando el portero del Charlton Athletic, bien concentrado y centrado en su cometido de no encajar goles (él pensaba que lo paraba todo), no se dio cuenta de que el encuentro había sido suspendido 15 minutos antes por la niebla. Imagino que llevaría un buen rato encantado imaginando el partidazo que estaban completando los suyos gracias a su abrumador dominio territorial. Iluso él… ¿No había nadie que se podía haber acordado del bueno de Sam?
Jugar en el destierro de Belgrado casi sin público nos retrotrae a tiempos pasados que quisimos olvidar. El público es la razón de ser del fútbol. Y los estadios, los parques de atracciones y los escenarios ideales para convertir en realidad los sueños de cada año. Los rutinarios y los rutilantes. No, no nos gusta jugar sin el calor de los hinchas en las gradas. Incluso preferimos sufrir la agobiante presión ambiental que soportó la Real en este mismo estadio cuando cayó en 1990 ante el Partizan, su verdadero anfitrión, en los penaltis tras una eliminatoria muy dura e igualada.
No me interesa casi nada del rival de hoy. Lo único que deseo con todas mis fuerzas es que la Real le derrote y si puede ser con claridad. Quizá sea esa la mejor manera para nuestros futbolistas de demostrar el desprecio que nos merece la cruenta e impiadosa ofensiva de su abusón y sangriento gobierno.
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Por el contrario, el fútbol serbio y el Partizan están llenos de historias legendarias. Como la de Velibor Vasovic, que recogió hace varios años Panenka. Este defensa, que al parecer era casi tan polivalente como Sergio Gómez, tenía fama de ser un hombre muy estable y maduro, pero a su vez muy polémico. A lo largo de su carrera dividió a las aficiones de los dos gigantes de la ciudad, se quedó sin jugar en la selección al emigrar al Ajax, precisamente el siguiente rival txuri-urdin en Europa en Anoeta, y jugó tres finales de la Copa de Europa, marcando incluso en dos de ellas, pero ganando justo en la que no vio puerta. Paradojas de la vida.
Vasovic tiene fama de ser uno de los primeros zagueros con buen trato de balón y un cabeceador insuperable en ambas áreas. Guió a su Partizan a vencer tres ligas consecutivas, lo que le convirtió en el gran ídolo de su afición. Pero cuando todo iba sobre ruedas, una confusión en los despachos motivó que el club se centrara en renovar a un compañero pensando que, como nuestro protagonista tenía un familiar en la directiva, no iban a poner problemas para asegurar su continuidad. Nada más lejos de la realidad. Velibor cruzó la acera, llamó a las puertas del Estrella Roja y aceptó una propuesta que le doblaba el sueldo. Imagínense la que se montó, porque les puedo asegurar que la rivalidad entre los dos equipos de Belgrado es de las más encarnizadas del planeta.
Amenazado por su exparroquia, con los rojiblancos no surgió el amor y a los pocos meses ya quería volver a la que era su casa, aunque también acabó celebrando el título de liga. Pero su regreso no era nada sencillo. Tras muchas discusiones, le permitieron irse con la condición de que llegara otro futbolista. Su vuelta tampoco fue un camino de rosas, porque dividió al Partizan en dos bandos aparentemente irreconciliables hasta el punto de que en algún partido tuvieron problemas en juntar a once jugadores.
Finalmente se vio obligado a intervenir nada más y nada menos que el mismísimo mariscal Tito, presidente de la República Federal Socialista de Yugoslavia, quien decidió reubicar a varios de los gestores de la entidad, lo que acabó devolviéndole la paz. Con el viento a favor, el Partizan ganó la liga y llegó a la final de la Copa de Europa, que perdió ante el Madrid a pesar de haber puesto por delante a los suyos con un cabezazo.
Después Vasovic, que no tenía miedo a nada, decidió emprender una nueva aventura en el Ajax, con el que perdió otra final ante el Milan en la que también anotó (el primero en marcar con dos equipos distintos en la final; ahora también lo han logrado Cristiano y Mandzukic). Tuvo que esperar hasta la edición siguiente, la 1970-71, para levantar la orejona como capitán del equipo ajacied ante el Panathinaikos.
Estos balcánicos… Siempre han sido un poco como los brasileños europeos por su espíritu comercial basado en la fría ley de la oferta y la demanda. Nunca han tenido demasiados escrúpulos para cambiar de aires sin mirar lo que dejaban atrás. Que se lo pregunten al nuevo presidente del Partizan, Pedja Mijatovic, y el drama que provocó en Valencia su espantada al Madrid (tampoco quiero acordarme de la ida de olla de mi querido e idolatrado Darko).
Oyarzabal y Zubimendi
Es en el momento en el que repasas este tipo de historias sucedidas en otros clubes cuando más valoras el sentido de pertenencia y la fidelidad de jugadores como Oyarzabal y Zubimendi. Ellos no han podido ganar ligas con la Real, pero sí han festejado una Copa, quizá el único título que se encuentra al alcance de su mano.
Hoy me quedo con el segundo. Es curioso, porque después de lo sucedido este verano, cuando dijo que no a una oferta mareante del Liverpool, al donostiarra se la ha visto más serio de lo normal. Como si hubiera perdido esa chispa que le iluminaba la cara al sonreír. El club también le protegió demasiado al no permitirle dar entrevistas personales en Zubieta por el peligro de dar demasiadas vueltas a su tema. Su rueda de prensa y sus declaraciones previas al duelo del Anderlecht nos tranquilizaron. La barrera que levantan para los medios locales nos impidió ver que si sigue aquí es porque sigue siendo el de siempre.
En el campo no. Todo lo contrario. Zubimendi ha traspasado muchos de losque parecían límites para convertirse en un crack de talla mundial. Podemos festejar cada partido que juegue con la txuri-urdin porque es una cortesía del regista Martin. Un futbolista que juega tan bien y lo hace tan sencillo que siempre que ves el partido en diferido, alejado del fervor de la batalla, te pone en evidencia al caer en la cuenta de que lo ha hecho mucho mejor de lo que pensabas. Si pudiese ser futbolista en otra vida, me gustaría jugar de forma tan académica como Zubimendi....
El bueno de Velibor, todo personalidad y carácter, falleció en 2002 y fue enterrado en el Callejón de los Grandes en Belgrado del Cementerio Novo Groblje. En la lápida dice “Heroj Fudbala” (un héroe del fútbol). Justo lo que son nuestros dos mejores canteranos. Ni más ni menos. ¡A por ellos!